A la costa rusa del Mar Negro, más o menos entre Anapa, al oeste, casi lindando con Crimea, y Adler, al este, prácticamente en la frontera con un país que no se sabe muy bien si es Abjasia o Georgia, se le llama, de forma quizá un poco pedante, la "Riviera Rusa". Además de pedante, visto lo visto, me atrevo a decir que es un poco exagerado. Pasé por la Riviera (la de verdad) fugazmente en un viaje de fin de curso cuando tenía diecisiete años (en un paréntesis pijo, prácticamente el único, en mi historial) y la verdad es que aquello estaba muy bien.
He de decir que mi primera impresión del Mar Negro me la he llevado en Novorossisk, ciudad portuaria a más no poder y terminal de carga petrolífera. Y, claro, aquello estaba lleno de grúas y el mirador desde el que mi anfitrión me enseñaba la bahía estaba atestado de botellas vacías, latas y otros desperdicios, lo que, justo al lado del cartel de "Bienvenidos a la Riviera Rusa", quedaba por lo menos chocante.
Novorossisk, además de por ser el puerto más importante de esta zona, es un lugar famoso por haber sido protagonista de dos hechos históricos reseñables en el siglo pasado. El primero fue la "catástrofe de Novorossisk", en marzo-abril de 1920, durante la guerra civil rusa, que significó la destrucción del mayor ejército blanco operativo y condujo a la dimisión del general Denikin (el de la foto), el general blanco que anduvo más cerca de la victoria, y a su sustitución por el general barón Wrangel, que aún logró continuar la guerra en la parte europea de Rusia hasta noviembre de 1920, en que se vio obligado a desmovilizar el ejército y a exiliarse.
La segunda fue en la segunda guerra mundial y le valió a la ciudad el título de ciudad-héroe por su resistencia contra los alemanes, la más larga después de la de Leningrado, en la que se distinguió (o eso dijeron) un comisario político que luego se haría famoso y que atendía por el nombre de Leonid Brezhnev, aunque en España siempre se le llamaba Leónidas (Uno recuerda aquella canción de Siniestro Total: Voy a ver a Leonidas, con mi nuevo par de Adidas). El tal Brezhnev escribió un libro (bueno, al parecer no fue él, sino un negro rojo) contando sus hazañas por allí.
Sobre Brezhnev hay montones de chistes. Los rusos son buenísimos para los chistes, aunque en castellano pierden mucho (o todo); pero, por ejemplo, por poner dos que se entienden fácilmente mirando el retrato oficial del prócer:
- ¿Qué son las cejas de Brezhnev?
- Son como los bigotes de Stalin, pero a un nivel superior.
Brezhnev: "¡Camaradas! Muchos piensan que acaparo todos los honores y condecoraciones, y eso no es así en absoluto. Precisamente ahora acabo de rechazar el mayor honor que concede la república de Mauritania: una anilla de oro en la nariz."
Hoy, lo que pude ver de Novorossisk no es precisamente bonito. La ciudad es industrial a tope, aunque, por fortuna, nuestro destino no estaba allí, sino que seguimos camino a Gelendzhik. Pero eso le toca a la siguiente entrada.
Pues de momento no parece un viaje turístico muy bueno.. ainssssss
ResponderEliminarBesitossss
PD: Madre del Amor Hermoso (es que no lo había dicho, jejeje)
Esther, no, la verdad es que, hasta aquí, hubiera podido ser mejor.
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