¡Feliz año nuevo a todos los lectores que quedan! Ya estamos de vuelta en Bruselas, y confinados en casa hasta haber pasado dos pruebas PCR negativas. El 30 de diciembre, en mitad, pues, de mi estancia en España, las autoridades belgas cambiaron las reglas del juego y decidieron que todo el que llegara a Bélgica desde una zona roja (y, entretanto, el mundo entero se ha convertido en una enorme zona roja) debía llegar con una prueba PCR negativa bajo el brazo... excepto los residentes en Bélgica, que no debían necesariamente hacerse la prueba en el país de donde venían, pero sí debían hacer una al día siguiente de su llegada y, con independencia del resultado de la misma, quedarse encerrados en casa durante una semana como mínimo. Sólo al séptimo día podían someterse a una segunda prueba; si ésta era, también, negativa, albricias: la cuarentena y el consiguiente encierro terminarían al recibir el segundo resultado negativo.
Hasta ahora, he conseguido convencer a las autoridades madrileñas de que resido en Madrid; a las valencianas, de que resido en Valencia; y a la entrada convencí igualmente a las belgas de que resido en Bruselas. A veces se sorprende uno de lo que le avispan para luchar contra las burocracias unos lustros como extranjero en Rusia, pero es que en este contexto desquiciado vale todo para esquivar los controles a que deben someterse los no residentes.
Por fortuna, el tiempo en Bruselas no acompaña. Sí, ya sé que en Madrid hay nieve a manta, y que, en general, y exceptuando las Canarias, en España hace un frío del quince; pero en Bélgica hace el habitual tiempo gris y lluvioso, con bastante fresquito, aunque quizá no tanto como en España, y salir a la calle no apetece en absoluto. Lo cual es una suerte, porque de todas formas lo tengo prohibido.
Para ser sincero, tenía la intención de desafiar la cuarentena el domingo pasado, para ir a misa. En principio, la cuarentena sólo se puede quebrar para tres cosas: comprar comida e ir al médico o a la farmacia. Ir a misa no está entre ellas, pero yo tenía la intención de, si me pillaban, arrostrar el pequeño martirio de jugarme una multa.
Ahora bien...
- Papá, no vamos a pasar una semana entera en casa, ¿verdad?
Ame parecía poco convencido de la necesidad de respetar las normas belgas.
- Hombre, pues sí, nos quedaremos en casa, excepto para comprar comida.
- Pero yo voy a salir. Quiero quedar con gente.
- Está prohibido. No lo puedo permitir. Además de que es irresponsable, nos exponemos a sanciones durísimas.
- ¡Pues me da igual! ¡Yo no me voy a quedar en casa!
- ¿Que no? ¡Pues claro que te vas a quedar en casa! ¡Y yo también! ¡No voy a salir más que a hacerme las pruebas, y tú tampoco!
La conversación, por llamarla de algún modo, siguió por estos mismos derroteros aún bastante tiempo, finalizado el cual, y muy a regañadientes, Ame comprendió que había topado con una línea roja.
Y yo comprendí que, como se me ocurriera ir a misa rompiendo la cuarentena, iba a perder la poca autoridad paternal que todavía me queda, así que decidí dejar el martirio para otro momento. Al fin y a la postre, las misas en Bruselas siguen limitadas a quince personas, por grande que sea el templo en el que tengan lugar, y no es cosa de privar de la Eucaristía a otros fieles que no deban violar la ley para participar en ella. Ya correrán, si Dios quiere, mejores tiempos.
Entretanto, tras algunos días de confinamiento y de clases en línea, Ame se ha escapado en un par de ocasiones en las que dejó de llover. Según él, a dar una vuelta, sin ver a nadie. Sospecho que me engaña, porque yo, cuando voy a dar un paseo, no me meto colonia hasta en los dedos de los pies.
Pero eso será materia de otra entrada, porque ésta, habida cuenta de lo tarde que se ha hecho, termina aquí.
Aquí un ávido lector des de Catalunya
ResponderEliminar, colgado, eso sí, por la nieve.
No desfallezcas en relatarnos estas historias, que sigo des de las historias sobre Rusia y que me parecen muy interesantes.
Siempre nos queda Youtube para compensar la no asistencia a misa...
ResponderEliminarSecundo a JMORE.
ResponderEliminarJmore, benvingut! Vamos poco a poco, pero vamos al fin y a la postre.
ResponderEliminarUnknown, ya sabes que no es una compensación completa, sino sólo muuuuuy parcial. Entre la comunión espiritual y la auténtica, no hay color.
Fer Sólo Fer, si Dios quiere, aquí queda bitácora para algún tiempo más.