miércoles, 8 de marzo de 2023

Primavera en Bruselas

El pistoletazo de salida de la primavera en Bruselas, al menos para mí, lo da la camelia de mi jardín: en el momento en que estalla el primer capullo, es señal de que ya estamos en primavera. Y eso ocurrió el otro día, creo que exactamente el 2 de marzo. Es verdad que desde entonces ha hecho un frío del carajo, y que desde anteanoche lleva lloviendo sin parar, pero la flor de la camelia está ahí, así que el que no se consuela es porque no quiere. El tiempo es repelente y nada augura que vaya a venir algo de bonanza... pero la camelia ha florecido, así que algo, una mejora, está en ciernes.

Supongo que la camelia reacciona a la longitud del día y al tiempo que le dé la luz, porque calor, lo que es calor, ha hecho menos del justito desde las Navidades. El caso es que ya la cosa está en marcha, e incluso parece que las temperaturas, que siguen a un nivel al que el grajo vuela bajo, podrían enderezarse dentro de unos días. Si así fuere, que ojalá, incluso tendré camelias en flor en abundancia, a medida que los capullos, que están ahí, agazapados, empiecen a atreverse a abrirse.

El resto del jardín tiene menos prisa que las camelias. Es cierto que se ven brotes verdes en algunas plantas, pero con bastante parsimonia. Y el colmo de la parsimonia son, en primer lugar, el roble que se ve en la foto junto a la camelia, que aún conserva las hojas muertas del año pasado. Hojas muertas, que no secas, porque la lluvia constante las tiene mojadas de manera permanente. En segundo lugar está la parra, que, por experiencia, no va a desperezarse sino hasta entrado abril. A ver si este año, a falta de uvas, que las da escasas, pequeñas y huesudas, da sombra para sentarse a leer cuando, por fin, haga un tiempo que permita salir a disfrutar del jardín.

Igual eso no sucede pronto, porque me he despertado esta mañana y me he encontrado con esta visión al descorrer las cortinas. Todo nevadito hasta la exageración, y yo con estos pelos y, lo que es peor, no teniendo más remedio que ir en bicicleta al trabajo, porque andando no llegaba a tiempo, en coche me iba a jugar la vida sin ruedas de invierno, y en autobús iba a llegar aún más tarde que andando.

En fin, que sí, que tragando saliva (y sapos) he cogido la bicicleta, y mal del todo no ha ido, porque sólo me he caído una vez, cuando un camión de la basura frenó justamente delante de mí y tuve que utilizar el freno delantero. Me mojé los guantes, me congelé las manos, maldije todo lo que se movía, pero no me rompí nada, a Dios gracias, ni siquiera la rodilla sobre la que caí y que era la misma que me tenía parado hasta ayer mismo.

Volviendo al jardín, habría que mencionar los tomates. Pero sobre los tomates y las tomateras tocará escribir otro día, porque hoy no son horas.

2 comentarios:

  1. Me alegra saber que sólo (ahora aclara la RAE que le ponga tilde si considero que pueda existir confusión, y como siempre estoy confuso...) haya sido un susto. ¿Y un taxi? Aunque me imagino que eso podría dar para una jugosa serie...

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  2. Fer Sólo Fer, su nombre ya permitía sospechar que es usted tildista a muerte, como también yo lo soy, en esta querella que amenaza con separar a los españoles más aún que la cebolla en la tortilla de patatas.

    Un taxi no hubiera llegado a mi casa, al menos no a tiempo para llevarme al trabajo a la hora de entrada. En bicicleta, cayendo y todo, lo conseguí. La verdad es que, al menos de momento, no soy mucho de taxis, pero quizá la cosa cambie cuando me quede sin coche, cosa que sucederá, si nadie lo remedia, a finales de 2024.

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