viernes, 17 de febrero de 2023

La resonancia nocturna (III). Consiguiendo cita

Llamar a un hospital bruselense es un ejercicio de paciencia, sobre todo si se hace en horas muy frecuentadas. Un viernes por la tarde no es el mejor momento para encontrar a nadie con ganas y motivación, o para encontrar a quien sea, aunque no tenga ganas ni motivación. Prueba de ello es que, tras buscar el teléfono del hospital recomendado, donde, además, ya tenían mis datos desde cierta colonoscopia que me tocó sufrir hace un par de años, y de anos, llegó a mis oídos la monótona sintonía del robot que, por defecto, ataca al incauto que pretende hablar con un humano. O inhumano, pero que no repita siempre lo mismo, por Dios.

"Bienvenido al hospital Chirec. Todas nuestras líneas están ocupadas. No cuelgue. Le atenderemos en cuanto nos sea posible."

Y la consabida musiquita que se supone que te debe tranquilizar, pero, la verdad, como uno termina asociándola a esos momentos de incómoda espera, el resultado pavloviano es que genera una sensación de impaciencia que tranquiliza más bien poco.

Eso sí, de vez en cuando hay interrupciones.

"Si desea hablar en francés, pulse 1. Si desea hablar en neerlandés, pulse 2. Si desea hablar en inglés, pulse 3."

Sí, sí, en inglés también. Supongo que son las ventajas de que la red hospitalaria belga sea de titularidad privada, que pasan ampliamente de que unos idiomas sean oficiales y otros no, sino que les basta con que el paciente se maneje mejor en ellos. En España, al menos en Valencia, las posibilidades de ser atendido en una lengua que no sea el castellano son reducidas. Bueno, sí, a veces consigues que te atiendan en valenciano, pero a la mayoría del personal no acaba de convencerles esa alternativa, y se nota; como, al fin y a la postre, se trata de tu salud y con eso no se juega, pues hablas en castellano y apañado.

Aquí no. Aquí, si no te enteras contreras ni en francés ni en neerlandés, es posible que te atiendan en algo bastante parecido al inglés.

Bueno, eso si te atienden, que ésa es otra, y más en viernes por la tarde.

"El tiempo de espera de nuestras líneas es muy largo. Calculamos que el tiempo de espera es de...

... siete...

...horas...

...veinticinco...

...minutos...

Si lo desea, puede dejarnos su número de teléfono, y nos comprometemos a ponernos en contacto con usted en menos de veinticuatro horas."

En vista de la situación, seguí las instrucciones para dejarles mi número de teléfono, pulsando las teclas adecuadas.

"Su número de teléfono es el cero uno dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve. Para confirmar, pulse almohadilla."

Pulsé almohadilla, claro, porque efectivamente el número que pronunció el robot era el mío.

"Le llamaremos en un plazo de veinticuatro horas. Por favor, no siga llamando a nuestro número para no confundir a secretaría. Nosotros le llamaremos a usted."

Y ahí se terminó la llamada.

No es que esperase que me llamase nadie durante el fin de semana, claro, por lo que no fue demasiado decepcionante que ocurriera precisamente lo que me temía.

En cambio, hubiera sido un detallazo que me llamasen el lunes (aunque, seré sincero, tampoco tenía muchas esperanzas). Menos mal que estaba esperando sentado.

El martes por la mañana decidí por unanimidad que ya estaba bien de hacer el canelo y desobedecí las indicaciones de no volver a llamar yo mismo. Me recibió el mismo robot repelente del viernes, pero al medio minuto sonó un ruido esperanzador de línea comunicando de toda la vida, y enseguida estuve hablando con lo que indudablemente era una persona.

Le expliqué el caso y que tenía un volante para sendas resonancias magnéticas de mis dos maltrechas rodillas.

- Tengo hora para el día x de febrero a las tres y cuarenta ¡Atención! He dicho las tres y cuarenta, no las quince y cuarenta. Es por la noche del jueves al viernes, no la del viernes al sábado.

"Pues era verdad eso de las citas a horas intempestivas."

- La tomo, la tomo, pero tenga en cuenta que son las dos rodillas.

- Ah, pues para la otra rodilla hay que tomar otra cita.

- Ah...

- Tengo hora al día siguiente. A la una y cuarenta, también por la noche. La noche del viernes al sábado, no la del sábado al domingo.

La de veces que habrán tenido gente que acude a la hora que no es. Qué cierto es que la noche les confunde...

Tomé las dos citas. Qué remedio. Como ya tenían todos mis datos del incidente de la colonoscopia, no tuve que repetirlos, lo cual es un alivio, ya sea en francés, neerlandés, inglés o en aranés, porque mi dirección personal de correo electrónico es larga y farragosa y difícil de dictar por teléfono.

La cita era como tres semanas después, no vayamos a creer que las citas nocturnas son tan poco populares que nadie las quiere y uno puede tenerlas poco menos que enseguida. A los pocos minutos me llegó un correo electrónico confirmando la cita y dándome instrucciones para acceder al hospital a horas tan intempestivas; es más, a los pocos días me llegó un correo postal con exactamente la misma información y un plano bastante detallado de dónde aparcar. Por los dos medios, me recalcaban bien clarito, en francés, neerlandés e inglés que llevase mi documento de identidad, y la petición de análisis del médico. E insistían en que la cita era de madrugada y que no me llamase a engaño. Vamos, que no podía decir que no me habían avisado.

Yo no sé si en España la sanidad pública tiene montada una red de comunicaciones como la que tienen aquí. En el hospital oncológico que me ha tocado frecuentar más o menos durante los últimos cinco años, la respuesta es que básicamente sí, pero en modo mucho menos insistente: me llegaban mensajes de texto al teléfono cada vez que me tocaba acercarme por allí, aunque lo cierto es que era a horas más normales. Pero ese hospital no cuenta, porque es privado, aunque concertado con la sanidad pública. En los hospitales públicos puros y duros no sé si envían tantos recordatorios a los pacientes.

Lo de los mensajes de texto se fue repitiendo aquí a medida que nos acercábamos a la cita. Me llegó un mensaje cuatro días antes (bueno, me llegaron dos, uno por cada cita), y otro la víspera. Estaba hasta el gorro de tanto mensajito, pero bueno, supongo que lo fácil para el hospital es programar el "push" y olvidarse de la cuestión.

En fin, que llegamos al día de autos con una pregunta incómoda. Teniendo en cuenta que la cita era a las cuatro menos veinte de la madrugada y el día siguiente era laborable, ¿trasnocho o madrugo?

La respuesta, así como la experiencia en un hospital a deshora, mejor será que se quede para la próxima entrada, porque hoy se hace tarde. No tanto como el día de la resonancia, pero también.

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