lunes, 14 de noviembre de 2011

La soledad del corredor de fondo (II)

La hora de salir a correr por el centro de Moscú no permite demasiadas florituras. Moscú es una ciudad constantemente atestada de coches y contaminada a más no poder, mientras que lo ideal consiste en correr por lugares donde eso no ocurra, o al menos no abunde. Por fortuna, disponemos de un horario a propósito: los domingos a las seis y media de la mañana. Digamos que entre seis y media y nueve, los días de mayor fuerza de voluntad, y entre siete y media y diez, los días en que la cama nos atrae cual imán al hierro y no hay forma de salir de allí.

La indumentaria adecuada es otra de las particularidades. En Moscú, por estas fechas, hace frío. No frío a saco, vale, pero sí que estamos en esa zona entre cinco bajo cero y cinco sobre cero en que es algo imprudente correr a pecholobo descubierto, con camiseta de tirantes, y con pantalón de atletismo enseñando la mitad de las nalgas (el que las tenga). Así que: camiseta de manga corta, chándal ajustado (y no viene mal un poco de felpa en el interior), mallas de correr, pantalón corto de atletismo por encima (las mallas quedan demasiado ajustadas, y no es cosa de ir marcando eso por las calles de Moscú dejando en evidencia a la población masculina). Las zapatillas y los calcetines pueden ser los habituales y, eso sí, el gorro y los guantes son innegociables. Ya se sabe que la mayor parte del calor corporal se pierde por la cabeza y las manos, y en particular las manos hay que protegerlas bien, no en vano son la herramienta de trabajo de uno.

En cuestión de manos, pues, si bien es cierto que, para temperaturas de más de, digamos, dos grados, podría ser suficiente con un par de guantes, para temperaturas que estén por debajo de tres bajo cero es mejor ponerse dos pares en cada mano. Si fuéramos a dar un paseíto bastaría con un par (un par de guantes, se entiende; el otro par se da por hecho) y con meter las manos en los bolsillos, pero dos horas de trote es otra cosa. La semana pasada, que hacía un frío ya de nota alta, al llegar a casa había perdido la sensibilidad en un par de zonas de la mano izquierda, pulgar incluido, y eso que iba abriéndola y cerrándola a intervalos regulares. Tardé un buen par de horas en recuperar el pulgar para la causa.

Unas gafas tampoco vienen mal. A ciertas temperaturas, el lagrimal sufre lo suyo y comienza a echar lágrimas que no veas. Como uno no es una magdalena, proteger los ojos con unas gafas cerradas tiene todo el sentido del mundo.

Finalmente, hay que tener en cuenta que en Moscú no hay fuentes para beber. Si ya el agua del grifo es sumamente sospechosa, no digamos la de las fuentes públicas, que, por otra parte, a estas alturas del año están más que cerradas. Eso quiere decir que el agua la tenemos que llevar con nosotros, porque, en dos horas, algo sí que deberíamos beber. Lo mejor es un cinturón de correr de ésos que tienen un dispositivo para fijar un botellín, que van estupendamente. De paso, lo podemos aprovechar para meter en el bolsillo algunos objetos convenientes en la carrera.

El primero es un billete de quinientos rublos. Nunca se sabe cuándo le puede venir a uno un desfallecimiento inesperado, pero sí que puede ocurrir a ocho kilómetros de casa, y en esos casos se agradece poder arrastrarse, si no hasta casa, sí hasta la estación de metro más próxima, o parar un taxista pirata que se avenga a dejarte en casa. A Dios gracias, no lo he tenido que utilizar, pero seguro que el día que no lo tenga lo voy a necesitar.

Luego vienen las llaves de casa. Se supone que podría volver a casa, yendo todo bien, a las ocho y media de la mañana de un domingo, momento en que no está garantizado que todo el mundo esté de pie. De hecho, ni siquiera está garantizado que alguien esté de pie.

Finalmente, la técnica más conveniente es el reproductor MP3, que ya sé que es una mariconada y que tampoco voy a llevar en carrera, pero permite repasar algunas asignaturas mientras se corre. Luego llegan los exámenes y todo son prisas.

Y, para finalizar, una cámara de fotos, porque, si no, a buenas horas iba a poder demostrar que hay momentos del dí... de la semana en que se puede estar en la calle Arbat o en el bulevar Tverskoy completamente solo. Nadie me creería.

Y, ahora sí, salimos por la puerta, a ver qué encontramos en el exterior a estas horas ¿Habrá alguien?

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