Bueno, pues después de pasar por Bielorrusia, Estonia y Rusia, toca ahora volver a Europa Occidental, con otros tres países. Como vamos por orden inverso de rigor litúrgico, vamos al que me ha parecido más serio. Por cierto, cómo serán las cosas, que con este orden, los tres países de Europa Oriental han sido los primeros, y los de Europa Occidental están a la cola.
Pues bien, el siguiente país es... ¡Francia!
Si me lo hubieran dicho hace años, lo hubiera considerado una sorpresa. Francia es el lugar de donde vienen todos los males, el absolutismo, la ilustración, la revolución liberal, los primeros genocidios de verdad, Napoleón, las erres guturales, Mayo del 68, la "grandeur", los agricultores de Nimes (volcadores de camiones en sus ratos libres, que debían ser muchos), el passé composé y hasta probablemente el toro que mató a Manolete, que se llamaba Islero, pero seguro que en origen era "Îleggghhhó". Si hasta una tía mía se fue a vivir a Francia y volvió hecha testigo de Jehová. Y, si el "mal francés" se llama así, seguro que es por algo. Ya, ya sé que en otros sitios no se llama precisamente "mal francés". El caso es que Francia es la cuna de las peores ideas y de las más opuestas a una liturgia seria.
Pero Francia, por lo visto, también es el país de San Luis, de Juana de Arco, de la Vendée, de Pascal, de Marcel Lefebvre, que, para liturgista empecinado, ése, y presenta una notable resistencia a las ideas que ella misma genera.
Bueno, pues, curiosamente, a Francia me toca ir todos los meses desde hace algún tiempo, un par de veces ha sido en fin de semana, con misa incluida y, después de varios lustros y hasta décadas de despiste, parece que los católicos franceses, que los sigue habiendo, se han puesto las pilas y ya no hacen pifiadas modernistas. Nada de eso.
En París, que es de donde realmente salen las ideas torcidas, Alfina y yo fuimos a una misa normalilla de barrio. Impresionante. Vale que era una misa de familias, pero el templo estaba bien lleno de gente, normalmente padres jóvenes, que cargaban a pulso los carritos de bebé por las escaleras que conducían a la capilla. Y una vez dentro, profusión de monaguillos, sacerdotes la mar de serios, ni una bromita fuera de tono, ni guitarreos desacompasados... ¡una misa seria, vamos! Bien organizada, nutrida, con gente joven, incluso muy joven. Familias, y no sólo familias.
Un par de meses después, me tocó ir a misa en Alsacia, pegadito a la frontera con los boches. La misa era a las ocho de la mañana, a una hora en que, por muy mayo que fuera, aún no habían puesto las calles, en la cripta de la catedral de Estrasburgo. No diré que estaba de bote en bote, porque no era el caso, pero había no poca gente de toda edad y sexo. Estábamos en plena campaña de legalización de llamado matrimonio entre parejas del mismo sexo, y el cura no se cortó un duro en soltar unas cuantas referencias explícitas al asunto.
Me figuro que, si uno es católico, las cosas tienen que ser así. Los católicos franceses han debido pillar conciencia de que no tienen muchas posibilidades de superviviencia inteligente si le siguen haciendo el juego a la modernidad, así que han decidido ser auténticos y ser auténtico significa tener las cosas claras, hablar clarito, no confundir a la gente y ser litúrgicamente serio. Y, si estás conmigo, estás conmigo, y si no, pues no lo estás. Lo contrario es el catolicismo blandiblú de ser muy güenos y decir que las ideas torcidas no lo son, sino que para qué vamos a enfadarnos, y que los mercaderes se pueden quedar en templo, no faltaría más. No sé para quién puede ser atractivo este ser católico sin serlo de verdad, pero los que han probado este sistema, en su gran mayoría, no han dejado de ser blandiblú, pero sí de ser católicos.
Así las cosas, y como ya algunos estamos hartos de que las ideas desviadas surjan de Francia y se esparzan por ahí, no es mala cosa que de vez en cuando vaya a salir algo bueno del lugar.
Y, dicho esto, salimos de Francia y habrá que ir al lugar donde comen turrones por Navidad, que es el siguiente de la lista.
Aquí en España he oído homilías en las que se criticaba al Papa por no aflojar con los divorciados que se vuelven a casar y quieren comulgar, o en las que se pedía hacer el celibato voluntario (que no me parece mal, pero ¿en una homilía?), y me revienten mucho en las que se ensalza el estado y se pide que todos paguen los impuestos para luego criticar al estado por el matrimonio homosexual o el aborto...
ResponderEliminarParece que en el catolicismo lo de la salvación individual y el libre albedrío han pasado de moda y lo de robar a los demás está bien si es para una supuesta buena causa. Los párrocos que conozco son más asistentes sociales gestores de ayudas y subvenciones que guías espirituales. A la congregación que le den, hay que buscar necesitados ante todo y luego dinero de dónde sea para atenderlos. Si tienes una duda espiritual, moral o religiosa, que te jodan, la parroquia está sólo para repartir alimentos u organizar viajes a Lourdes o a Jerusalén...
También he asistido a misas por toda Europa y lo que dices de Francia es cierto, aún no entendiendo el idioma la atmósfera y la solemnidad de la celebración son reconfortantes. También recuerdo con cariño una misa en gregoriano que me tropecé sin querer a las afueras de Viena... Pero en España, a donde he vuelto hace poco, sigo buscando un templo en el que me sienta parte de la Iglesia...
Juano, a España le queda mucho por mejorar para llegar au n nivel decente, pero, por lo menos, es variada. Es cierto que hay párrocos a los parece darles vergüenza predicar a Cristo, y no digamos confesar, pero también hay de los otros.
ResponderEliminarEl problema está en sitios como Bélgica, donde resulta difícil encontrar a los otros, suponiendo que los haya.
En todo caso, gracias por tu comentario y sigue perseverando, que parroquias decentes todavía quedan.