Las clases escolares, en Rusia, y para envidia de los escolares españoles, terminan a finales de mayo y no vuelven a comenzar hasta el 1 de septiembre. En estas condiciones, los padres de las criaturas suelen hacer todo lo posible para que los niños abandonen la perniciosa y contaminada ciudad de Moscú lo antes posible, para dirigirse a la naturaleza y, en particular, a zonas «ecológicamente limpias», como dicen aquí de manera rimbombante y como si las proximidades de Moscú fueran un espacio virgen con acuíferos cristalinos.
Por razones que sería prolijo referir, Abi, Ro y Ame han pasado dos semanas en la dacha de una vecina, acompañados de una legión de mosquitos ecológicamente limpísimos y respirando aire ecológicamente limpio. Finalmente, el viernes pasado volvieron a casa, en espera de largarse hacia España dentro de unos días.
- ¿Y qué tal fue el viaje de vuelta? - preguntó Alfina a Abi.
El viaje de vuelta lo hicieron con la vecina al volante.
- Bien.
- ¿Es verdad que te sentaste delante?
- Ah, sí.
Abi no tiene todavía doce años, así que eso no debería haber ocurrido. Pero bueno, tampoco le queda mucho, así que en principio parece una infracción poco importante.
- ¿Y Sonia conduce bien?
- ¡Sí! ¡Conduce muy bien!
- Qué bien que hayáis ido con alguien que conduce tan bien, ¿verdad que es seguro?
- ¡Sí! Y, ¿sabes? ¡Conduce con una sola mano!
- Vaya, vaya, estupendo ¿Y qué hace con la otra?
- Habla por el móvil.
Oh, Dios mío...
Que facil es hacerle hablar...
ResponderEliminarjajajaja ¿Cómo le dejas a tus hijos? Uno ya no se puede fiar de nadie.
ResponderEliminarTodavía, Babunita, todavía. A ver qué pasa dentro de un año.
ResponderEliminarBejemoz, ya lo creo que de nadie. Es que ni de la vecina de enfrente, que parece una buena madre de familia.