viernes, 3 de febrero de 2023

Cosas positivas de Bélgica: es verde

Claro, hay otros muchos sitios verdes en el mundo. Moscú sea quizá más verde todavía... pero Moscú, durante buena parte del año, es blanca, debido a la nieve, o más bien marrón, porque la nieve se ensucia, se derrite o se mezcla con barro. Los tres o cuatro meses restantes, de mayo a mediados de septiembre, sí, es verde.

¿Y Valencia? Valencia no es muy verde que digamos. Lo es mucho más que en mi infancia, cuando el cauce del río era una especie de solar abandonado y muchos terrenos que hoy son parques y jardines eran... eso, solares abandonados. Que sí, que entretanto las cosas han cambiado mucho y supongo que el hecho de que haya sido designada como capital verde europea para 2024 tendrá algo que ver, aunque ese verde es menos el color verde, y más las pirulas de la red del carril-bici y todas las zarandajas sostenibles de las que presume (con toda la razón del mundo, que quede claro) el alcalde compromisero que nos hemos dado al menos hasta las próximas elecciones de final de mayo. Y, por la impresión que me va dando, bien posible es que más allá, aunque no seré yo quien contribuya a su permanencia.

Pero Bruselas le da a ambas ciudades sopas con ondas. De momento, en Bruselas no nieva. No sé si queda mucho o poco invierno, o si ya ha pasado lo peor, pero este invierno ha nevado, o algo así, un pelín un día. Tan pelín, que me fui al trabajo en bicicleta, como si tal cosa y casi contento de que el agua que cayera del cielo lo hiciera en estado sólido, que moja menos. No cuajó y durante el día se fue derritiendo ordenadamente. Así que Bruselas es verde más tiempo que Moscú, ya que una parte importante de la vegetación que la adorna es de hoja perenne, y mantiene algo de verde más allá de que, la verdad, uno sale al bosque en estas fechas y el color predominante, toca reconocerlo, es el marrón.

La otra cosa que llama la atención de Bruselas (y es así en la mayoría de las ciudades belgas) es el gran número de zonas verdes, parques, jardines y hasta bosques dentro de la ciudad (vamos a llamar ciudad a lo que técnicamente es región). Cerca de mi casa hay por lo menos tres bosques: el mayor es el Bois de la Cambre o Kamerenbos, que se prolonga hacia el sur bajo la denominación de Forêt de Soignes o Zoniënwoud (esto en la zona teóricamente flamencófona que atraviesa), pero hay por lo menos dos más. El Kauwberg ya fue objeto de un par de entrada cuando lo descubrí "gracias" a la pandemia, y el plateau Engeland no tardará en ser protagonista. Los tres son lugares en los que Pulgarcito podría perderse sin desdoro. Y seguramente lo haría, porque lo de dejar miguitas de pan no tendría mucho futuro con la de pájaros que hay por la zona, e incluso dejar piedrecitas tampoco parece el mejor método para salir del aprieto, con la de gravilla que hay aquí y allá. Es que ni pintándolas de azul.

No son sólo los bosques. Uccle en particular tiene una buena remesa de parques varios, comenzando por Wolvendael, el más cercano al centro, y continuando por la Sauvagiére, algo más salvaje, o Homborch, ya tirando al final del municipio. Por si fuera poco, la estructura típica del municipio es de casa (o casoplón) de tres pisos y jardín trasero, delantero, o alrededor de toda la casa. Basta contemplarlo a vista de satélite para darse cuenta de que el color de Uccle, que es el de Bruselas entera, incluso en el invierno más profundo, como ahora mismo, es verde.

Y eso, viniendo de un pueblo en el que el casco urbano no tiene prácticamente la menor zona verde, porque para eso está el campo, y los parques y los patios están alicatados, mientras que lo que podrían ser jardines lo que son es macetas, se agradece, porque, sí, que esté todo alicatado tiene sus ventajas y un mantenimiento sencillo, pero, a la vista está, lo que el ojo agracede es que se vea verde. Y eso Bruselas lo consigue.

Pues eso, que Bruselas en particular, así como Bélgica en general, tienen más ventajas de las que se supone que debería encontrar un valenciano que aprecie el clima bonancible de su localidad natal. Uno se acostumbra a todo, menos a que se le haga tan tarde como hoy, así que toca darle al botón de publicar, y a otra cosa.

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