lunes, 8 de diciembre de 2014

Huelgas

En Bélgica se han declarado varias jornadas de huelga de aquí a fin de año. Después de un tiempo récord de sólo cuatro meses de nada tras las elecciones, los tropecientos partidos flamencos y valones, que no belgas, han conseguido pergeñar una coalición y formar un gobierno en el que no están los socialistas de ningún sitio. Ahora el gobierno belga es una coalición de distintos partidos liberales y sedicentes democristianos.

Pocas semanas tras subir al poder, y supongo que tras llevarse las manos a la cabeza por las perspectivas que se venían encima, el gobierno belga (habrá que llamarlo así) ha empezado a tomar medidas de reforma, lo que el vulgo en España llama recortes, y la más llamativa es el aumento de la edad de jubilación, pero hay más. Como en España, la natalidad del país está nutrida principalmente por los emigrantes, en este caso más sarracenos que hispanoamericanos, y los europeos que viven por aquí tienen los hijos justos y, a efectos de pervivencia del sistema de pensiones, muchos menos de los justos.

Nada, pues, que no nos suene en España. En España ha habido bastante más recortes, supongo que porque quien lleva la sartén por el mango es el gobierno central, mientras que en Bélgica el gobierno central tiene competencias bastante reducidas, pero las de seguridad social las conserva, y ahí, ¡hala!, tijeretazo que te crio.

En España recuerdo que hubo una o dos huelgas generales. La primera le tocó a Zapatero y la segunda a Rajoy. Recuerdo que el seguimiento fue modesto y que el país no quedó paralizado ni mucho menos. De hecho, tengo la impresión de que el gobierno valenciano, en alguna de las convocatorias que se produjeron, prefería que el seguimiento hubiera sido masivo, para ahorrar más en salarios de funcionarios. Al final, la gente hacía cuentas y pasaba de hacer huelgas, porque las cajas de resistencia son sólo para los sindicalistas, de los que en España apenas hay alguno, y no está el horno para bollos, ni para que te vayan descontando días de salario. Así que a agachar la cabeza y a currar, que hay que sacar adelante el país.

En cambio, en Bélgica, país con un alto nivel adquisitivo, la peña hace huelga. Desde que estoy aquí ya he visto unas cuantas, incluso a nivel de empresa, y los sindicatos han convocado huelgas de transporte todos los lunes hasta el 15 de diciembre, en que lo que hay convocada es una huelga general. El lunes pasado paralizaron la red ferroviaria, hoy lo están haciendo y el 15, además (porque lo de la red ferroviaria se da por hecho), quieren hacer lo propio con el aeropuerto de Zaventem.

La cosa es curiosa, porque los sindicatos, al menos las bandas con las que me he ido cruzando estos días, piden unos servicios públicos de calidad, igual que pasa en España. La verdad es que cualquier espectador desapasionado, y yo me considero desapasionado, se da cuenta de que la calidad de los servicios belgas es mediocre, con independencia de que sean públicos, privados, tirios o troyanos. Se da cuenta, además, de que no es sólo que sean mediocres, sino que, por si fuera poco, son carísimos, y que los servicios públicos son prestados por una administración hinchadísima y voraz, que vomita regulaciones a diestro y siniestro (en alguna de las próximas entradas veremos algo de esto) y que crucifica al administrado a fuerza de impuestos, porque esto hay que mantenerlo como sea.

Vamos, que Bélgica es el país de la desgana. Es uno de los pocos países del mundo para quienes el colonialismo fue una empresa económicamente beneficiosa, porque la mayoría de los demás no salieron ganando gran cosa, de modo que a bastante gente el dinero no es que le salga de las orejas, vale, pero hambre no pasan. Dedicarse a servir, que es lo que tienen los servicios, es algo bastante desagradable, cuando no directamente humillante. Tanto que se habla de los defectos de los españoles en el Siglo de Oro, y de que nadie quería desempeñar oficios serviles, y he aquí que nos vemos en las mismas en el siglo XXI y en el que era, en tiempos del Siglo de Oro español, el país más laborioso de Europa. Vivir para ver.

Entretanto estamos de huelga, algo que para mí es una novedad, porque en el paraíso de los trabajadores en el que he pasado la casi totalidad de mi vida laboral ni el más iluso se planteó la posibilidad de hacer huelga, aunque es cierto que una vez hubo un amago de hacerla, y hasta recuerdo haber tenido algún protagonismo en el amago.

Pero la narración de eso será mejor dejarla para otro día, porque hoy el tiempo apremio. Bueno, como notará quien siga la bitácora y se dé cuenta de que apenas hay actualizaciones, el tiempo apremia muchísimo más que hace unos años, pero hoy lo hace en particular.

2 comentarios:

  1. Y a pesar de lo que apremia sacas un rato para contarnos vuestras andanzas. Deseando leer sobre aquel conato de huelga. Gracias

    ResponderEliminar
  2. Óscar Aransay, es que ando liado, pero quiero pensar que, a partir del año próximo, las cosas van a ser un poco más relajadas.

    ResponderEliminar