Anapa es un lugar mucho mayor que Gelendzhik, y con muchos más turistas. Es una ciudad que saluda al visitante con un ripio monumental: a la entrada hay un cartel con una niña y la leyenda
Спасибо маме и папе,
что я в Анапе
que traducido y con los acentos recolocados, de forma que en castellano también sea un ripio, viene a ser:
Gracias a máma y pápa
porque estoy en Anápa
Entrañable.
Lo que es playa y agua, Anapa se enorgullece de sus barros curativos, que adornan sus playas más céntricas. Serán curativos, sí, pero ¡menudo pestazo, Dios mío! Olía a kilómetros a alga podrida y, la verdad, para los que preferimos aguas más limpias, la cosa se las trae, porque nos tocó el hotel más cercano a la playa más "sucia". Lo de bañarse allí como que quedó para otro año. En su lugar hubo que dedicarse a los paseos por la playa y por el paseo marítimo, pero éstos sí que estaban bien.
En Anapa, igual que en Gelendzhik, no hay un solo extranjero (así que, "perduts", no hay competencia). Todo quisque es ruso hasta la médula, la gente se volvía cuando me oían hablar en castellano y los niños se me quedaban mirando con la boca abierta.
- Sí, niño, soy guiri ¿Pasa algo? - dije mirando fijamente a más de uno, en castellano, para que se vaya acostumbrando a oírlo.
Uno de los posibles motivos de que no haya extranjeros es que lo más parecido a la "Riviera" auténtica son los precios de los hoteles. Qué clavo nos metieron, tú. Total, para padecer en una habitación sin insonorización alguna, porque hay una cosa que tienen en común Anapa y Gelendzhik, dos ciudades, por cierto, que están entre sí como el perro y el gato: que por la noche todos los sitios ponen la música a toda viroya y no hay cristiano que duerma. Tan es así que aquí estoy escribiendo mientras escucho la tralla que vomitan los equipos de sonido de los garitos que se dedican a solazar a una parte del personal y a atormentar al resto. Y aún dicen que es una playa familiar. Será de la familia Addams.
El personal, aquí, no es precisamente de la familia Addams: aquí ha habido "operación bikini" de manera concienzuda ¡Vaya mozas! Y también ha habido "operación bañador" ¡Vaya bichos! Apenas se veían las típicas barrigas paelleras de las playas de Valencia. Una, allá a las mil, pero, en general, yo parecía un individuo esquelético y desnutrido, al lado de aquella panda de culturistas. Serán los barros curativos...
Y, así y todo, es un lugar bonito y, el que no lo crea, ahí está la foto de la puesta de sol en el Mar Negro. Y simpático, con sus chiringuitos playeros, en los que, en lugar de paellas, venden shashliki. Eso sí, en plena temporada alta, hubo que hacer un buen rato de cola (en Rusia, si no hay cola, es que te has equivocado de sitio), con lo que la gusa, al final, ya era de las de rugido y mordisco compulsivo.
Y con esto acaba la serie del Mar Negro, con algo de pena, porque la cosa no estuvo nada mal, y eso que ni siquiera me bañé (ya sabéis, los barros curativos me echaron atrás). Pero claro, las posibilidades de que el próximo viaje interno sea a algún sitio peor (vamos, un agujero más o menos profundo) son bastante altas. De todas formas, yo sigo con mis plegarias.
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
martes, 31 de julio de 2007
domingo, 29 de julio de 2007
Corriendo junto a la playa
La novia blanca, Gelendzhik, amaneció con un cielo totalmente despejado. A las siete de la mañana me calcé las zapatillas y salí a correr al aire libre después de mucho tiempo, en dirección al faro.
Tras la ruidosa juerga de la víspera, la ciudad estaba en calma sólo hasta cierto punto. A una hora tan temprana en España únicamente estarían en activo las brigadas de limpieza; allí no solamente lo estaban (la ciudad esta infinitamente más limpia que Moscú), sino que ya había gente bañándose en la playa, y en mi camino hasta el faro, sin forzar, me crucé con otros tres corredores.
- Bueno, los que se bañan son gente que vive en Gelendzhik todo el año y que luego tienen que trabajar. Por eso aprovechan la hora más temprana de la mañana para ir a la playa -dijo a mi pregunta uno de mis anfitriones.
- ¿Sabe lo que es más duro en Gelendzhik? -preguntó otro.
- No -dije.
- Ir a trabajar y ver a tanta gente que ha venido aquí a no hacer NADA.
Me reí. Después de todo, en muchos sitios de España estamos más o menos en las mismas.
- Entonces, ahora, ¿vamos a Anapa?
- En Anapa, pasa lo mismo. Uno va a trabajar, y toda la gente está de vacaciones divirtiéndose. Es insoportable -dijo en broma.
Dejamos atrás a la novia blanca. Todavía me queda correr hasta la otra punta de la bahía, pero eso lo dejo para la próxima vez que venga por aquí, lo cual me asegura hasta cierto punto que habrá próxima vez. Y es que hay casos en que es de recibo, con tal de volver, dejarse algo pendiente.
Tras la ruidosa juerga de la víspera, la ciudad estaba en calma sólo hasta cierto punto. A una hora tan temprana en España únicamente estarían en activo las brigadas de limpieza; allí no solamente lo estaban (la ciudad esta infinitamente más limpia que Moscú), sino que ya había gente bañándose en la playa, y en mi camino hasta el faro, sin forzar, me crucé con otros tres corredores.
- Bueno, los que se bañan son gente que vive en Gelendzhik todo el año y que luego tienen que trabajar. Por eso aprovechan la hora más temprana de la mañana para ir a la playa -dijo a mi pregunta uno de mis anfitriones.
- ¿Sabe lo que es más duro en Gelendzhik? -preguntó otro.
- No -dije.
- Ir a trabajar y ver a tanta gente que ha venido aquí a no hacer NADA.
Me reí. Después de todo, en muchos sitios de España estamos más o menos en las mismas.
- Entonces, ahora, ¿vamos a Anapa?
- En Anapa, pasa lo mismo. Uno va a trabajar, y toda la gente está de vacaciones divirtiéndose. Es insoportable -dijo en broma.
Dejamos atrás a la novia blanca. Todavía me queda correr hasta la otra punta de la bahía, pero eso lo dejo para la próxima vez que venga por aquí, lo cual me asegura hasta cierto punto que habrá próxima vez. Y es que hay casos en que es de recibo, con tal de volver, dejarse algo pendiente.
viernes, 27 de julio de 2007
Gelendzhik, la novia blanca
Después de la primera impresión de Novorossisk, llegamos a Gelendzhik, una ciudad que sólo me sonaba de una canción pop rusa que se puso de moda hace unos años (y que se basaba en otra anterior, pero eso es otra historia).
Замечательный мужик,
меня вывез в Геленджик
Que es en castellano, traduciendo los ripios como buenamente se puede, queda como sigue:
Era un tipo muy chic
que me llevó a Gelendzhik
Gelendzhik, en turco, debe querer decir algo así como "novia blanca". Cuando los turcos otomanos atravesaron el Mar Negro para dominar su orilla septentrional (cosa que consiguieron durante un par de siglos), era primavera y, en lo que ahora es Gelendzhik, los frutales estaban florecidos y toda la orilla parecía que estuviera vestida de blanco. Y por eso la llamaron "novia blanca". Y, efectivamente, la estatua de la novia blanca es la más requerida de la ciudad para hacerse fotos; delante de mí había un buen porrón de gente, pero, con un poco de paciencia, también llegó mi turno.
Gelendzhik es un pueblo mediterráneo, con sus chalés, su paseo marítimo, sus hoteles playeros, sus restaurantes y una animación brutal por la noche, en que los veraneantes salen al paseo marítimo a exhibirse. Vamos, como en cualquier municipio de la costa valenciana, pero con dievushkillas, dimitris y música pop rusa. Y con una bahía soberbia.
Y una cosa especialmente buena: hay una parte de la ciudad (70.000 habitantes en invierno, 300.000 en verano) más silenciosa, donde se puede cenar y conversar con tranquilidad, mirando la bahía de Gelendzhik mientras el faro lanza sus destellos cada medio minuto y la luna, hoy en cuarto creciente, se va desperezando y asoma su color naranja intenso entre las nubes.
El resto de la ciudad es parecido a una zona acústicamente saturada española. Los que van de marcha están de jarana en la calle hasta altas horas de la madrugada, con la música a tope, y los vecinos de la ciudad y los que nos habíamos levantado a las cinco de la mañana para tomar el avión estamos maldiciendo a la puñetera banda que ha contratado nuestro hotel, que estaba tocando Zorba el Griego y ahora le ha dado por el chunda chunda más soez. Jo. Y debajo de mi ventana, tú, también es mala suerte.
En fin, la novia blanca no sabe de medias tintas. Es una preciosidad desconocida en el Mar Negro, pero, si no te va la marcha a saco, mejor rompe con ella y cásate con otra.
Замечательный мужик,
меня вывез в Геленджик
Que es en castellano, traduciendo los ripios como buenamente se puede, queda como sigue:
Era un tipo muy chic
que me llevó a Gelendzhik
Gelendzhik, en turco, debe querer decir algo así como "novia blanca". Cuando los turcos otomanos atravesaron el Mar Negro para dominar su orilla septentrional (cosa que consiguieron durante un par de siglos), era primavera y, en lo que ahora es Gelendzhik, los frutales estaban florecidos y toda la orilla parecía que estuviera vestida de blanco. Y por eso la llamaron "novia blanca". Y, efectivamente, la estatua de la novia blanca es la más requerida de la ciudad para hacerse fotos; delante de mí había un buen porrón de gente, pero, con un poco de paciencia, también llegó mi turno.
Gelendzhik es un pueblo mediterráneo, con sus chalés, su paseo marítimo, sus hoteles playeros, sus restaurantes y una animación brutal por la noche, en que los veraneantes salen al paseo marítimo a exhibirse. Vamos, como en cualquier municipio de la costa valenciana, pero con dievushkillas, dimitris y música pop rusa. Y con una bahía soberbia.
Y una cosa especialmente buena: hay una parte de la ciudad (70.000 habitantes en invierno, 300.000 en verano) más silenciosa, donde se puede cenar y conversar con tranquilidad, mirando la bahía de Gelendzhik mientras el faro lanza sus destellos cada medio minuto y la luna, hoy en cuarto creciente, se va desperezando y asoma su color naranja intenso entre las nubes.
El resto de la ciudad es parecido a una zona acústicamente saturada española. Los que van de marcha están de jarana en la calle hasta altas horas de la madrugada, con la música a tope, y los vecinos de la ciudad y los que nos habíamos levantado a las cinco de la mañana para tomar el avión estamos maldiciendo a la puñetera banda que ha contratado nuestro hotel, que estaba tocando Zorba el Griego y ahora le ha dado por el chunda chunda más soez. Jo. Y debajo de mi ventana, tú, también es mala suerte.
En fin, la novia blanca no sabe de medias tintas. Es una preciosidad desconocida en el Mar Negro, pero, si no te va la marcha a saco, mejor rompe con ella y cásate con otra.
martes, 24 de julio de 2007
La Riviera rusa
A la costa rusa del Mar Negro, más o menos entre Anapa, al oeste, casi lindando con Crimea, y Adler, al este, prácticamente en la frontera con un país que no se sabe muy bien si es Abjasia o Georgia, se le llama, de forma quizá un poco pedante, la "Riviera Rusa". Además de pedante, visto lo visto, me atrevo a decir que es un poco exagerado. Pasé por la Riviera (la de verdad) fugazmente en un viaje de fin de curso cuando tenía diecisiete años (en un paréntesis pijo, prácticamente el único, en mi historial) y la verdad es que aquello estaba muy bien.
He de decir que mi primera impresión del Mar Negro me la he llevado en Novorossisk, ciudad portuaria a más no poder y terminal de carga petrolífera. Y, claro, aquello estaba lleno de grúas y el mirador desde el que mi anfitrión me enseñaba la bahía estaba atestado de botellas vacías, latas y otros desperdicios, lo que, justo al lado del cartel de "Bienvenidos a la Riviera Rusa", quedaba por lo menos chocante.
Novorossisk, además de por ser el puerto más importante de esta zona, es un lugar famoso por haber sido protagonista de dos hechos históricos reseñables en el siglo pasado. El primero fue la "catástrofe de Novorossisk", en marzo-abril de 1920, durante la guerra civil rusa, que significó la destrucción del mayor ejército blanco operativo y condujo a la dimisión del general Denikin (el de la foto), el general blanco que anduvo más cerca de la victoria, y a su sustitución por el general barón Wrangel, que aún logró continuar la guerra en la parte europea de Rusia hasta noviembre de 1920, en que se vio obligado a desmovilizar el ejército y a exiliarse.
La segunda fue en la segunda guerra mundial y le valió a la ciudad el título de ciudad-héroe por su resistencia contra los alemanes, la más larga después de la de Leningrado, en la que se distinguió (o eso dijeron) un comisario político que luego se haría famoso y que atendía por el nombre de Leonid Brezhnev, aunque en España siempre se le llamaba Leónidas (Uno recuerda aquella canción de Siniestro Total: Voy a ver a Leonidas, con mi nuevo par de Adidas). El tal Brezhnev escribió un libro (bueno, al parecer no fue él, sino un negro rojo) contando sus hazañas por allí.
Sobre Brezhnev hay montones de chistes. Los rusos son buenísimos para los chistes, aunque en castellano pierden mucho (o todo); pero, por ejemplo, por poner dos que se entienden fácilmente mirando el retrato oficial del prócer:
- ¿Qué son las cejas de Brezhnev?
- Son como los bigotes de Stalin, pero a un nivel superior.
Brezhnev: "¡Camaradas! Muchos piensan que acaparo todos los honores y condecoraciones, y eso no es así en absoluto. Precisamente ahora acabo de rechazar el mayor honor que concede la república de Mauritania: una anilla de oro en la nariz."
Hoy, lo que pude ver de Novorossisk no es precisamente bonito. La ciudad es industrial a tope, aunque, por fortuna, nuestro destino no estaba allí, sino que seguimos camino a Gelendzhik. Pero eso le toca a la siguiente entrada.
He de decir que mi primera impresión del Mar Negro me la he llevado en Novorossisk, ciudad portuaria a más no poder y terminal de carga petrolífera. Y, claro, aquello estaba lleno de grúas y el mirador desde el que mi anfitrión me enseñaba la bahía estaba atestado de botellas vacías, latas y otros desperdicios, lo que, justo al lado del cartel de "Bienvenidos a la Riviera Rusa", quedaba por lo menos chocante.
Novorossisk, además de por ser el puerto más importante de esta zona, es un lugar famoso por haber sido protagonista de dos hechos históricos reseñables en el siglo pasado. El primero fue la "catástrofe de Novorossisk", en marzo-abril de 1920, durante la guerra civil rusa, que significó la destrucción del mayor ejército blanco operativo y condujo a la dimisión del general Denikin (el de la foto), el general blanco que anduvo más cerca de la victoria, y a su sustitución por el general barón Wrangel, que aún logró continuar la guerra en la parte europea de Rusia hasta noviembre de 1920, en que se vio obligado a desmovilizar el ejército y a exiliarse.
La segunda fue en la segunda guerra mundial y le valió a la ciudad el título de ciudad-héroe por su resistencia contra los alemanes, la más larga después de la de Leningrado, en la que se distinguió (o eso dijeron) un comisario político que luego se haría famoso y que atendía por el nombre de Leonid Brezhnev, aunque en España siempre se le llamaba Leónidas (Uno recuerda aquella canción de Siniestro Total: Voy a ver a Leonidas, con mi nuevo par de Adidas). El tal Brezhnev escribió un libro (bueno, al parecer no fue él, sino un negro rojo) contando sus hazañas por allí.
Sobre Brezhnev hay montones de chistes. Los rusos son buenísimos para los chistes, aunque en castellano pierden mucho (o todo); pero, por ejemplo, por poner dos que se entienden fácilmente mirando el retrato oficial del prócer:
- ¿Qué son las cejas de Brezhnev?
- Son como los bigotes de Stalin, pero a un nivel superior.
Brezhnev: "¡Camaradas! Muchos piensan que acaparo todos los honores y condecoraciones, y eso no es así en absoluto. Precisamente ahora acabo de rechazar el mayor honor que concede la república de Mauritania: una anilla de oro en la nariz."
Hoy, lo que pude ver de Novorossisk no es precisamente bonito. La ciudad es industrial a tope, aunque, por fortuna, nuestro destino no estaba allí, sino que seguimos camino a Gelendzhik. Pero eso le toca a la siguiente entrada.
lunes, 23 de julio de 2007
Atrayendo turistas
Vengo leyendo en el avión que las autoridades rusas están que se frotan las manos pensando en todos los turistas extranjeros que van a ir a las Olimpiadas de Sochi de 2014.
Al mismo tiempo, también dicen que van a procurar que Sochi sea una ciudad segura a tope durante las susodichas olimpiadas.
No sé qué pensar. Bueno, en realidad sí sé qué pensar. Estoy en un vuelo interno, por lo que se suponía que los controles de documentación en el aeropuerto tendrían que ser coser y cantar. De eso nada, monada. Me han pillado dos policías ignorantes, me han revisado el pasaporte de arriba abajo, han pretextado que me faltaba el sello del registro, hemos discutido un buen rato de bastante mal rollo y, al final, me han dejado pasar. Si estaba mal la documentación, ¿por qué me dejan pasar sin más? Y, si estaba bien, como estaba, ¿por qué me tocan las narices sin ninguna necesidad?
Así tendréis turistas, así...
Al mismo tiempo, también dicen que van a procurar que Sochi sea una ciudad segura a tope durante las susodichas olimpiadas.
No sé qué pensar. Bueno, en realidad sí sé qué pensar. Estoy en un vuelo interno, por lo que se suponía que los controles de documentación en el aeropuerto tendrían que ser coser y cantar. De eso nada, monada. Me han pillado dos policías ignorantes, me han revisado el pasaporte de arriba abajo, han pretextado que me faltaba el sello del registro, hemos discutido un buen rato de bastante mal rollo y, al final, me han dejado pasar. Si estaba mal la documentación, ¿por qué me dejan pasar sin más? Y, si estaba bien, como estaba, ¿por qué me tocan las narices sin ninguna necesidad?
Así tendréis turistas, así...
viernes, 20 de julio de 2007
Misión en el Mar Negro
- Oye, que si vas a visitar a unos clientes que tienen que presentar un proyecto.
(Dios mío, otro viaje a algún agujero)
- Bien, ¿a dónde hay que ir?
- A veeeer... aquí pone "Anapa".
(¿Anapa? ¿En pleno julio? ¿De trabajo? ¿Será posible que San Lorenzo haya escuchado mis plegarias?)
- Vaya, vaya... así que Anapa... Creo que es una ciudad medianeja hacia el sur.
- ¿Medianeja? Bueno, pues casi que yo no voy, que tengo que hacer por aquí. Vete tú solo, o llévate a alguien si quieres.
(¡Goooooooooool!)
- Jo, siempre me mandáis a agujeros. A ver cuándo me toca un viaje a Suecia, o cosas así.
- Todo llegará, hombre, todo llegará. De momento, ya sabes, a esa... ¿cómo era...? Ah, sí, Anapa.
Y aquí estoy, en el avión camino de Anapa, ciudad medianeja en el sur, concretamente en la costa del Mar Negro, con clima mediterráneo y varios kilómetros de playa. Se me ha hecho raro meter el bañador y las gafas de sol en la maleta. A ver si encuentro crema solar por algún sitio...
(Dios mío, otro viaje a algún agujero)
- Bien, ¿a dónde hay que ir?
- A veeeer... aquí pone "Anapa".
(¿Anapa? ¿En pleno julio? ¿De trabajo? ¿Será posible que San Lorenzo haya escuchado mis plegarias?)
- Vaya, vaya... así que Anapa... Creo que es una ciudad medianeja hacia el sur.
- ¿Medianeja? Bueno, pues casi que yo no voy, que tengo que hacer por aquí. Vete tú solo, o llévate a alguien si quieres.
(¡Goooooooooool!)
- Jo, siempre me mandáis a agujeros. A ver cuándo me toca un viaje a Suecia, o cosas así.
- Todo llegará, hombre, todo llegará. De momento, ya sabes, a esa... ¿cómo era...? Ah, sí, Anapa.
Y aquí estoy, en el avión camino de Anapa, ciudad medianeja en el sur, concretamente en la costa del Mar Negro, con clima mediterráneo y varios kilómetros de playa. Se me ha hecho raro meter el bañador y las gafas de sol en la maleta. A ver si encuentro crema solar por algún sitio...
miércoles, 18 de julio de 2007
Cocina para exiliados curiosos: Mors
Pues bien, antes los graves problemas que se podían plantear por la abundancia de bayas en verano, unido a su inexistencia en invierno, el ruso medio utiliza las bayas para hacer mermelada o para hacer mors. El mors es un zumo de estas bayas, y fue la opción elegida por nosotros para utilizar nuestros excedentes.
Pues bien, para hacer mors se necesita lo siguiente:
1. Un buen montón de bayas. Como puede que haya alemanes que lean esto, vamos a ser exactos. 300 gramos de grosella roja y 100 gramos de grosella negra. La verdad es que se pueden utilizar otras proporciones, pero es que es lo que tenía yo a mano. El caso es mezclar.
2. Unos 250 gramos de azúcar. Para los alemanes, exactamente 250 gramos.
3. Un litro de agua. 1000 mililitros, vamos.
4. El zumo de medio limón.
El primer paso es extraer el zumo de las bayas, y lo normal será utilizar un pasapurés. Yo tengo pasapurés, pero es cierto que encontrarlo en Rusia puede ser tarea compleja; da igual, también debe servir un cedazo fino y un morterillo. El zumo se reserva, y el protagonismo lo tienen ahora las pulpas y las semillas: se pone a hervir agua, se meten las pulpas y las semillas en un cazo y se cubren con el litro de agua, hasta que hiervan cosa de cinco minutos. Luego se toma el azúcar y se vierte, y se pone a hervir la mezcla, esta vez removiendo, otros tres minutos.
El resultado hay que colarlo con cuidado. Quedará un líquido de color rojo intenso y bastante denso (las pulpas ya se pueden tirar, aunque si se quiere exprimir el material se puede repetir el proceso, pero dudo que quede gran cosa). Ahora hay que dejarlo enfriar. Yo lo dejé unas cuantas horas por la noche.
Cuando el líquido esté frío, le añadimos el zumo que habíamos reservado y exprimimos el medio limón. Lo metemos en la nevera y esperamos a que se enfríe, porque se bebe frío.
Y que aproveche. Hemos dejado unas cuantas grosellas rojas y negras (y todo el kryzhovnik) para comerlas a pelo, aunque los teóricos dicen que por su sabor ácido no se comen, pero es que a los teóricos no les deben gustar los cítricos. Yo como pomelos y hubo unas temporadas que incluso limones, y las bayas están bastante más dulces.
(Hay otras formas de hacerlo más puristas, pero exigen varias horas hirviendo el mejunje. Yo he elegido ésta, que ya va bien)
Pues bien, para hacer mors se necesita lo siguiente:
1. Un buen montón de bayas. Como puede que haya alemanes que lean esto, vamos a ser exactos. 300 gramos de grosella roja y 100 gramos de grosella negra. La verdad es que se pueden utilizar otras proporciones, pero es que es lo que tenía yo a mano. El caso es mezclar.
2. Unos 250 gramos de azúcar. Para los alemanes, exactamente 250 gramos.
3. Un litro de agua. 1000 mililitros, vamos.
4. El zumo de medio limón.
El primer paso es extraer el zumo de las bayas, y lo normal será utilizar un pasapurés. Yo tengo pasapurés, pero es cierto que encontrarlo en Rusia puede ser tarea compleja; da igual, también debe servir un cedazo fino y un morterillo. El zumo se reserva, y el protagonismo lo tienen ahora las pulpas y las semillas: se pone a hervir agua, se meten las pulpas y las semillas en un cazo y se cubren con el litro de agua, hasta que hiervan cosa de cinco minutos. Luego se toma el azúcar y se vierte, y se pone a hervir la mezcla, esta vez removiendo, otros tres minutos.
El resultado hay que colarlo con cuidado. Quedará un líquido de color rojo intenso y bastante denso (las pulpas ya se pueden tirar, aunque si se quiere exprimir el material se puede repetir el proceso, pero dudo que quede gran cosa). Ahora hay que dejarlo enfriar. Yo lo dejé unas cuantas horas por la noche.
Cuando el líquido esté frío, le añadimos el zumo que habíamos reservado y exprimimos el medio limón. Lo metemos en la nevera y esperamos a que se enfríe, porque se bebe frío.
Y que aproveche. Hemos dejado unas cuantas grosellas rojas y negras (y todo el kryzhovnik) para comerlas a pelo, aunque los teóricos dicen que por su sabor ácido no se comen, pero es que a los teóricos no les deben gustar los cítricos. Yo como pomelos y hubo unas temporadas que incluso limones, y las bayas están bastante más dulces.
(Hay otras formas de hacerlo más puristas, pero exigen varias horas hirviendo el mejunje. Yo he elegido ésta, que ya va bien)
lunes, 16 de julio de 2007
Frutos de temporada
A los extranjeros que vivimos aquí se nos insiste con frecuencia en que no nos descuidemos con nuestras vitaminas, porque la dieta a la que nos podemos ver sometidos es muy pobre en ellas y, sin embargo, muy rica en hidratos de carbono y grasas. Por eso, no es raro ver a extranjeros que, en pocos meses de estancia y de desórdenes alimenticios, se las apañan para inflarse cual globo deforme y no poder ponerse la ropa que trajeron, para regocijo de los vendedores locales de pantalones. Luego algunos (y, sobre todo, algunas, porque en los hombres la cosa suele ser irreversible) recorren el camino inverso y pueden llegar a extremos peligrosos, en que, de no ser por el color de la piel, pasarían desapercibidas en Biafra. Pero eso lo dejaremos para otra entrada.
Y es que no es totalmente cierto que las vitaminas no estén presentes en la dieta rusa. Más bien es que el guiri que viene por aquí no sabe muy bien de dónde sacarlas, porque, sobre todo en el caso de los españoles y, dentro de ellos, de los valencianos, las fuentes locales de vitaminas difieren bastante de las que conocemos por allí. Vamos a ver cuál es la principal de ellas.
Ayer fui a recoger a Ame a un pueblecito no muy lejano a Moscú donde había pasado un par de días con su niñera. El pueblecito tiene de todo, con su tiendecilla, su lago, su bosque y su iglesilla reconstruida en los últimos años; le falta aún una carretera decente, porque el camino más corto pasa por una pista tan sumamente descuidada que el asfalto es sólo un recuerdo y el firme está constituido por bloques de hormigón armado deteriorado con buena parte de las barras de hierro al descubierto (y, más de una vez, en punta) y la anchura justa para que pasen dos coches temblando por no caer a la fosa que son los laterales, además de baches sin cuento. A la vuelta me enviaron por otro camino, mejor, pero diecinueve kilómetros más largo. Habrá que ir pensando en ahorrar para un GPS.
Pues bien, salí del pueblecito con un enorme bote de bayas de temporada, de las que por Valencia no conocemos mucho. La temporada de la fresa ya prácticamente ha pasado aquí, la de la frambuesa está ya de vencida, aunque todavía queda, y las que están ahora en pleno auge son la krasnaya smorodina, chyornaya smorodina y kryzhovnik, de las que volví bien provisto.
Las pongo en ruso porque, incluso hablando en español, la mayoría de los que estamos aquí las nombramos en ruso, ya que en España jamás las habíamos visto. Me consta que en el norte, muy norte, de España sí que las hay, pero a mí me llegan a hablar cuando estaba en España de zarzaparrilla, grosella, grosella negra o grosella espinosa y me quedo igual. Me hubiera sonado que se comía.
Pues bien, esas bayas, incluyendo la fresa (земляника, zemlianika), la frambuesa (малина, malina), el arándano (брусника, brusnika, si es rojo; o черника, chernika, si es negro), el sorbus (рябина, riabina) y la mora (ежевика, ezhevika), que son las únicas de las que me empachado en España (sí, me puse morado), y otras de las que seguro me olvido o no conozco, tienen más vitaminas, sobre todo C, que, por poner un caso, la naranja, con lo que los rusos hacen acopio de estas bayas en verano y luego van tirando con lo que se guardan durante el invierno. Los guiris nos damos cuenta del truco cuando ya llevamos demasiado tiempo por aquí, y para entonces el metabolismo de algunos está irreversiblemente deteriorado, tras un invierno a base de dulces y leche condensada.
Total, que llegué a casa con un montón de grosella, roja (красная смородина), negra (чёрная смородина) y espinosa (крыжовник). Yo era consciente de que la vida de la grosella es sumamente breve, de que consumirla toda de golpe podía dar con mis huesos en un hospital (y con aquel empacho de moras tuve bastante), pero había que aprovechar aquel tesoro.
- Ame, ¿qué farem en aixó? (Ame, ¿qué hacemos con esto?)
- No sé.
Bueno, pues en la próxima entrada tocará ocuparse los excedentes de bayas. Veremos cómo.
Y es que no es totalmente cierto que las vitaminas no estén presentes en la dieta rusa. Más bien es que el guiri que viene por aquí no sabe muy bien de dónde sacarlas, porque, sobre todo en el caso de los españoles y, dentro de ellos, de los valencianos, las fuentes locales de vitaminas difieren bastante de las que conocemos por allí. Vamos a ver cuál es la principal de ellas.
Ayer fui a recoger a Ame a un pueblecito no muy lejano a Moscú donde había pasado un par de días con su niñera. El pueblecito tiene de todo, con su tiendecilla, su lago, su bosque y su iglesilla reconstruida en los últimos años; le falta aún una carretera decente, porque el camino más corto pasa por una pista tan sumamente descuidada que el asfalto es sólo un recuerdo y el firme está constituido por bloques de hormigón armado deteriorado con buena parte de las barras de hierro al descubierto (y, más de una vez, en punta) y la anchura justa para que pasen dos coches temblando por no caer a la fosa que son los laterales, además de baches sin cuento. A la vuelta me enviaron por otro camino, mejor, pero diecinueve kilómetros más largo. Habrá que ir pensando en ahorrar para un GPS.
Pues bien, salí del pueblecito con un enorme bote de bayas de temporada, de las que por Valencia no conocemos mucho. La temporada de la fresa ya prácticamente ha pasado aquí, la de la frambuesa está ya de vencida, aunque todavía queda, y las que están ahora en pleno auge son la krasnaya smorodina, chyornaya smorodina y kryzhovnik, de las que volví bien provisto.
Las pongo en ruso porque, incluso hablando en español, la mayoría de los que estamos aquí las nombramos en ruso, ya que en España jamás las habíamos visto. Me consta que en el norte, muy norte, de España sí que las hay, pero a mí me llegan a hablar cuando estaba en España de zarzaparrilla, grosella, grosella negra o grosella espinosa y me quedo igual. Me hubiera sonado que se comía.
Pues bien, esas bayas, incluyendo la fresa (земляника, zemlianika), la frambuesa (малина, malina), el arándano (брусника, brusnika, si es rojo; o черника, chernika, si es negro), el sorbus (рябина, riabina) y la mora (ежевика, ezhevika), que son las únicas de las que me empachado en España (sí, me puse morado), y otras de las que seguro me olvido o no conozco, tienen más vitaminas, sobre todo C, que, por poner un caso, la naranja, con lo que los rusos hacen acopio de estas bayas en verano y luego van tirando con lo que se guardan durante el invierno. Los guiris nos damos cuenta del truco cuando ya llevamos demasiado tiempo por aquí, y para entonces el metabolismo de algunos está irreversiblemente deteriorado, tras un invierno a base de dulces y leche condensada.
Total, que llegué a casa con un montón de grosella, roja (красная смородина), negra (чёрная смородина) y espinosa (крыжовник). Yo era consciente de que la vida de la grosella es sumamente breve, de que consumirla toda de golpe podía dar con mis huesos en un hospital (y con aquel empacho de moras tuve bastante), pero había que aprovechar aquel tesoro.
- Ame, ¿qué farem en aixó? (Ame, ¿qué hacemos con esto?)
- No sé.
Bueno, pues en la próxima entrada tocará ocuparse los excedentes de bayas. Veremos cómo.
viernes, 13 de julio de 2007
El própusk
Lo primero, las definiciones. Un própusk es un pase, un salvoconducto, una tarjeta de acceso, algo, en fin, que te da derecho a llegar a los sitios. Y, en Moscú, es una auténtica plaga desparramada por toda la ciudad y que da trabajo a múltitud de inútiles que, so pretexto de garantizar la seguridad de los accesos, lo que hacen es jorobar al personal. Porque, el día que alguien se proponga de verdad liarla, ni própusk ni leches: la liará y no habrá quien lo pare.
Entretanto, la pléyade de guardias de seguridad y adláteres de dudosísima productividad se aburren como ostras, y sólo se entretienen cuando aparece alguien con ganas de pasar y lo joroban como pueden. Y pueden mucho.
No hay oficina pública, ni ministerio, ni centro de negocios, ni fábrica, por muy parada que esté, ni escuela infantil, ni chiringuito con pretensiones que no tenga su propusknaya sistema, que, traducido al castellano, viene a ser como un sistema por el que todo visitante debe perder un buen rato en la puerta para que un vigilante ocioso anote unos garabatos en un papel. Últimamente, las cosas se han modernizado algo, y los própusk se están haciendo electrónicos, de manera que a los que trabajan en los sitios les dan una tarjeta con un chip, que han de pasar por un lector para que se abran las puertas. Aún así, sigue habiendo guardias de seguridad, que se encargan de dar la tabarra a quienes pasan por allí de visita o de vez en cuando, no tienen tarjeta y, por ende, son presa de la propusknaya sistema. Será por gente.
En el centro de negocios donde curro no tengo que pasar por una propusknaya sistema, sino, rizando el rizo, por dos. Olé. Una, que pusieron la semana pasada, para entrar al centro, lo cual con el bulto misterioso resulta algo complejo, y otra para entrar a mi oficina, esto por capricho de mi jefe. El caso es que tengo que llevar dos própusk, bastante gruesos, en la cartera. En fin, a falta de dinero, bueno es tener la cartera llena, que siempre da ilusión.
Lo bueno viene cuando vas de visita a algún tugurio semiabandonado, que, por destartalado que esté, siempre mantiene un vigilante tocapelotas y un estúpido control de acceso. En estos casos, hay que llegar sin prisas y con tiempo de sobra (cosa difícil con el tráfico de Moscú, pero que hay que intentar), como yo el otro día, que llegué a una cita media hora antes. Eso le da a uno la oportunidad de luchar contra el sistema mediante la manera más efectiva: llevando al sistema hasta sus últimas y más absurdas consecuencias.
Lo primero es tratar de pasar como si nada, sin mirar a nadie. A veces cuela, si te ven muy decidido; pero, si el vigilante es realmente tocapelotas, saltará de detrás de la mesa o de donde esté.
- Вы куда? Вы далеко? (¿A dónde va usted? ¿Va usted lejos?)
- Я к Фуланито, из фирмы Бостезоса. Я уже был здесь, и знаю, что она на третьем этаже, в комнате 328 (Voy a ver a Fulanito, en la empresa Bostezosa. Ya he estado aquí, y sé que está en el tercer piso, habitación 328).
- Ваши документы. Я вам выпишу пропуск (Sus documentos. Le voy a extender un pase).
La ventaja de ser extranjero es que, salvo el visado, todos mis documentos están escritos en castellano y en perfecto alfabeto latino, que los vigilantes tocapelotas no suelen dominar. Lo más recomendable es utilizar como documentación el nuevo carné de conducir español, el de formato de tarjeta de crédito. Es casi exactamente igual al ruso y no despierta sospechas.
- Вот вам (Aquí tiene) - y le entregué mi carné de conducir.
El vigilante lo tomó y empezó a darle vueltas con cara de no entender mucho.
- Можете написать сами? (¿Puede escribirlo usted mismo?) - preguntó.
- Что вы говорите! (¡Qué dice!) - exclamé afectando indignación.
- Напишите сами ваше имя (Que escriba usted mismo su nombre).
- Но это безобразие! А ваша безопасность? Напишите вы немедленно! (¡Pero eso es un desastre! ¿Y la seguridad de ustedes? ¡Escríbalo inmediatamente!)
El vigilante empezó a garabatear con dificultad las letras, bajo mi atenta mirada.
- Нет, нет, ошибаетесь. Бухвейцен - это моя фамилия, не моё имя (No, no, lo está haciendo mal. Buchweizen es mi apellido, no el nombre).
- Ахххх... (Ufffff...) - el hombre estaba apuradillo, sí. Al final me entregó un papelajo mugriento, que examiné con atención.
- Напишите ещё раз. Вы написали эту букву наоборот (Escríbalo de nuevo. Ha escrito esta letra al revés).
- Ничего, проходите (Da igual, pase).
- Не будете исправлять? (¿No va a corregirlo?)
- Не надо (No hace falta).
- Позовите вашего начальника. Это не может быть (Llame a su jefe. Esto no puede ser).
Al final, ya dejé de torturar al hombre y pasé, cuando se acercó la hora de mi cita. La próxima vez que pase por allí, apuesto a que se esconde detrás de la mesa.
Entretanto, la pléyade de guardias de seguridad y adláteres de dudosísima productividad se aburren como ostras, y sólo se entretienen cuando aparece alguien con ganas de pasar y lo joroban como pueden. Y pueden mucho.
No hay oficina pública, ni ministerio, ni centro de negocios, ni fábrica, por muy parada que esté, ni escuela infantil, ni chiringuito con pretensiones que no tenga su propusknaya sistema, que, traducido al castellano, viene a ser como un sistema por el que todo visitante debe perder un buen rato en la puerta para que un vigilante ocioso anote unos garabatos en un papel. Últimamente, las cosas se han modernizado algo, y los própusk se están haciendo electrónicos, de manera que a los que trabajan en los sitios les dan una tarjeta con un chip, que han de pasar por un lector para que se abran las puertas. Aún así, sigue habiendo guardias de seguridad, que se encargan de dar la tabarra a quienes pasan por allí de visita o de vez en cuando, no tienen tarjeta y, por ende, son presa de la propusknaya sistema. Será por gente.
En el centro de negocios donde curro no tengo que pasar por una propusknaya sistema, sino, rizando el rizo, por dos. Olé. Una, que pusieron la semana pasada, para entrar al centro, lo cual con el bulto misterioso resulta algo complejo, y otra para entrar a mi oficina, esto por capricho de mi jefe. El caso es que tengo que llevar dos própusk, bastante gruesos, en la cartera. En fin, a falta de dinero, bueno es tener la cartera llena, que siempre da ilusión.
Lo bueno viene cuando vas de visita a algún tugurio semiabandonado, que, por destartalado que esté, siempre mantiene un vigilante tocapelotas y un estúpido control de acceso. En estos casos, hay que llegar sin prisas y con tiempo de sobra (cosa difícil con el tráfico de Moscú, pero que hay que intentar), como yo el otro día, que llegué a una cita media hora antes. Eso le da a uno la oportunidad de luchar contra el sistema mediante la manera más efectiva: llevando al sistema hasta sus últimas y más absurdas consecuencias.
Lo primero es tratar de pasar como si nada, sin mirar a nadie. A veces cuela, si te ven muy decidido; pero, si el vigilante es realmente tocapelotas, saltará de detrás de la mesa o de donde esté.
- Вы куда? Вы далеко? (¿A dónde va usted? ¿Va usted lejos?)
- Я к Фуланито, из фирмы Бостезоса. Я уже был здесь, и знаю, что она на третьем этаже, в комнате 328 (Voy a ver a Fulanito, en la empresa Bostezosa. Ya he estado aquí, y sé que está en el tercer piso, habitación 328).
- Ваши документы. Я вам выпишу пропуск (Sus documentos. Le voy a extender un pase).
La ventaja de ser extranjero es que, salvo el visado, todos mis documentos están escritos en castellano y en perfecto alfabeto latino, que los vigilantes tocapelotas no suelen dominar. Lo más recomendable es utilizar como documentación el nuevo carné de conducir español, el de formato de tarjeta de crédito. Es casi exactamente igual al ruso y no despierta sospechas.
- Вот вам (Aquí tiene) - y le entregué mi carné de conducir.
El vigilante lo tomó y empezó a darle vueltas con cara de no entender mucho.
- Можете написать сами? (¿Puede escribirlo usted mismo?) - preguntó.
- Что вы говорите! (¡Qué dice!) - exclamé afectando indignación.
- Напишите сами ваше имя (Que escriba usted mismo su nombre).
- Но это безобразие! А ваша безопасность? Напишите вы немедленно! (¡Pero eso es un desastre! ¿Y la seguridad de ustedes? ¡Escríbalo inmediatamente!)
El vigilante empezó a garabatear con dificultad las letras, bajo mi atenta mirada.
- Нет, нет, ошибаетесь. Бухвейцен - это моя фамилия, не моё имя (No, no, lo está haciendo mal. Buchweizen es mi apellido, no el nombre).
- Ахххх... (Ufffff...) - el hombre estaba apuradillo, sí. Al final me entregó un papelajo mugriento, que examiné con atención.
- Напишите ещё раз. Вы написали эту букву наоборот (Escríbalo de nuevo. Ha escrito esta letra al revés).
- Ничего, проходите (Da igual, pase).
- Не будете исправлять? (¿No va a corregirlo?)
- Не надо (No hace falta).
- Позовите вашего начальника. Это не может быть (Llame a su jefe. Esto no puede ser).
Al final, ya dejé de torturar al hombre y pasé, cuando se acercó la hora de mi cita. La próxima vez que pase por allí, apuesto a que se esconde detrás de la mesa.
miércoles, 11 de julio de 2007
Con faldas y a lo loco
Una de las diferencias más interesantes que se pueden distinguir entre Rusia y España es la indumentaria, tanto masculina como, sobre todo, femenina. Las mujeres aquí, para lo que es habitual en España, suelen ir bastante... mmm, ¿cómo lo diría yo...? descocadas. Me cuentan que en España las cosas están cambiando, y que van por este camino; pero lo que yo recuerdo son muchos pantalones vaqueros y blusas bastante normales. Ropa cómoda, vamos.
Aquí, no.
Aquí, uno va por la calle y puede ver aparecer a una tigresa, a una mujer vestida con traje de noche paseando a media tarde, a mujeres con lentejuelas, faldas-cinturón, pantalones ajustados, tacones inverosímiles, mallas, tops y todo tipo de ropa cantarina. Llaman la atención más que yo con mi bicicleta, que ya es decir. Vamos, al menos llaman mi atención, porque los hombres con las que se cruzan casi que ni las miran. Qué temple, tú. A muchas de las que pasean por la calle, y que seguro que son mujeres decentísimas, las pones a pasear por España cerca de una obra y los silbidos que lanzan los hombres son tan estridentes que despiertan a todos los habitantes de Manchuria. Pues aquí, como si nada.
Y en el trabajo, hay mujeres con sueldos bastante justitos que tienen un fondo de armario que ni el de una ministra de cuota. Yo no sé cómo lo hacen, pero se las apañan para no repetir modelo en meses y plantarse en la oficina impecables. Deben tener el piso lleno de ropa, o es que llegan a acuerdos de intercambio con todas las mujeres de la misma talla, porque, si no, no sé de qué manera se puede mantener ese ritmo.
En mi casa, las cosas son bastante más sencillas y los armarios todavía no desbordan. En ocasiones, de todas maneras, la madre de mis hijos decide cambiar de estilo de vestimenta, de pantalón a falda, y el perspicaz Ame, con esa sinceridad cruel que tienen los niños, no deja de observarlo.
- Mamá, ¿por qué llevas falda? -dijo Ame.
- ¿Y qué tendría, si no llevara falda?
- Un problema.
Y tanto.
Aquí, no.
Aquí, uno va por la calle y puede ver aparecer a una tigresa, a una mujer vestida con traje de noche paseando a media tarde, a mujeres con lentejuelas, faldas-cinturón, pantalones ajustados, tacones inverosímiles, mallas, tops y todo tipo de ropa cantarina. Llaman la atención más que yo con mi bicicleta, que ya es decir. Vamos, al menos llaman mi atención, porque los hombres con las que se cruzan casi que ni las miran. Qué temple, tú. A muchas de las que pasean por la calle, y que seguro que son mujeres decentísimas, las pones a pasear por España cerca de una obra y los silbidos que lanzan los hombres son tan estridentes que despiertan a todos los habitantes de Manchuria. Pues aquí, como si nada.
Y en el trabajo, hay mujeres con sueldos bastante justitos que tienen un fondo de armario que ni el de una ministra de cuota. Yo no sé cómo lo hacen, pero se las apañan para no repetir modelo en meses y plantarse en la oficina impecables. Deben tener el piso lleno de ropa, o es que llegan a acuerdos de intercambio con todas las mujeres de la misma talla, porque, si no, no sé de qué manera se puede mantener ese ritmo.
En mi casa, las cosas son bastante más sencillas y los armarios todavía no desbordan. En ocasiones, de todas maneras, la madre de mis hijos decide cambiar de estilo de vestimenta, de pantalón a falda, y el perspicaz Ame, con esa sinceridad cruel que tienen los niños, no deja de observarlo.
- Mamá, ¿por qué llevas falda? -dijo Ame.
- ¿Y qué tendría, si no llevara falda?
- Un problema.
Y tanto.
lunes, 9 de julio de 2007
El parque de las esculturas
Después del golpe de Estado comunista de 1991, que aceleró la disolución de la URSS, las autoridades municipales de Moscú se cambiaron rápidamente de chaqueta y tomaron la decisión de quitar de enmedio una serie de estatuas de personajes poco presentables en la nueva situación política que se avecinaba. Como tampoco era cuestión de destrozar estatuas que, de por sí, tenían su mérito, lo que se hizo fue acumularlas en un lugar discreto al aire libre, que se llamó Muzeón, pero que se conoce más como Parque de las esculturas, situado frente al famoso Parque Gorki. Allí hay un par de stalines, algún que otro lenin y la estatua más controvertida, la monumental de Félix Dzherzhinsky.
La semana pasada, un soleado domingo por la tarde, pasé por allí. Allí sigue el fundador de la Cheka, con el pie lleno de pintadas poco amistosas, en el centro de un parque repleto de esculturas, y es que no sólo las hay de próceres bolcheviques bastante sanguinarios, sino que el parque lo completan otras exposiciones, haciéndolo un lugar sumamente agradable.
Es curioso la de gente religiosa rebotada que se puede encontrar entre los revolucionarios de 1917. Es bien conocido que Stalin pasó buena parte de su infancia en un seminario ortodoxo en Georgia, pero bastante menos que Dzherzhinsky era católico hasta la médula hasta bien avanzada su adolescencia. Algo le debió pasar en algún momento alrededor de sus quince años, para pasar del misticismo católico al fanatismo comunista más violento y a encabezar con el tiempo a una banda de sádicos que no sólo no dejó de actuar después de la guerra civil, sino que, bajo sus sucesores Yagóda y, sobre todo, Yezhóv, se convirtió en una máquina de matar y torturar de manera casi totalmente caprichosa.
Los demás representados en el parque son gente relativamente inofensiva, comparada con los anteriores. Yakov Sverdlov murió en 1919 de resultas de una epidemia de gripe, por lo que no le dio demasiado tiempo a dar muestras de sus cualidades. Y Mijaíl Kalinin, aunque fue el Jefe de Estado de la URSS hasta su muerte en 1946, no dejaba de ser una figura tan decorativa que en 1938 arrestaron a su mujer durante las grandes purgas... y no hizo nada por ella. Para ser justos con Kalinin, hay que reconocer que no fue el único alto dirigente soviético que se vio obligado a vivir de rodríguez durante algún tiempo. Nada menos que la esposa de Mólotov, el ministro de Asuntos Exteriores, pasó algún que otro lustro en paradero desconocido.
Últimamente, como los chequistas están mejor vistos que hace unos años, Dzherzhinsky está en un período de cierta rehabilitación, en reconocimiento a su labor organizativa, y hasta se dice que su estatua podría salir del exilio del parque de las esculturas para pasar a otro barrio más destacado. Hace algún tiempo oí, no diré de quién, la siguiente frase para enmarcar:
- Todo el mundo se acuerda de Dzherzhinsky por lo de la cheka, las represiones... ¿y por qué nadie se acuerda de lo que apoyaba a los huerfanitos?
Quizá fuera eso lo que le quedó de sus orígenes católicos. Mientras el chequista creaba huérfanos, el antiguo católico les daba cobijo. Un caso, el tío.
La semana pasada, un soleado domingo por la tarde, pasé por allí. Allí sigue el fundador de la Cheka, con el pie lleno de pintadas poco amistosas, en el centro de un parque repleto de esculturas, y es que no sólo las hay de próceres bolcheviques bastante sanguinarios, sino que el parque lo completan otras exposiciones, haciéndolo un lugar sumamente agradable.
Es curioso la de gente religiosa rebotada que se puede encontrar entre los revolucionarios de 1917. Es bien conocido que Stalin pasó buena parte de su infancia en un seminario ortodoxo en Georgia, pero bastante menos que Dzherzhinsky era católico hasta la médula hasta bien avanzada su adolescencia. Algo le debió pasar en algún momento alrededor de sus quince años, para pasar del misticismo católico al fanatismo comunista más violento y a encabezar con el tiempo a una banda de sádicos que no sólo no dejó de actuar después de la guerra civil, sino que, bajo sus sucesores Yagóda y, sobre todo, Yezhóv, se convirtió en una máquina de matar y torturar de manera casi totalmente caprichosa.
Los demás representados en el parque son gente relativamente inofensiva, comparada con los anteriores. Yakov Sverdlov murió en 1919 de resultas de una epidemia de gripe, por lo que no le dio demasiado tiempo a dar muestras de sus cualidades. Y Mijaíl Kalinin, aunque fue el Jefe de Estado de la URSS hasta su muerte en 1946, no dejaba de ser una figura tan decorativa que en 1938 arrestaron a su mujer durante las grandes purgas... y no hizo nada por ella. Para ser justos con Kalinin, hay que reconocer que no fue el único alto dirigente soviético que se vio obligado a vivir de rodríguez durante algún tiempo. Nada menos que la esposa de Mólotov, el ministro de Asuntos Exteriores, pasó algún que otro lustro en paradero desconocido.
Últimamente, como los chequistas están mejor vistos que hace unos años, Dzherzhinsky está en un período de cierta rehabilitación, en reconocimiento a su labor organizativa, y hasta se dice que su estatua podría salir del exilio del parque de las esculturas para pasar a otro barrio más destacado. Hace algún tiempo oí, no diré de quién, la siguiente frase para enmarcar:
- Todo el mundo se acuerda de Dzherzhinsky por lo de la cheka, las represiones... ¿y por qué nadie se acuerda de lo que apoyaba a los huerfanitos?
Quizá fuera eso lo que le quedó de sus orígenes católicos. Mientras el chequista creaba huérfanos, el antiguo católico les daba cobijo. Un caso, el tío.
viernes, 6 de julio de 2007
Reventas
Las colas rusas han sido repetidamente denostadas en esta bitácora, y no siempre de manera totalmente justa, porque lo que es indudable es que proporcionan oportunidades de negocio al avispado pequeño empresario local, que no duda en aprovecharlas.
Tras el vuelo nocturno, Alfina y yo tomamos el tren desde el aeropuerto de Domodiédovo, pasamos los cuarenta minutos de tren hasta la estación de Paveletskaya y pasamos al metro para llegar a casa y ducharnos antes de ir a trabajar. Nuestros últimos billetes de metro los habíamos agotado a la ida, luego nos tocaba comprar otros nuevos.
Abrimos la puerta, y vimos unas colas kilométricas en todas las ventanillas, y dos hombres repitiendo cada vez que entraba alguien:
- Не стоите в очереди. Поездки на метро. Две поездки за пятдесять рублей. (No hagan cola. Billetes de metro. Dos viajes por cincuenta rublos)
Fenomenal. Unos reventas de billetes de metro. Lo que ellos vendían cuesta treinta rublos en la ventanilla, con lo que por cada venta se sacan limpios veinte. Y doy fe de que, en el casi cuarto de hora que pasé en la cola de la ventanilla, no vendieron menos de diez billetes.
En fin, ya se sabe. Las colas como creación de riqueza.
Tras el vuelo nocturno, Alfina y yo tomamos el tren desde el aeropuerto de Domodiédovo, pasamos los cuarenta minutos de tren hasta la estación de Paveletskaya y pasamos al metro para llegar a casa y ducharnos antes de ir a trabajar. Nuestros últimos billetes de metro los habíamos agotado a la ida, luego nos tocaba comprar otros nuevos.
Abrimos la puerta, y vimos unas colas kilométricas en todas las ventanillas, y dos hombres repitiendo cada vez que entraba alguien:
- Не стоите в очереди. Поездки на метро. Две поездки за пятдесять рублей. (No hagan cola. Billetes de metro. Dos viajes por cincuenta rublos)
Fenomenal. Unos reventas de billetes de metro. Lo que ellos vendían cuesta treinta rublos en la ventanilla, con lo que por cada venta se sacan limpios veinte. Y doy fe de que, en el casi cuarto de hora que pasé en la cola de la ventanilla, no vendieron menos de diez billetes.
En fin, ya se sabe. Las colas como creación de riqueza.
miércoles, 4 de julio de 2007
Viaje ping-pong
Desde los tiempos en que había tres vuelos directos a la semana a España, y ni uno más, a los actuales, en que hay vuelos directos de Iberia, Aeroflot, Clickair y las que seguramente me dejo, entre Rusia y España (y no sólo entre Moscú y Madrid), las posibilidades de hacer una escapada a España se han incrementado notablemente, incluso sin que se enteren en el trabajo. Uno puede salir del trabajo un viernes por la tarde, desear buen fin de semana a sus compañeros y despedirse hasta el lunes. A continuación, un viajecito al aeropuerto (cuya accesibilidad es mejorable, pero parece que están en ello), montarse al avión después de los engorrosos controles de seguridad y poco menos que cenar en Madrid, e incluso en Valencia, que es lo mío. Y luego, tras dos días por allí, puede tomar uno de los vuelos nocturnos que salen desde Madrid con destino a Moscú y aparecer el lunes a las seis o siete de la mañana en el aeropuerto. Si consigue pasar por casa para tomar una ducha y cambiarse, es posible que pase desapercibido entre sus compañeros de trabajo y que éstos atribuyan las cabezadas que uno, fatalmente, dará después de comer a un fin de semana un poco más juerguista de lo habitual.
Pues bien, como tenía lugar la boda de un amigo, decidí asistir a la misma con Alfina. Tuvimos una preciosa ceremonia en la ermita de la Muntanyeta dels Sants, cerca de Sueca y de mi feudo, y un convite en la orilla de la Albufera. Poca cosa habrá más tradicional.
En esto, llegó la hora de pasar a la sala. El novio, que temía seguramente por la dignidad del acontecimiento, que suponía que podía quedar comprometida en el caso de que sus amigos estuviéramos sentados en la misma mesa, resolvió desperdigarnos por la sala para desactivarnos, y así me encontré con que buena parte de mis amigos estaban sentados estratégicamente en los rincones más alejados, mientras que a nosotros nos habían sentado con otros cuatro matrimonios. Uno de los matrimonios era el formado por Herbert y esposa, lo cual garantizaba el buen rollo, pero los otros tres habían sido cuidadosamente escogidos por el novio (a quien llamaremos Prólix, él sabe por qué) de entre los chicos y chicas "bien" de Valencia.
Llegaron unos, se nos presentaron formalmente a nosotros cuatro, y se sentaron. Luego debieron levantarse y un minuto después vimos llegar al hombre:
- ¿Habéis visto a Amparo? - nos preguntó.
- Sí, ahora mismo la he visto con otro por ahí - soltó Herbert. Es que hay que conocer a Herbert.
El hombre se quedó con la boca abierta.
- No le hagas caso, que es broma - le dijo la esposa de Herbert-. Es que él es así.
- En todo caso - dije yo-, tranquilo, que volverá. Se ha dejado el bolso en la silla.
El hombre nos miraba alternativamente sin cerrar la boca. Su mujer apareció por detrás de él.
- Mira, si ya está ahí.
El hombre tomó de la mano a la mujer, no le soltó la mano en toda la cena y ya no intercambió una palabra con nosotros. Bieeeeeennn, haciendo amigos.
Luego llegaron las otras dos parejas. Resultó que los maridos eran compañeros de colegio de Herbert y de mí mismo, aunque yo hacía algún lustro que no los veía y, realmente, eran de las últimas personas con las que esperaba compartir mesa aquel día. Ya en el colegio apuntaban maneras de chicos "bien" (no como Herbert y yo, que éramos otra cosa), y con el tiempo, y con sus respectivos matrimonios, las habían mejorado y consolidado.
Tras las presentaciones, una de ellas creyó oportuno justificar su ausencia de la ceremonia religiosa, de la que ninguno nos habíamos percatado.
- Ess que hemoss esstado en la Copa América, en lass regatass ¡Huy, de verdá! Si tenéiss oportunidad, si conocéiss a alguien que tenga un barco, que oss lleve, de verdá. Y, claro, despuéss nos hemoss ido hacia Sagunto y no hemos vuelto al puerto hassta lass cinco y esso.
- Y, claro - continuó su marido-, ya nos hemos al apartamento a cambiarnos y no hemos llegado a la misa ¿Ha estado bien?
Alfina creyó llegado el momento de intervenir.
- Sí, ha sido una ceremonia preciosa. Y el cura ha estado muy bien y muy simpático. Me ha gustado mucho.
El marido se quedó confuso. Yo creo que su "¿La misa ha estado bien?" había sido una pregunta de compromiso, pero no tenía mucho interés en la respuesta.
- Puess la regata ha esstado ssuperbién. De verdá, si conocéiss a alguien, algún amigo o esso, que os lleve. Pero, esso ssí, que el barco lleve televissión, porque si no no te enterass de nada.
- Claro, en la televisión te ponen gráficos superexactos, que te lo explican todo, quién va delante.
Decidí atreverme a hacer una pregunta.
- ¿Y quién ha ganado la regata?
Los seis me miraron como a un ser ausente de este mundo, un ente carente de la cultura más básica.
- Ha ganado el "Alinghi" - dijo uno.
- ¿Y cómo ha estado la cosa?
- Puess el New Zealand tiene basstante habilidad y ess muy maniobrero en lass trassluchadass, pero sse notó que hay mucha diferencia en las empopadass, porque el Alinghi es máss rápido. Y claro, en la empopada final le acabó ssacando máss de veinte ssegundos, aunque al final loss del New Zealand sse dejaron ir.
La conversación en la mesa siguió animadamente entre seis de los diez comensales. Yo traté de ocuparme de otra cosa (a estas alturas deberá haber quedado claro que la vela no es lo mío) y, a falta de compinches en los que pudiera confiar, me levanté y me puse a organizar a los amigos sentados por la izquierda, mientras Alfina hacía lo propio con los de la derecha, para gritar un "¡Que se besen!" a voz en grito. Prólix, el novio, que no me perdía ojo, me seguía con la mirada.
Volvimos a los asientos.
- A las diez y veinte en punto comenzamos con un "que se besen" - avisé.
- ¡Huuuuuuy! A la novia no le va a gusstar nada esso.
- Pues no haberse casado.
El "que se besen" fue un éxito y la sala lo coreó. Espero que a la novia, a pesar de todo, le gustase, porque, si no, vaya mal comienzo. Algún gritito más conseguimos organizar, pero la verdad es que Prólix nos lo había puesto difícil con su política de diáspora. Pocas veces me he sentido tan impresentable como ésa. Sólo había que ver cómo nos miraban nuestros compañeros de mesa, que seguían hablando de temas como la carrera profesional, con doctorado en tres países, de uno de ellos, el cambio climático, el Protocolo de Kioto y otros a cuál más apasionante. Y regatas, muchas regatas. Empopadas. Trasluchadas. A mí me sonaba a orgullo gay eso de empopada. Pues que empopen a otro, a ver si sale trasluchado.
Cada uno de los matrimonios tenía un hijo, prácticamente recién nacido, y ni uno más. El tema de conversación varió ligeramente.
- ¿Vossotross cuántoss tenéiss?
- Tres - dijo Alfina toda orgullosa.
- ¿Y qué edadess tienen?
- Ocho, seis y tres años.
- ¡Huuuuy! No parecéiss que tengáiss hijoss tan mayoress.
Alfina se mordió la lengua.
No diré que el fin de la cena significó una liberación, pero sí es cierto que, al comenzar los músicos a tocar, los amigos nos juntamos, agarramos a Prólix, lo manteamos, nos pusimos la corbata en la frente los que la teníamos, y alcanzamos a hacer el cabra un poco. Finalmente, no estuvo la cosa mal del todo.
Dos días después, mientras trataba de sobrevivir en Moscú a la noche sin dormir que era el viaje de vuelta, me llegó un correo electrónico de uno de los amigos.
"El New Zealand" se ha puesto por delante 2 a 1. Parece que el "Alinghi" no empopa bien."
Qué graciósssssss...
Pues bien, como tenía lugar la boda de un amigo, decidí asistir a la misma con Alfina. Tuvimos una preciosa ceremonia en la ermita de la Muntanyeta dels Sants, cerca de Sueca y de mi feudo, y un convite en la orilla de la Albufera. Poca cosa habrá más tradicional.
En esto, llegó la hora de pasar a la sala. El novio, que temía seguramente por la dignidad del acontecimiento, que suponía que podía quedar comprometida en el caso de que sus amigos estuviéramos sentados en la misma mesa, resolvió desperdigarnos por la sala para desactivarnos, y así me encontré con que buena parte de mis amigos estaban sentados estratégicamente en los rincones más alejados, mientras que a nosotros nos habían sentado con otros cuatro matrimonios. Uno de los matrimonios era el formado por Herbert y esposa, lo cual garantizaba el buen rollo, pero los otros tres habían sido cuidadosamente escogidos por el novio (a quien llamaremos Prólix, él sabe por qué) de entre los chicos y chicas "bien" de Valencia.
Llegaron unos, se nos presentaron formalmente a nosotros cuatro, y se sentaron. Luego debieron levantarse y un minuto después vimos llegar al hombre:
- ¿Habéis visto a Amparo? - nos preguntó.
- Sí, ahora mismo la he visto con otro por ahí - soltó Herbert. Es que hay que conocer a Herbert.
El hombre se quedó con la boca abierta.
- No le hagas caso, que es broma - le dijo la esposa de Herbert-. Es que él es así.
- En todo caso - dije yo-, tranquilo, que volverá. Se ha dejado el bolso en la silla.
El hombre nos miraba alternativamente sin cerrar la boca. Su mujer apareció por detrás de él.
- Mira, si ya está ahí.
El hombre tomó de la mano a la mujer, no le soltó la mano en toda la cena y ya no intercambió una palabra con nosotros. Bieeeeeennn, haciendo amigos.
Luego llegaron las otras dos parejas. Resultó que los maridos eran compañeros de colegio de Herbert y de mí mismo, aunque yo hacía algún lustro que no los veía y, realmente, eran de las últimas personas con las que esperaba compartir mesa aquel día. Ya en el colegio apuntaban maneras de chicos "bien" (no como Herbert y yo, que éramos otra cosa), y con el tiempo, y con sus respectivos matrimonios, las habían mejorado y consolidado.
Tras las presentaciones, una de ellas creyó oportuno justificar su ausencia de la ceremonia religiosa, de la que ninguno nos habíamos percatado.
- Ess que hemoss esstado en la Copa América, en lass regatass ¡Huy, de verdá! Si tenéiss oportunidad, si conocéiss a alguien que tenga un barco, que oss lleve, de verdá. Y, claro, despuéss nos hemoss ido hacia Sagunto y no hemos vuelto al puerto hassta lass cinco y esso.
- Y, claro - continuó su marido-, ya nos hemos al apartamento a cambiarnos y no hemos llegado a la misa ¿Ha estado bien?
Alfina creyó llegado el momento de intervenir.
- Sí, ha sido una ceremonia preciosa. Y el cura ha estado muy bien y muy simpático. Me ha gustado mucho.
El marido se quedó confuso. Yo creo que su "¿La misa ha estado bien?" había sido una pregunta de compromiso, pero no tenía mucho interés en la respuesta.
- Puess la regata ha esstado ssuperbién. De verdá, si conocéiss a alguien, algún amigo o esso, que os lleve. Pero, esso ssí, que el barco lleve televissión, porque si no no te enterass de nada.
- Claro, en la televisión te ponen gráficos superexactos, que te lo explican todo, quién va delante.
Decidí atreverme a hacer una pregunta.
- ¿Y quién ha ganado la regata?
Los seis me miraron como a un ser ausente de este mundo, un ente carente de la cultura más básica.
- Ha ganado el "Alinghi" - dijo uno.
- ¿Y cómo ha estado la cosa?
- Puess el New Zealand tiene basstante habilidad y ess muy maniobrero en lass trassluchadass, pero sse notó que hay mucha diferencia en las empopadass, porque el Alinghi es máss rápido. Y claro, en la empopada final le acabó ssacando máss de veinte ssegundos, aunque al final loss del New Zealand sse dejaron ir.
La conversación en la mesa siguió animadamente entre seis de los diez comensales. Yo traté de ocuparme de otra cosa (a estas alturas deberá haber quedado claro que la vela no es lo mío) y, a falta de compinches en los que pudiera confiar, me levanté y me puse a organizar a los amigos sentados por la izquierda, mientras Alfina hacía lo propio con los de la derecha, para gritar un "¡Que se besen!" a voz en grito. Prólix, el novio, que no me perdía ojo, me seguía con la mirada.
Volvimos a los asientos.
- A las diez y veinte en punto comenzamos con un "que se besen" - avisé.
- ¡Huuuuuuy! A la novia no le va a gusstar nada esso.
- Pues no haberse casado.
El "que se besen" fue un éxito y la sala lo coreó. Espero que a la novia, a pesar de todo, le gustase, porque, si no, vaya mal comienzo. Algún gritito más conseguimos organizar, pero la verdad es que Prólix nos lo había puesto difícil con su política de diáspora. Pocas veces me he sentido tan impresentable como ésa. Sólo había que ver cómo nos miraban nuestros compañeros de mesa, que seguían hablando de temas como la carrera profesional, con doctorado en tres países, de uno de ellos, el cambio climático, el Protocolo de Kioto y otros a cuál más apasionante. Y regatas, muchas regatas. Empopadas. Trasluchadas. A mí me sonaba a orgullo gay eso de empopada. Pues que empopen a otro, a ver si sale trasluchado.
Cada uno de los matrimonios tenía un hijo, prácticamente recién nacido, y ni uno más. El tema de conversación varió ligeramente.
- ¿Vossotross cuántoss tenéiss?
- Tres - dijo Alfina toda orgullosa.
- ¿Y qué edadess tienen?
- Ocho, seis y tres años.
- ¡Huuuuy! No parecéiss que tengáiss hijoss tan mayoress.
Alfina se mordió la lengua.
No diré que el fin de la cena significó una liberación, pero sí es cierto que, al comenzar los músicos a tocar, los amigos nos juntamos, agarramos a Prólix, lo manteamos, nos pusimos la corbata en la frente los que la teníamos, y alcanzamos a hacer el cabra un poco. Finalmente, no estuvo la cosa mal del todo.
Dos días después, mientras trataba de sobrevivir en Moscú a la noche sin dormir que era el viaje de vuelta, me llegó un correo electrónico de uno de los amigos.
"El New Zealand" se ha puesto por delante 2 a 1. Parece que el "Alinghi" no empopa bien."
Qué graciósssssss...
lunes, 2 de julio de 2007
El verdadero soldado fanfarrón
Hace unos meses inserté una entrada en la que desaprobaba la actitud de gentes, que las hay, que buscan rusas, y sólo rusas, como parejas. Entendámoslo bien, no criticaba a quienes se casan con una rusa porque les gustó, cosa que me parece fantástica, sino la de quienes exigen entre los requisitos previos de su pareja que sea rusa (incluyendo a otras etnias eslavas orientales). Eso me parecía poco claro. Vamos, que no se trata de "busco pareja", y va y resulta que es rusa, sino de "busco rusa" y, si no es rusa, no llegará a pareja.
Como la gente entiende lo que quiere y, siguiendo el refranero a pies juntillas, piensan mal para acertar (cosa que no hicieron), una pléyade de visitantes de cierto portal de temática rusa, muy popular entre los interesados en el tema, de calidad indiscutible y de tendencia prorrusa no menos indiscutible, se sintió ofendida por la entrada y, no conforme con insertar por aquí comentarios despectivos para con su autor, hizo de la entrada aquélla el objeto de una tira en sus foros de debate, donde me llamaron de todo menos bonito.
Aquella tira fue perdiendo actualidad y supongo que iría retrasándose en la paginación de tiras de los foros del portal en cuestión, por lo que debía estar cayendo en el olvido, hasta el otro día, en que he sido avisado de que un nuevo ofendido ha insertado un comentario del jaez poco amistoso que ya tenían los anteriores. Pues bien, que no se diga que oculto las opiniones negativas sobre mi persona. He ahí el comentario, tal y como lo publicó, sin cambiar una coma ni corregir una falta, ni menos tratar de bajarle del burro de picarse de cosas que no van con él, ni de, como él dice con marcial gracejo, "confundir la velocidad con el tocino":
Qué no hará este esforzado militar, y qué fanfarronerías no será capaz de perpetrar, si se lo propusiera, cuando así, como quien no quiere la cosa, y en sólo unas cuantas líneas, ha dado tal muestra de actitud militar y fanfarrona. Desde mi perspectiva patriótica (aunque menor que la suya, no faltaría más), sólo me queda felicitarme y felicitarle por el venturoso hallazgo de su media naranja, por la favorable acogida que ha tenido entre su familia política, y desear que, a partir de ahora, le falten oportunidades del tipo de las que comentaba, y las encuentre, por ejemplo, para recuperar Gibraltar o el Gurugú, que mejor servicio hará a España así que batiéndose el cobre con comentarios airados tan a destiempo.
Como la gente entiende lo que quiere y, siguiendo el refranero a pies juntillas, piensan mal para acertar (cosa que no hicieron), una pléyade de visitantes de cierto portal de temática rusa, muy popular entre los interesados en el tema, de calidad indiscutible y de tendencia prorrusa no menos indiscutible, se sintió ofendida por la entrada y, no conforme con insertar por aquí comentarios despectivos para con su autor, hizo de la entrada aquélla el objeto de una tira en sus foros de debate, donde me llamaron de todo menos bonito.
Aquella tira fue perdiendo actualidad y supongo que iría retrasándose en la paginación de tiras de los foros del portal en cuestión, por lo que debía estar cayendo en el olvido, hasta el otro día, en que he sido avisado de que un nuevo ofendido ha insertado un comentario del jaez poco amistoso que ya tenían los anteriores. Pues bien, que no se diga que oculto las opiniones negativas sobre mi persona. He ahí el comentario, tal y como lo publicó, sin cambiar una coma ni corregir una falta, ni menos tratar de bajarle del burro de picarse de cosas que no van con él, ni de, como él dice con marcial gracejo, "confundir la velocidad con el tocino":
Vaya vaya, menuda sorpresita! ante todo presentarme, soy un chico que debido a mi trabajo pues he viajado bastante,y es que los militares es lo que tenemos,y la verdad...no entiendo bien lo de morbosos y perversos tampoco. Da la casualidad de que, el hecho de haber pasado mucho tiempo por antiguas exrepublicas sovieticas,me hizo enamorarme de una rusa contra todo pronogstico y es que el amor y la vida es así...¡vaya putada! (lease con retintín),pero hoy visitando esta página que, me parece de gran ayuda para los que como yo empezamos con una nueva relación internacional, pues me he sentido tremendamente disgustado por los comentarios de este señor,por decir algo. Ante todo querido cosmopolita he de explicarle unas cositas que lo mismo le son útiles para el resto de su vida, la primera que no intente hacerme creer tu intensa veneracion por el producto nacional,ya que si hay alguien patriota aquí soy yo que me dedico a eso y le puedo garantizar que confunde la velocidad con el tocino,otra es que a dia de hoy ya hubiesen querido muchas españolas poder hacerme querer lo que otra si ha conseguido, y es que oportunidades nunca me han faltado ,modestia aparte y tres le puedo asegurar que cuando me fui allí tan lejos de mi casa, mi familia y todo lo que yo queria, las únicas personas que me ayudaron, me abrieron las puertas de su casa y me trataron como un hijo y no como un extranjero fueron rusas/os y así que me encantaría ver algo de colaboración por parte de la gente de nuestro pais al que yo quiero tanto,para hacerles la vida igual de facil Y le recuerdo que algunos no nos fuimos allí para buscar pareja y de haber sido al contrario pues me sigue pareciendo igual de bien. Así que un poquito de humanidad y sentido común por favor. GraciasAl leer el comentario, un sentimiento inefable me embargó. Ha valido la pena todo esto con tal de entrar en contacto con este ser admirable. Casi doscientas entradas llevo firmando bajo el subtítulo de "Miles Gloriosus", y he aquí que este comentarista, seguramente sin proponérselo, me ha superado en toda la línea. Que es soldado, lo afirma él mismo y, que es fanfarrón, bien claro queda en el comentario de alguien a quien nadie, pero nadie, gana a patriota, y que tiene un éxito con las mujeres que pá qué, visto que "oportunidades no le han faltado".
Qué no hará este esforzado militar, y qué fanfarronerías no será capaz de perpetrar, si se lo propusiera, cuando así, como quien no quiere la cosa, y en sólo unas cuantas líneas, ha dado tal muestra de actitud militar y fanfarrona. Desde mi perspectiva patriótica (aunque menor que la suya, no faltaría más), sólo me queda felicitarme y felicitarle por el venturoso hallazgo de su media naranja, por la favorable acogida que ha tenido entre su familia política, y desear que, a partir de ahora, le falten oportunidades del tipo de las que comentaba, y las encuentre, por ejemplo, para recuperar Gibraltar o el Gurugú, que mejor servicio hará a España así que batiéndose el cobre con comentarios airados tan a destiempo.