Domodiédovo es uno de los cuatro aeropuertos de Moscú, situado a unos cuarenta kilómetros del centro, lo que, teniendo en cuenta los atascos, puede suponer no menos de dos horas y más frecuentemente tres o cuatro de camino. Es el más moderno y el que acoge los vuelos de Iberia, en cuyo vuelo desde Madrid llegábamos mi familia y yo tras una nochecita toledana. La gente sale con prisa del avión para pasar cuanto antes el primer embudo de un aeropuerto internacional ruso, el control de pasaportes. De esta forma las carreras por los pasillos son moneda corriente.
Suelo participar en ellas con bastante éxito cuando voy solo, pero usando la cintura para colarme entre la gente sin arrollarla. No toda la gente dispone de cintura ni de la sobriedad requerida para este ejercicio, y entre la gente que carece de tales cualidades estaba el troglodita beodo que en la última entrada por poco no se lía a tortas con otro pasajero. El troglodita se puso detrás de Ame, que apenas se había despertado el pobre y caminaba torpemente por el pasillo, le dijo que se apartara y por poco no le empuja.
No es normal que eso se haga a un niño de cinco años, salvo en un caso extremo de salvajismo como el que estábamos padeciendo. Para mi alegría, vi que el tipo llevaba dos enormes bolsas en las manos, con lo que le cogí y le zarandeé un poco para que dejara de abusar. Luego el tipo se metió en la cola más larga y tardó más que nosotros en salir.
La siguiente batalla tuvo lugar en la cinta de equipajes. Tres maletas llegaron sucias, pero enteras; la cuarta, precisamente la que tenía el jamón, no llegó en absoluto.
- Está en Madrid - dijo una encargada con las ganas que tiene alguien que está a las siete de la mañana trabajando -. Rellene esta declaración aduanera.
Lo hice. Después le di mis datos personales y la dirección.
- Su maleta llegará en el vuelo de esta tarde. Le avisaremos para que venga a recogerla.
- ¿Que yo tengo que venir a recogerla? ¡Está de broma! La maleta me la envían ustedes a casa.
- No, ji ji, no podemos.
- ¿Cómo que no pueden?
- No. La aduana no nos deja. Desde hace un mes los pasajeros que hayan perdido una maleta tienen que venir ellos mismos a recuperarla.
Observemos el dato lingüístico. La encargada sutilmente deja caer que la maleta la he perdido yo. La línea aérea y los servicios del aeropuerto bastante harán con acercármela un poquito.
- Oiga, esto no puede ser. Deme ahora mismo el libro de reclamaciones.
- No, nosotros no tenemos.
A pesar del mal tiempo que habíamos tenido en España, se me estaba poniendo la cara de un color que ni un turista podría igualar tras un mes en Canarias.
- ¿Que no tienen?
- No. Vaya a la representante de la compañía aérea.
- ¿Dónde está?
- Fuera, pasada la aduana.
Pues aquí tenemos el dato. Barajas es un caos indecente, pero si le unimos a Barajas una dosis de burocracia aduanera rusa, la mezcla es letal.
La peregrinación por la aduana, por la oficina de ventas de Iberia y por la oficina del aeropuerto fue bastante inútil. El aduanero veía totalmente lógico que tuviera que ir yo a recoger la maleta. La señora de la oficina de ventas me ofreció el libro de reclamaciones mientras se sonreía sarcásticamente, y la chica de Iberia sólo me abrió la puerta tras un par de puñetazos iracundos en la misma. Todos parecían sorprendidos de ver a alguien tan cabreado, en lugar de conformarse con el destino, como hacían los demás, agachar la cabeza y obedecer dando un balido.
Está visto que tres semanas en España es mucho tiempo. A ver si dentro de un par de días me he acostumbrado a la docilidad local y me dejo pisotear...
jeejejje, en noviembre estuvimos en Moscú y aterrizamos en Domodedevo..., en fin..., te comprendo, te comprendo...
ResponderEliminarY al final, Alfito, ¿recuperaste la maleta? Porque en todo esto lo importante es ¡¡¡Salvar el jamón!!! jajaja
ResponderEliminarJo, esta vez no me llamaste ni nada, snif... Al final no nos vimos.
Besitosssss
José Rosa, gracias por tu comprensión, pero el día que vuelvas por Moscú y aterrices en Sheremetyevo-1 aún vas a echar de menos Domodiédovo, ya lo verás.
ResponderEliminarEsterita, lo de la maleta le toca a la próxima entrada. Y es cierto, esta vez, por desgracia, ni te llamé ni nada. La verdad es que estás en el mismo caso que un montón de gente en España, porque he ido de cráneo y no he llamado a casi nadie. A ver si la próxima... aunque no tengo ni idea de cuándo será ésa próxima.