Por fin me estaba atendiendo alguien en aquel comercio. David, que tal era efectivamente el nombre del dependiente de marras, me hizo sentar delante de él.
- Entonces, ¿quiere cambiar la puerta de su garaje?
- Sí, he traído unas fotos. Ahora se las enseño.
- A ver.
Y es que yo iba preparado y todo. Antes de salir, había hecho unas fotos del garaje desde el interior y desde el exterior, para que me pudiera ofrecer algo coherente.
- Mmmm... - murmuró David.
- ¿Se puede hacer?
- Sí, sí, se puede hacer. Podemos poner una puerta abatible, o una puerta seccional, que parece lo más adecuado aquí.
Siguió un ratito de explicaciones técnicas, que seguí a duras penas, porque mi francés jurídico ya es bastante bueno, pero mi francés de puertas de garaje y sus circunstancias como que aún no se ha desarrollado lo suficiente.
- Bueno, pues háganme un presupuesto de lo que cuesta cada cosa.
- Primero tengo que ir a tomar las medidas.
- Claro. Si quiere y tiene tiempo, podemos ir ahora.
Iluso de mí.
- No, ahora no puedo, porque tengo una visita, pero le llamaré mañana y ya quedaremos para que pase por allí.
- Oiga, ya de paso, y como también tienen puertas de entrada, quizá nos gustaría cambiarla también.
- Bueno, eso aquí lo lleva otro colega, pero las medidas las puedo tomar yo ¿Qué tipo de puerta le gustaría?
- Hombre, una puerta seria, de un color gris. Bueno, de colores mejor que opine mi esposa, que de eso yo no controlo nada.
- Ah, ya. Bueno, tenemos estas puertas de entradas que ve usted aquí expuestas, y cualquiera de ellas se puede adaptar fácilmente a su caso, pero claro, mejor que lo hable con mi colega, el que se ocupa de las puertas de entrada. Lo mío, ya sabe, son las de garaje.
- Vale, entonces me llama mañana y toma las medidas.
- Mañana mismo le llamo sin falta.
- Hasta mañana entonces.
Y salí de la tienda. Pensé en despedirme del tipo que me había recibido en primer lugar, pero seguía muy concentrado mirando Dios sabe qué en el ordenador, así que pensé que no era cuestión de molestarlo. Pobrecito.
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