sábado, 18 de junio de 2011

Y duros a cuatro pesetas

La reacción de Mavrodi cuando fue detenido fue modélica: buscar culpables en otro sitio. No fue muy original, porque echó el marrón a quien le había estado haciendo la puñeta desde hacía algunos meses, esto es, al Estado. La verdad es que lo que decía Mavrodi era fácil de creer, porque el Estado ruso, en 1994, parecía que se dedicaba efectivamente a hacer la puñeta a la gente, que estaba de uñas con el Gobierno en su práctica totalidad. Aún hoy, cuando hay algún candidato ruso «de derechas» que asoma, se le recuerda como sucesor de los figuras que estaban haciendo de las suyas en los primeros noventa.

Con la legislación cochambrosa y llena de agujeros que tenía Rusia en 1994, el Estado no tenía muchas posibilidades de trincar a Mavrodi, así que empleó el mismo sistema que los gringos con Al Capone, y que luego le tocaría experimentar a Jodorkovsky, esto es, echar un vistacillo a las declaraciones de impuestos. Aún hoy, el contribuyente ruso más escrupuloso no tiene nada que hacer ante una inspección de impuestos con instrucciones de encontrar algo, lo que sea, así que no digamos en 1994.

Cuando las cosas empezaron a pintar feas, allá por abril, Mavrodi amenazó con recoger firmas para convocar un referéndum contra el Gobierno. Con sus diez millones largos de accionistas incondicionales y su red de oficinas, le fue pan comido obtener las firmas; y, habida cuenta de que el Gobierno era más impopular aún que Mourinho y Cristiano Ronaldo juntos en Barcelona, el resultado del referéndum no hubiera dejado lugar a dudas, si hubiera llegado a convocarse. Nadie sabe lo que hubiera pasado después. Tras la detención de Mavrodi a principios de agosto, el referendum quedó en agua de borrajas, aunque, de todas formas, Yeltsin y su entorno eran especialistas en inventar un apoyo popular inexistente, como quedó demostrado en las elecciones presidenciales del año siguiente. De hecho, el candidato comunista derrotado en esas elecciones, Zyugánov, contaba el amargo chiste que sigue:

En la noche de las elecciones, el jefe de la administración de Yeltsin se dirige al presidente:

- Borís Nikoláevich, tengo una noticia buena y una mala.
- Dime la mala.
- Zyuganov ha sacado el 55% de los votos.
- ¡Oh, eso es terrible! ¿Cuál puede ser la buena?
- Usted ha sacado el 65%.


Mavrodi, desde la cárcel, se las compuso para presentarse a las elecciones parciales a la Duma que tuvieron lugar en 1995 en algunos distritos. Como el discurso de que era un perseguido por el Estado era creíble (el Estado, ya digo, parecía perseguir a todo el país, por aquel tiempo) y conservaba muchos accionistas fieles, que por arruinados que estuvieran seguían teniendo derecho a voto, Mavrodi fue elegido diputado y, en su calidad de aforado, salió de la cárcel y no apareció nunca por el Parlamento, como un batasuno cualquiera.

En España, los batasunos siguieron siendo nominalmente diputados y nunca fueron destituidos, pero en Rusia, tras un año sin ver a Mavrodi por allí, los demás diputados lo dieron de baja, con lo que volvía a ser perseguible por la justicia ordinaria. Sin embargo, para entonces Mavrodi se había evaporado, algo así como ha hecho ha hecho mi conocido Alberto estos días pasados.

Para perseguir a Mavrodi, se dictaron órdenes de busca y captura internacionales, pues se sospechaba que podía haber huido del país y, de hecho, se le hacía en algún lugar de Sudamérica. Tampoco creo que importase mucho, porque bastante jaleo había en Rusia entre 1998 y 2001, con otros prófugos y exiliados mucho más peligrosos, como para meterse con Mavrodi, que, a estas alturas, no cuestionaba ya al poder político.

De todas formas, las órdenes internacionales de busca y captura fueron una lamentable pérdida de papel. Mavrodi estuvo todo ese tiempo en un piso en el centro de Moscú sin salir de casa y montando por internet otra pirámide, cuyas víctimas fueron esta vez estadounidenses y europeos occidentales; el tío tenía talento, no cabe duda. Al final, fue detenido en 2003, ocho años después de su evaporación y, tras un proceso de cuatro años (las actas del proceso eran la pera), condenado en 2007... a cuatro años y medio de cárcel. Como ya prácticamente lo había cumplido todo en prisión preventiva, salió al mes de la sentencia y ahora ha formado otra MMM bajo el nombre MMM-2011. Y habrá quien le crea, seguro.

En cuanto a mi conocido Alberto, pues dicen que sospechan que puede andar por algún país hispanoamericano, aunque bien podría estar oculto por Dios sabe dónde... Sí, aunque no le he tratado tanto como otros, incluso le podría llamar amigo, de esa manera informal con la que se emplea la palabra. Después de todo, no estoy entre los perjudicados directamente por el pufo, y prefiero quedarme con las cosas buenas, e incluso una vez estuvimos en el mismo equipo, que además montamos entre los dos, en un torneo de ajedrez veraniego.

Por cierto, recuerdo que aquel equipo lo llamamos «Rincón de Ademuz», que es un lugar donde, que yo sepa, no hay ni ha habido jamás un club de ajedrez. Se podría que falsificamos el equipo. Ya apuntábamos maneras.

2 comentarios:

  1. Hola Alfor, ya que has sacado de pasada las elecciones de 1996, te hago una pregunta ¿está comprobado que fue un pucherazo de Yeltsin y el ganador fue realmente Zyuganov? Te lo digo porque occidente (siguiendo su costumbre de dar certificaciones de democracia sólo cuando ganan los suyos/nuestros) avaló los resultados y sin embargo no deja de ver irregularidades cuando ha ganado Putin o cuando ganó Medvedev (en elecciones que no me sorprendería que incluso fueran más limpias que las del 96). Ya me dirás.
    Saludos

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  2. Fernando, no, no está comprobado que las elecciones de 1996 fueran un pucherazo. En mi opinión, sin embargo, es lo más probable y, desde luego, limpias no fueron, con toda la administración pública poniendo toda la carne en el asador tras un candidato que, aunque sólo fuera por razones de salud, nunca hubiera debido presentarse. Yo creo que unas elecciones limpias las hubiera ganado Ziuganov por goleada, a la vista del fracaso estruendoso de los liberales a la hora de gobernar. Que occidente avalara los resultados no me extraña, que ya sabemos que occidente sólo es demócrata cuando ganan los suyos.

    En mi opinión, Putin o Medvedev sí que gozan de apoyo mayoritario y seguramente ganarían unas elecciones limpias. Lo que ocurre es que, por alguna misteriosa razón, no les basta con la mayoría que conseguirían y no se conforman con menos del 70% de los votos, lo cual les obliga a todo tipo de triquiñuelas y a un sistema electoral que ríete del español, que ya de por sí se las trae. Ellos sabrán.

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