domingo, 12 de febrero de 2023

La resonancia nocturna (I)

En España, el sistema sanitario está bastante levantisco últimamente, o al menos eso parece desde el extranjero. Como estamos más divididos que prácticamente nunca antes, los de izquierdas montan la gorda, pero sólo allí donde gobiernan las derechas, mientras que los de derechas se dedican más o menos a lo contrario, y unos y otros se tiran los trastos a la cabeza y se desprestigian mutuamente, de manera que es totalmente imposible saber qué sucede en realidad en el sistema sanitario español, a no ser que se esté dentro del mismo y se tenga una visión cuanto menos parcial de lo que se cuece por allí.

El sistema sanitario belga es completamente distinto al español. Así como en España casi todo está dominado por la Seguridad Social y la mayoría de los hospitales y centros de salud pertenece a una red de titularidad pública, aquí no. En Bélgica, los centros de salud como los conocemos en España apenas existen, y los hospitales más bien son privados. En España, la medicina privada, salvo que seas afiliado de MUFACE, o como se llame ahora, es algo al alcance de muy pocos bolsillos, lo cual llama la atención bastante y, de todas formas, cuando la cosa se pone seria, los que realmente tienen los medios para atajarla son los hospitales de la red pública.

Todo esto para decir que, hace ya un par de semanas, al volver de una de mis sesiones de larga distancia en el bosque y salir de la ducha, me encontré con un agudo dolor en la rodilla derecha, que, curiosamente, no me impedia caminar, pero sí correr y subir y bajar escaleras con comodidad. En una casa como la que ocupo, no poder subir ni bajar escaleras con comodidad es un problema muy gordo, porque hay escalones hasta dentro del mismo piso, para pasar de una habitación a otra.

Un par de días después, el dolor había remitido bastante, pero no me había abandonado. Resultó que otra de las cosas que me molestaba era montar en bicicleta, al menos dar la primera pedalada, con fuerza para subir al sillín, con la pierna izquierda, que es la buena. Eso es bastante trágico, porque yo me muevo fundamentalmente en bicicleta, y no es cosa de tener que ir en coche a los sitios. De todas formas, también me molestaba para pisar el pedal del embrague, así que, o me ponía a ir andando a todos los sitios, o ya podía irle poniendo remedio. Un intento de salir a correr despacio terminó a los cincuenta metros de empezar, cuando me di cuenta de que me estaba jugando la salud.

En España, supongo que me hubiera vestido con ropa deportiva, me hubiera salpicado con algo de agua (lo ideal hubiera sido sudor, pero no creo que lo vendan en Mercadona) y me hubiera ido a urgencias, porque el procedimiento de ir al centro de salud, que te den hora varios días después, que te hagan un volante para hacerte una resonancia y que te la hagan, con suertecilla, medio año después, no es de recibo, mientras que lo de ir a urgencias al menos supone cierta solución, espero.

Aquí, no.

Aquí, el primer paso es visitar un médico generalista. Como he dicho antes, no hay centros de salud o ambulatorios como en España, sino que vas a su consulta, pagas, y luego te lo reembolsa la mutua, el seguro, o lo que tengas. Para cualquiera que trabaje (legalmente) por aquí, estar asegurado es una obligación, pero las mutuas, que son públicas, no son estatales, sino más bien sociales. No sé si me entiende: te han de admitir, porque son un servicio público, pero no dependen del Estado.

El papel del Estado básicamente es el de limitar los precios, para que las cosas no se desmanden demasiado. En realidad, el Estado no interviene ni siquiera ahí, sino que los representantes de las mutuas aseguradoras y de los médicos se reúnen para fijar los precios indicativos. Es lo que se llama la "convención". El médico que se une a la convención tiene que aplicar los precios máximos previstos en ella. Eso sí, el médico puede declararse no sujeto a la convención (y hacérselo saber claramente a los pacientes, que quede claro) y entonces puede aplicar suplementos de honorarios, que el seguro no reembolsa nunca. Incluso hay otra posibilidad, y es que el médico se declare sujeto parcialmente a la convención ¿Y qué quiere decir eso? Pues que a ciertas horas aplica los precios de la convención, mientras que a ciertas otras aplica los suplementos de honorarios que le parezcan bien.

¿Un lío? Pues un poco sí. Para los médicos generalistas, como suelen estar solos en su consulta, no hay mucha diferencia y uno suele saber a qué atenerse, pero los especialistas, que muchas veces pasan consulta en un hospital o en un centro médico especializado, complican mucho las cosas. Un hospital puede tener médicos que estén sujetos a la convención y otros que no, y todo en el mismo sitio.

Mi médico generalista, o al menos al que voy cuando tiene citas en un plazo razonable, aplica tarifas un poco por encima de la convención, o al menos eso es lo que me parece, con lo que el reembolso que me paga el seguro es un poco menos de lo normal. Pero que quede claro que aquí siempre hay copago, no como en España. La mutua nunca va a reembolsar todo lo que se había pagado por la consulta.

Después de toda esta introducción sobre cómo funciona básicamente el sistema sanitario belga, me doy cuenta de que me está quedando una entrada larguísima y ni siquiera he entrado en materia. También me doy cuenta de que esto da para un debate interesante sobre las bondades de este sistema belga, no estatal, pero sí público, y sobre el sistema español, que es rabiosamente estatal, pagado directamente con los impuestos de todo quisqui, sea o no usuario del mismo, y que deja un espacio relativamente reducido a la medicina privada.

Pero eso será para otro día, porque hoy se hace tarde.

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