miércoles, 28 de julio de 2010

Incendios subterráneos

En España están todos muy sorprendidos con la barbaridad de gente que se ahoga en Rusia. Y no es para menos, pero bueno, hay que tener en cuenta algunas de las características del país (el líquido que entra en el cuerpo, en particular) y la enorme cantidad de acuíferos que tiene (también es líquido, pero al menos está alrededor del cuerpo). A este respecto, resulta muy ilustrativo echar un vistazo a la página del Ministerio de Situaciones de Emergencia, que es como la Protección Civil local y a quien le toca lidiar con estos toros. Pero últimamente, con la calor que hace, en ese Ministerio están que no dan abasto a todo lo que les sale.

El lunes por la mañana, con un calor sofocante, como hemos venido teniendo en Moscú durante todo el mes de julio y parte del anterior, batiendo todas las marcas históricas, salí de mi casa y olí algo raro. Una especie de olor a humo y ceniza que flotaba en el ambiente; de hecho, flotaba tanto que, al volver la esquina, y lejos del cielo azul y despejado que nos había acompañado durante todo el mes, apenas se distinguía a lo lejos el imponente rascacielos del Ministerio de Asuntos Exteriores, como si estuviera detrás de una cortinilla.

Las turberas habían vuelto a arder.

La última vez había sido en el verano de 2002, que también fue bastante caluroso, aunque no tanto como está siendo el actual. La zona más oriental y meridional de la región de Moscú, cerca aproximadamente de la ciudad de Shatura, es una zona pantanosa permanentemente encharcada y donde se va formando la turba. Cuando, durante un período de tiempo prolongado, las temperaturas son altas y no hay lluvias, el terreno acaba por secarse y, si la situación se prolonga demasiado, se produce el fenómeno de la autocombustión. La propia turba, por debajo del suelo, empieza a arder, unas veces espontáneamente, y en otros casos por el contagio de algún incendio de superficie cercano.

Es espectacular, eso sí. En aquel verano de 2002, uno de esos fines de semana en que uno está de rodríguez (vaya, como éste...) me fui a pasar el fin de semana a Múrom, en la vecina región de Nizhny Nóvgorod. Las vías del tren discurren precisamente por la zona pantanosa de Shatura, y era un espectáculo ver cómo salían de la tierra lentas columnas de humo.

Espectáculo aparte, la situación es una calamidad. Por una parte, ecológica, tanto más cuanto que es prácticamente imposible apagar el incendio. En 2002, por muchos esfuerzos que se hicieron, la turba fue ardiendo lentamente durante todo el otoño y sólo se apagó cuando llegó, primero, la temporada de lluvias y, después, la de nieve, que ya lo cubrió todo e impidió que el oxígeno del aire llegara hasta la turba. Este año, tiemblo al pensarlo, pero todo indica que vamos por el mismo camino. En España, donde las zonas pantanosas escasean lo suyo, se produjo algo parecido en las Tablas de Daimiel el año pasado, y sólo la llegada de este último otoño e invierno, que ha dado lluvias para dar y vender, ha tenido la virtud de poner coto a la situación.

Además de la catástrofe ecológica, y como en 2002, el viento del Sureste ha traído en un par de días la ceniza hasta la ciudad, y aquí estamos, con unos niveles de monóxido de carbono unas ocho veces mayores de lo que se considera aceptable. Entrando en la página del Ministerio de Situaciones de Emergencia (¡pero si tienen página en inglés!), parece que se han estado dedicando a saco a apagar las turberas y que han apagado los treinta incendios subterráneos (¡joroba!) que estaban activos en la región de Moscú. Ojalá, claro, aunque aquí sigue oliendo a quemado. Ya veremos lo que ocurre dentro de unos días, pero parece que es bastante frecuente que inundar las zonas del incendio sólo produzca un alivio temporal. No sale humo, pero la brasa continúa por allí abajo y, si las temperaturas siguen siendo como son, en cuanto se evapore el líquido estaremos en las mismas.

Y para mañana anuncian treinta y nueve grados. Treinta y nueve. Y nosotros con unas viviendas diseñadas para aguantar dentro todo el calor que se puede, y sin poder abrir las ventanas porque se nos mete la ceniza. Uno ya no sabe si los que se ahogan es porque la han pifiado o porque no quieren seguir viviendo con ese bochorno y prefieren morir fresquitos.

5 comentarios:

  1. El viernes mi mujer y yo viajaremos a Moscú. Y esta vez mis suegros no piden que les llevemos jamón sino ¡ventiladores!. Dicen que es imposible encontrar ventiladores en las tiendas de Moscú en este momento. Madre mía, que semanita nos espera...

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  2. Muy buenas Alfor!

    Pues por Ekaterimburgo estamos en las mismas ... no en cuanto a la temperatura ("sólo" tenemos 30 grados), sino en cuanto a los incendios.Desde el sábado pasado se nota en el ambiente el olor a quemado, así como un aire algo viciado.

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  3. En Piter es mas de lo mismo, para mas inri vivo en un ultimo piso, y el techo de metal esta al rojo. Gracias al cielo tengo unos grandes almacenes justo al lado, y alli me paso el dia. el de la tienda Nokia ya empieza a sospechar algo, y la pizzeria ya sabe lo que me gusta. En fin, el viernes me piro a España, y me voy a pegar agosto en mi pueblo de montaña.
    Por cierto, en Piter tampoco quedan ventiladores.

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  4. Bur, es que no me extraña que no quede ni uno. Ahora hace uno de esos días en que sales a la calle y parece que te agarra el calor por el cuello.

    Kinoforov, pues igual tenéis para rato. En Moscú ya te digo que así estamos toda la semana, y en 2002 fueron varios meses.

    Ricardo, yo también duermo en un último piso, y tengo techo de metal. Indescriptible. Buen viaje a España, y a ver si para cuando vuelves ya ha amainado.

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  5. Maaaaaadre del amor hermoso, ¡¡Qué calor!! ¡¡¡Pero si hace más calor que aquí!!! De hecho aquí se prevén mañana temperaturas de 32 grados (por "aquí" me refiero, claro está, a Valencia)...

    En fin, mucho ánimo y no vayas pensando en ahogarte. Mejor saca todo de la nevera y métete tú dentro...

    Besitossss

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