Bruselas, esa ciudad única y a la vez múltiple, llevaba ya algún tiempo de calma chicha. A partir de la fiesta nacional, que es el 21 de julio, la desbandada empieza. Los pocos que nos hemos quedado hemos visto como, en nuestros lugares de trabajo, las filas clareaban hasta extremos poco comunes, y los que quedábamos nos dedicábamos a terminar los expedientes que esperaban algún trámite y a contar los días hasta que, también nosotros, enfiláramos en camino del aeropuerto, Zaventem o Charleroi y, desde allí, partiéramos hacia otros andurriales. Yo he vuelto por mis fueros y, en este caso, por mi ya tradicional curso intensivo de neerlandés, que, después de todo, es una lengua oficial de este país que me acoge, y aun de esta ciudad. A la chita callando, ya he terminado el cuarto curso, lo cual me debería permitir desenvolverme con cierta soltura, pero la verdad es que, allí donde lo he intentado, sin ir más lejos en el propio aeropuerto, he estado más bien torpe.
Uno llega al control de seguridad de Zaventem, en Flandes, y se dirige con paso firme al control de seguridad. El agente se le encara a uno y le pregunta:
- English? Français? Nederlands?
Hasta hacía poco, y con la única intención de hacer la puñeta, cosa que confieso humildemente, yo respondía indefectiblemente:
- Deutsch!
No en vano el alemán es lengua oficial en Bélgica, siquiera sea en una región chiquitita, cosa que no se puede decir del inglés. Los letreros del aeropuerto, por cierto, no sólo están rotulados en las tres lenguas que me ofrecía el operario, sino también en alemán, pero lo cierto es que aún no me he encontrado con ningún segurata que controle la lengua de Goethe. Generalmente tuercen el gesto y siguen en inglés.
- Do you have any liquids? Tablets? Computers?
- Wie bitte?
Aquí ya las cosas se complican. El segurata tipo no está preparado para gentes que desconozcan alguna de las tres lenguas en que pueden comunicarse y, sin embargo, deberían estarlo. Me he encontrado con turistas alemanes cuyo inglés no vale ni para pedir la hora, y mucho menos para comprender la respuesta, y eso por no hablar de los españoles. Como tantas veces he repetido, Ryanair y las compañías aéreas de bajo coste han hecho mucho daño, y han permitido viajar al extranjero a gentes que no están preparadas para cruzar los Pirineos. Además, los españoles, con ese espíritu gregario que nos gastamos, y que comparten hasta los más independentistas del país, llevamos mal conocer gente que no hable nuestro idioma. Tendemos a hacer corro entre nosotros y, si alguien quiere conocernos, más le vale adaptarse y hablar el mejor castellano que sepa.
- Liquiden! Tabletten! Computeren!
El segurata, claro, no conoce palabras como Flüssigkeiten o Rechner, y no le vendría mal aprenderlas, que no hay para tanto, así que soy yo quien intenta enseñárselas.
- Meinen Sie Flüssigkeiten und allemöglichen Rechner? Die habe ich bei mir nicht, mindestens nicht heute...
Al final, la maleta pasa, así como mis trastos, y el segurata le chamulla a su colega en neerlandés que me registre hasta los calzoncillos, que este tío habla raro.
Ahora, no. Ahora, la pregunta sigue siendo la misma, vale:
- English? Français? Nederlands?
Pero la respuesta ya no es un seco «Deutsch!», sino:
- Nederlands, alstublieft!
Mi acento debe seguir siendo mejorable, porque el segurata me mira con cierta dosis de escepticismo, resiste la tentación de continuar en inglés, y finalmente me dice:
- Vloeistoffen? Tabletten? Computers?
Y no es que sea muy difícil lo que dice, no, pero cuando me hablan mis profesores parece un idioma inteligible, y cuando lo hace el maromo éste es como si fuera otra lengua, tú, así que me quedo como pasmado y, con mucho esfuerzo, me limito a negar con la cabeza. El segurata hace un gesto como de conmiseración, y me dirijo al arco metálico con la cabeza gacha.
Al menos, he caído lo suficientemente simpático como para que no me registren ni un poquito. Ya le hemos sacado alguna utilidad al neerlandés.
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