miércoles, 27 de octubre de 2021

Retornando

Desde que comenzó la pandemia, se nos viene anunciando más o menos cada tres meses que se ve la luz al final del túnel, y que el retorno a la normalidad está al caer. Primero fue lavarse las manos muchas veces, y ponerse guantes, y así estaríamos en condiciones de salvar el verano de 2020. Luego resultó que las mascarillas eran la salvación, y que los guantes era mejor no usarlos, porque daban una falsa sensación de confianza. Luego llegaron las vacunas, y al principio todas eran igual de buenas, pero más adelante se vio que unas eran más iguales que otras, como los animales de "Rebelión en la granja". Total, que al mismo se dijo que lo de vacunar es indispensable, pero eso no quiere decir que no puedas contagiar o ser contagiado, así que hay que seguir con las mascarillas, lavándose las manos (hay gente que se ha lavado las manos más veces en este año y medio que en toda su vida anterior) y separándonos metro y medio de nuestro prójimo.

Esta vez, al menos en Bruselas, las cosas parece que van en serio. Hace tiempo que nadie se pone máscara, salvo para entrar a tiendas, templos y autobuses, y el tráfico ha recobrado la insoportabilidad de antaño, y eso que la gasolina está por las nubes. En hora punta, que vuelve a ser un momento especialmente concurrido, tenemos a los típicos camiones de ocho ejes desplazándose por las callejuelas de la ciudad, y a los camiones de basura bloqueando la calle, porque aquí la basura no se recoge por la noche, como en todas las ciudades en que he vivido, sino a eso de las ocho y media o nueve de la mañana, justo cuando la gente lleva a sus hijos al colegio, con lo que hay calles en que se monta un tinglado tal, que llamarlo atasco no es hacerle justicia y se queda corto.

Y luego está la lluvia. Claro, no porque hubiera pandemia ha dejado de llover, pero la gente que podía se quedaba teletrabajando desde casa y así parece que llueve menos. Como, entretanto, el gobierno belga (últimamente existe y todo) ha eliminado el teletrabajo obligatorio, el resultado es que la gente se echa a las calles, y cuando lluve se ponen nerviosos. Los valencianos pensamos que la aversión a la lluvia es cosa de Valencia, y es cierto que nosotros desaparecemos cuando caen cuatro gotas, como si fuéramos azucarillos, pero en Bélgica, entre los atascos y los nervios, los conductores parecen a veces Gremlins mojados.

Lo que voy a escribir está muy feo, además de que no deja de tener cierto peligro, pero igual, confinados en casa en plena pandemia, no estábamos tan mal, pero lo cierto es que, opine lo que opine, parece que los contagios empiezan a remontar de nuevo e igual dentro de un par de semanas estamos en teletrabajo 100%.

Total, como lo que pase apenas depende de mí...

(P.S.: Justo ayer, la comisión de concertación belga volvió a sus recomendaciones de que la peña teletrabaje todo lo que pueda. No, si se veía venir...)

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