Volvemos a Rusia por unos días. La verdad es que no he hecho sino pasar allí el último fin de semana, y ahora estoy de vuelta por Alsacia, pero Rusia, cierto es, da para muchísimo. En primer lugar, porque allí hay una cosa que por otros lugares de Europa escasea bastante, y es gente que se rasque la cabeza y dedique su vida a pensar. En España diríamos que "esa peña se come mucho el tarro y se pasa la vida haciéndose pajas mentales", pero esta actitud sólo indica que, en España, lo de dedicarse a pensar está mal visto. En España está gente como los de la zeja o Sánchez Dragó, que no están muy bien considerados por la mayoría de la población, que a quien admira es a Cristiano o a Messi, según de qué pie cojee cada uno. Bueno, o a Ballesteros, caramba.
En Rusia, no. En Rusia, la intelectualidad es una verdadera clase social, allí llamada интеллигенция (leído como "inteligentsiya"), que tiene como misión guiar a la chusma por el camino correcto. Lo que piensan ellos mola y va a misa, y forma parte del acerbo espiritual de Oriente. El populacho, bueno, ¡qué sabrán ellos!
La diferencia con España es que a los de la banda de la zeja y sus semejantes no les hace caso nadie porque todos menos cuatro rojas están ocupados viendo el partido de fútbol en la tele y discutiendo sobre la conspiración arbitral más reciente contra el equipo que sea. En Rusia, en cambio, el pueblo realmente cree que la intelectualidad es buena gente, sabe un huevo, y mucha gente hasta les hace caso o piensan en lo que dicen, aunque sea para discrepar y refunfuñar (a más de refunfuñar no llega nadie).
Por primera vez, en esta bitácora vamos a traer a un intelectual ruso, en esta entrevista que Alfina me pasó hace unos días, que voy a ir traduciendo (y comentando algo sarcásticamente, lo reconozco) poco a poco, y cuya versión original se puede encontrar aquí, en la Rossiyskaya Gazeta, que, recordémoslo, es el periódico oficial del gobierno ruso, por lo que el intelectual entrevistado muy rebelde no debe ser. Es algo así como si en España el BOE entrevistara a Butragueño.
El entrevistado es Yuri Pivovárov, el señor de la foto de ahí arriba, un intelectual típico. Profesor universitario de una vaga disciplina situada entre la Historia y las Ciencias Políticas. Miembro de la Academia de Ciencias de Rusia. Director de un instituto de nombre complejo, cinco letras de acrónimo y utilidad práctica muy dudosa. El prototipo ideal de cantamañanas vendemotos bien formado con opinión sobre cualquier cosa, que mezcla cosas de las que sabe algo con cosas sobre las que patina lamentablemente. En España, probablemente le contratarían como tertuliano.
Vamos, pues, con la primera parte de la entrevista, traducida al castellano por un servidor:
El académico Yuri Pivovárov considera que Rusia no tiene prescrito ningún camino propio y que en el alma rusa no hay nada más misterioso de lo que pueda haber en la alemana o en la polaca.
Yuri Pivovárov: Por primera vez, Rusia trata de construir una sociedad sin idea oficial. Tendencia: somos como los demás.
¿Por qué está dividida la sociedad rusa y cómo se la puede amalgamar? ¿Vale la pena continuar la búsqueda de una idea nacional? ¿Debe Rusia, una vez ha admitido los valores occidentales, integrarse en la civilización europea o estar cerca de ella y continuar siendo especial? Sobre estos asuntos conversan el comentarista político de RG Valeri Vyzhutóvich y el director del Instituto de Información Científica de las Ciencias Sociales (IICSC) y académico de la Academia Rusa de Ciencias Yuri Pivovárov.
Alfor: ¿A que mola el nombrecito del instituto que preside el amigo? Le metes al ente que sea la palabra "científico" y cualquier cosa que le pongas alrededor parece seria.
Valeri Vyzhutóvich: Vladimir Putin ha constatado en la sociedad rusa contemporánea un "déficit de lazos espirituales". En su opinión, ¿en la época soviética existían tales lazos?
Alfor: Característica típica del periodista del régimen: en cualquier entrevista, venga o no a cuento, aparece el nombre de Putin. En ésta llega al colmo y la entrevista, directamente, comienza por las palabras "Vladímir Putin". Este hombre llegará lejos.
Yuri Pivovárov: Desde un punto de vista formal existían. Y se llamaban "ideología marxista-leninista". Pero no creían seriamente en ellos ni el oficial de los servicios de seguridad estatal Putin, ni el científico Pivovárov, ni el periodista Vyzhutóvich, todos ellos personas de la misma generación. Por lo cual yo no diría que antes hubiera algo que unía la nación.
Alfor: Además de esas tres personas, y de alguna más que el señor Pivovárov aceptaría añadir al selecto grupo de personas que podrían figurar en un grupo en el que él estuviera también, había otros trescientos millones de habitantes de la URSS que, quieras que no y por estar educados en ello, sí que estaban razonablemente convencidos del marxismo-leninismo. Yo diría que el problema es otro: que el marxismo-leninismo es mentira, y las mentiras tienen las patas cortas.
Valeri Vyzhutóvich: ¿Y un enemigo común?
Yuri Pivovárov: Hacia los años ochenta nadie, de entre la gente educada y con capacidad de raciocinio, creía que el país estuviera rodeado de enemigos. (...)
Alfor: No me puedo resistir a interrumpir a Pivovárov y su actitud prepotente típica de intelectual: el que cuenta es la persona "educada y con capacidad de raciocinio". El resto es chusma. Pero el resto, y son mayoría, pensaban que había un enemigo común. Qué digo: lo piensan hoy día, y eso que están mucho más viajados de lo que nunca ha estado ninguna generación anterior de rusos.
(...) Otra cosa es que la mayoría jugara a eso. Pero a mí en general me parece que preocuparse por la salud espiritual de la nación no está entre las competencias del Estado. Para eso están las organizaciones sociales, al fin y al cabo la Iglesia. Ahora bien, ¿qué tipo de lazos espirituales? Somos un país en mayor medida perteneciente al mundo cristiano, y en menor medida al musulmán, y las demás confesiones tienen una representación algo más débil. Pero, en principio, ¿por qué el Estado tiene que ocuparse de eso? Por supuesto, el presidente puede expresar su intranquilidad por la situación moral de la sociedad ¿Y de esto qué se sigue? ¿Van a encargar al Ministerio de Cultura la creación de algún lazo espiritual? ¿O le van a encargar eso a la Iglesia? No tengo muy claro a dónde lleva esta conversación, entiéndame.
Alfor: Vaya tela. No sé si lo sabe o no, pero lo que dice este hombre suena a "Más sociedad, menos estado", y en devolver a algo así como los cuerpos intermedios la soberanía social, quitándosela al Estado. Vázquez de Mella (y yo también, leche) estaríamos dispuestos a aplaudir con las orejas.
Valeri Vyzhutóvich: Quiéralo o no, pero en la Rusia de hoy ha aparecido cierta ideología común con pretensiones de ser estatal. Es el patriotismo.
Yuri Pivovárov: No puede haber una ideología estatal. La Constitución lo prohíbe. Cuando Nicolás I pidió al conde Uvarov una ideología estatal y éste inventó la famosa triada "ortodoxia, autocracia, pueblo", eso no le trajo nada bueno a la cultura rusa. Pushkin no se inscribía en la triada de Uvarov. Glinka, Bryullov, Lermontov tampoco se pueden incluir en ella. En una palabra, aquí hay que ser precavido. Es una esfera muy delicada.
Alfor: Pues no. Después de soltarnos un párrafo sociedalista-carlista, Pivovárov pasa inmediatamente a un argumento positivista (La Constitución lo prohíbe, y sanseacabó), que es el que usa habitualmente el mundo pepero (y sociata) en España y que obviamente es totalmente incongruente con el anterior. Además, es la típica excusa rusa para no hacer algo, tanto más que la Constitución rusa es dudosísimo que prohíba el patriotismo. Que no se entere Rusia Unida, que la cambia.
* * *
De momento lo dejamos aquí, que se hace tarde, pero ya se ve por dónde van los tiros. Dicho esto, adelanto que, en los próximos apartados, Pivovárov va a decir algunas cosas con las que sí estoy de acuerdo, pero, por contra, va a demostrar un patrón que en su generación, se repite una y otra vez entre los rusos: una ignorancia invencible en cuestiones de religión. Lo que, naturalmente, no les impide opinar sobre ella como si fueran la mano derecha del Patriarca.
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