España es un caso aparte. Así como, hasta ahora, en los distintos países que han aparecido en esta sección ha habido cierta coherencia interna, incluso en Francia, que ha pasado por momentos mucho peores que el actual, en los dos últimos países de la serie la cosa cambia. Y es que, en España, y el comentario de Juano en la última entrada es harto elocuente, uno puede encontrarse liturgias bastante cuidadas, estilo francés (no más, no vayamos a creer), con el clero razonablemente concienciado y una feligresía de edad variable, pero tirando a avanzada, así como también puede encontrarse sacerdotes descuidados a más no poder que dicen misa porque son curas y habrá que hacerlo, pero no es que les mole mucho.
De estos últimos, el ejemplo paradigmático lo tenía en mi pueblo. El cura era una centella diciendo misa. En verano, que era cuando yo pasaba por allí, la velocidad de la misa de los domingos por la mañana (por la tarde, ni pum) dejaría a Usain Bolt a la altura de las tortugas. El tío empezaba escopeteado, recitaba las lecturas superrevolucionado, pasaba ampliamente de la homilía, recitaba siempre el Credo de los apóstoles, versión corta, consagraba a toda mecha, daba la comunión en un pispás, y podéis ir en paz, demos gracias a Dios. De Guinness, vamos. Un día, a mala leche, fui con el cronómetro y le conté doce minutos entre "In nomine Patris" e "Ite, missa est", y lo pongo en latín, aunque jamás le oí utilizarlo, y eso que en Valencia estábamos en pleno conflicto lingüístico y el latín hubiera sido un detalle conciliador. Doce minutos, ni uno más. Un día que había boda tardó veinte, y no creo que fuera por indicación de los novios, a quienes se les acabara la cinta del vídeo.
En estas condiciones, la Iglesia se le vaciaba, claro. Las viejas del lugar seguía yendo por inercia, pero los menores de, digamos, treinta años, teníamos nuestas dificultades para ver un hombre de Dios en aquel cura que había convertido el misal en un trabalenguas. Y de confesión ni hablemos. Digo yo que a alguien confesaría, pero jamás le vi cerca del confesionario, que criaba telarañas a fuerza de desuso.
Afortunadamente, este tipo de sacerdote, que se ordenó antes del Vaticano II como una salida profesional más y se puso muy contento con las licencias que se tomó la gente tras el mismo, tuvo su apogeo en los años setenta y ochenta del siglo pasado, pero ahora los que están pasados son ellos, los que todavía quedan y no se han secularizado o están permanentemente junto a Dios. O viéndolo muy de lejos, que eso no lo sabemos.
En España frecuento dos iglesias. Una, en Valencia, la de toda la vida, que siempre ha sido bastante seria en asuntos litúrgicos y nunca ha dado la nota, ni siquiera cuando estaba poco menos que bien visto darla. La liturgia es seria, y los curas no han cambiado de estilo, pero la feligresía no tiene últimamente mucho que ver con la que conocía: bueno, algo sí, porque son las mismas personas, pero con veintipico años más y con los achaques propios de esa circunstancia, mientras que los que tienen menos de cuarenta, salvo excepciones, sólo hay que verles para darse cuenta de que nacieron bastante lejos de allí. Y así, cuando coincide uno con las primeras comuniones, de vez en cuando, muy de vez en cuando, aparece una María o una Isabel, y no busquemos una Amparo, pero Jenniferes y otros nombres no muy de por allí hay bastantes más. Es un barrio, digamos, no demasiado postinero.
La otra iglesia que frecuento cuando voy por allí está en Madrid, a un barrio poblado por gente de un nivel económico bastante superior al anterior. Ahí la cosa cambia, y se acerca mucho más al modelo francés de la entrada del otro día. Los curas no son más ni menos serios que en mi parroquia valenciana, pero la feligresía tiene varias décadas de edad menos y llega el templo hasta el extremo de que el que no es puntual se queda de pie, así que sí, hay sitios donde hay diferencias.
Sobre España no me voy a extender más, porque no es el caso, pero era preciso pasar por aquí para llegar al farolillo rojo litúrgico.
Que, efectivamene, es el país en el que estoy viviendo ahora. Pero las peripecias que estamos pasando en el mismo mejor será que queden para la siguiente entrada, porque hoy se hace tarde.
Por lo visto en EEUU la Iglesia ha optado por el formato espectáculo. Y el Papa tildando de moda el auge por la misa universal en latín no ayuda mucho...
ResponderEliminarhttp://remnantnewspaper.com/web/index.php/articles/item/296-i-m-with-jimmy-fallon-on-this-one
Juano, buen enlace. No sé en EEUU de qué van, pero en Bruselas es como para ponerse los pelos de punta, como aparecerá en las próximas entradas.
ResponderEliminarA València capital (i a la resta d'Espanya) de tot un poc, com en botica.
ResponderEliminarCrec que les de litúrgia més "seriosa" les podrà trobar a la de Sant Joan de l'Hospital (que crec que és la més preconciliar i "de gente bien"), la de la Companyia (darrere de la Llotja) i la del Patriarca (crec que els diumenges canten -al menys ho feien abans- gregorià).
Amb açò pareixerà que sóc un entés practicant, però la veritat és que no sóc molt de misa...
Ieau, no està gens malament, per a no ser molt de misa. Jo sé on estan totes eixes esglesies, pero crec que no he sentit misa en cap d'elles.
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