lunes, 27 de julio de 2020

Pajottenland

La periferia de Bruselas es la gran desconocida entre los guiris que habitamos dentro de ella, lo cual es una verdadera lástima y algo que, al menos en nuestro caso, vamos a intentar remediar poco a poco.

Así como en Moscú disponíamos del "Anillo de Oro" (Золотое кольцо), como un cinturón de ciudades históricas razonablemente bien conservadas a las que poder realizar excursiones culturales, suponiendo que fuésemos capaces de eludir los atascos infinitos para entrar o salir de la ciudad, en Bruselas tenemos el "Groene Gordel" (Cinturón Verde), que se corresponde con la zona pintada de verde (¡claro!) en el mapa y que los flamencos han construido teniendo un cuidado enorme de impedir que figurara en la misma ni un solo municipio valón, y eso que Waterloo es verde como pocos sitios y está a tiro de piedra de Bruselas, sólo separada de ella por una estrecha franja de Flandes que, naturalmente, sí que está en el Gordel, porque un cinturón que no rodea completamente la cintura no es cinturón ni es nada.

La parte de poniente del Gordel es el Pajottenland, que, cuando hablé de él a Ame, que está pasando unos días, digamos, especialmente confinado, le pareció una palabra fea y malsonante, y hay que reconocer que en castellano destaca lo suyo. De hecho, la procedencia del término no es clara del todo. Según algunos, podría proceder de la palabra paja, efectivamente, pero en sentido estricto, al ser de este material como estarían construidos los techos de la región, al modo de barracas valencianas. Otros quieren pensar que el término procede de pays, que, naturalmente, es país, unido al sufijo francés -ot, y que vendría a denominar a los soldados enrolados en el ejército imperial naturales de los propios Países Bajos, por oposición a los austríacos forasteros. El caso es que en esta zona, incluida hoy en el Brabante Flamenco, no es adecuado intentar siquiera hablar francés, pero su nombre, sea cual sea la versión que se adopte, viene del valón.

Se trata de una zona agrícola, muy fértil, poblada de maizales, trigales, y cultivos de verdura como el apio y la patata, pero también algunos frutales como el cerezo, el nogal, el manzano y algunos otros que no identifico. Y mucha ganadería. Es fácil ver vacas y caballos por el campo, que aquí no han sido completamente reemplazados por los tractores, aunque sea por apego a las tradiciones, más que por productividad.

Ya nos habían hablado en alguna que otra ocasión de la zona, así que decidimos aprovechar uno de estos fines de semana de fronteras semiabiertas y turismo problemático para hacer una primera incursión por la zona. El lugar elegido fue el más alejado de Bruselas, Vollezele, que, de todas formas, sólo nos llevó unos tres cuartos de hora alcanzar. Unos cuarenta kilómetros, que en Rusia es poco menos que ser vecino, pero que aquí es una distancia considerable.

El lugar es agrícola y ganadero, como quedó dicho y, como es habitual en casi todos los sitios rurales, pero curiosamente no en España, de derechas de toda la vida. Uno mira a los resultados de las elecciones municipales y se encuentra con una hegemonía aplastante del CDV, el equivalente flamenco del PP. En los últimos años, sin que peligre aún la mayoría absoluta del CDV, el votante parece escorarse algo... hacia la derecha, porque han aparecido concejales de la Alianza Neoflamenca y, desde las últimas elecciones, un flamante concejal de Vlaams Belang.

Vollezele era un municipio independiente hasta 1977. Criticamos mucho a Bélgica por su complicada estructura administrativa, pero debemos reconocer que, a nivel municipal, algo han hecho para simplificarla, y que el momento decisivo fue precisamente 1977, cuando tuvo lugar la fusión de municipios más considerable y Bélgica pasó de 2359 a 596 municipios (en España hay más de ocho mil). Uno de los que desapareció fue Vollezele, un precioso pueblo que hoy cuenta con algo menos de dos mil habitantes y que está englobado en el municipio de Galmaarden. Se le permite ostentar el título de deelgemeente, algo así como "municipio parcial", pero es pura cuestión de ostentación, porque no tiene la menor consecuencia.

Vollezele es un lugar apegado a sus tradiciones, la más visible de las cuales es el caballo de tiro, hasta el punto de que hay un museo dedicado al mismo. Precisamente ese museo, hoy cerrado a causa de la pandemia, es el punto de partida del itinerario que vamos a realizar, que nos llevará al Congoberg (monte Congo) y a las razones de este nombre, y que será objeto de una entrada posterior, porque ésta se está haciendo muy larga.

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