lunes, 10 de agosto de 2015

Tropezones en el relato

Yo sé bien que, para una entrada emocionante que me sale, la he interrumpido en el momento crucial, pero os aseguro que la interrumpí en el momento justo en que mi avión aterrizaba y los pasajeros que estaban a mi lado me ponían mala cara pidiendo paso. Ryanair ha hecho mucho daño y ha dado acceso a los viajes en avión a gente inculta, que no comprende que los placeres de la literatura deben tener primacía sobre el interés egoísta de los viajeros de salir cuanto antes del avión e ir al cuarto de baño. Es lo que hay. Estoy en España, de vacaciones.

Y en España no tengo tiempo. Ni un minuto. Es cierto que en Bélgica tampoco, pero en España es la repera y, cuando voy con las tres fieras, la escasez de tiempo es acuciante. Todo lo ocupan ellos. Y, cuando no son ellos, lo ocupa mi padre, que ahora mismo está a mi lado murmurándome cosas mientras me enseña unos papeles a los que quiere que eche un vistazo. O mi madre, que me llama desde su sillón preguntándome si estoy en casa.

Normalmente, en estas circunstancias, no escribiría hasta el próximo viaje en avión, pero vuestros mensajes me han conmovido y tengo que escribiros para que tengáis un poco de paciencia. La entrada está en curso, a un ritmo leeeeento, que es el único que tengo, y seguramente se concluirá dentro de poco. A ver si vuelvo a Bruselas de rodríguez unos días y consigo descansar de las vacaciones.

Que son agotadoras, la verdad. A veces creo que tendrían que abolirlas, al menos para los padres (e hijos) de familia.

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