En Bélgica, podría decirse que más o menos tengo controlado el proceloso mundo de la recolección de la basura. Me ha costado, leches, me ha costado. Ya sé que los envases van a una bolsa especial y el papel a otra, y que las recogen dos veces al mes, y que el resto del mes te las quedas en casa; ya sé que todo lo demás va a otra bolsa, que recogen dos veces por semana. Ya sé que no hay contenedores de basura, y que por eso las calles de Bruselas están jalonadas de montones de bolsas, que dan una imagen patética y tercermundista de la que presume de ser la capital de Europa.
¿Todo controlado? Pues va a ser que no. Todavía falta el cristal.
El cristal no va a la bolsa de envases, ni a la de papel, ni a la tercera bolsa. Los envases de cristal sí que se supone que van a contenedores, especiales para cristal, y deben ser depositados allí sin falta, so pena de ser tachado de criminal ecológico y de acabar con un multazo de órdago. Y eso porque la armada belga, si es que existe tal cosa, no tiene galeras de remo, que, si no...
En esto, llegaron mis invitados, Juan y Pedro, a los que ya hemos visto en acción. Unos amigos poco menos que de la infancia con los que me he corrido más de dos y de tres juergas, y que venían con intención de reverdecer laureles, así que, quieras que no, su visita acabó con tres botellas de vino vacías en mi casa, a las que, pocos días después, se unió otra de aceite de oliva, obviamente español. Como mi casa es de capacidad muy limitada, parecía llegado el momento de vaciarla de estorbos. Pero aquello iba a ser, ya lo veremos, el llanto y rechinar de dientes.
Aleccionado por el manual de gestión de basuras de "Bruxelles-Proprété", me di una vuelta por los alrededores de mi casa pensando que los contenedores de cristal estarían prácticamente a cada paso; después de varios kilómetros de vueltas y revueltas llegué a la conclusión de que la historieta de los contenedores era propaganda barata de Bruxelles-Proprété y de que librarse de las puñeteras botellas de manera respetuosa con las normas iba a ser por lo menos tan difícil como comprar un recogedor.
Sin embargo, los contenedores existen, y recuerdo haber visto uno camino del aeropuerto, en uno de los fantásticos viajes en autobús que he hecho hacia allí en los últimos meses. Pero cualquiera se va hasta allí para tirar tres cochinas botellas... Mmm... un momento... el aeropuerto... creo que tengo una idea.
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Nos encontramos, dos días después, en Zaventem, el aeropuerto de Bruselas. Yo voy a Moscú a visitar a la familia, que sigue por allí. Como en Moscú todavía tengo de todo, voy con lo puesto, me dan la tarjeta de embarque en Aeroflot, paso la aduana y el control de pasaportes sin apenas novedad (pero de la aduana ya escribiré otro día, que tiene su miga), y me dirijo con aire resuelto al control de seguridad que, desde que Bin Laden hizo la jugarreta del 11 de septiembre, hay en todos los aeropuertos del universo mundo. La señora del control repite la misma cantinela que viene recitando todo el día, y todos los días, con un soniquete de resignación y aburrimiento mortal que ha debido adquirir después de años de monotonía.
- Relojes, cinturones, líquidos... deposíten sus cosas en la bandeja. Si llevan un ordenador, pónganlo en una bandeja aparte... móviles, llaves... relojes, cinturones... ¿lleva usted líquidos, caballero?
- Señora, llevo estas botellas.
- ¿Botellas?
- Estas botellas, sí.
- Pero están vacías.
- Sí, están vacías.
- ¿Y se las quiere llevar?
- Sólo si está permitido, claro.
La señora se rascó la cabeza y dirigió la mirada a su compañero, que estaba a los mandos del escáner, escudriñando la presencia de objetos peligrosos en los equipajes de los potenciales maleantes que a saber con qué malsanas intenciones habíamos ido al aeropuerto.
- Piet...
- ¿Si?
- Este señor lleva unas botellas de cristal vacías.
- ¿De cristal?
- De cristal.
- Pues no puede pasarlas.
La señora se volvió a mí.
- Señor, estoy desolada, pero no le puedo dejar pasar con las botellas. Es que son de cristal, ¿sabe?
- Vaya, qué cosas...
- Tendrá que dejarlas aquí.
- Claro, claro, si no hay otro remedio, tendré que dejarlas. Tome, tome, aquí las tiene.
- Gracias por su comprensión, señor. Que tenga un buen vuelo.
Y me marché silbando tranquilamente hacia la puerta de embarque, pensando que sí, que tiene narices que haya tenido que ser Bin Laden el que solucionara el problema.
hahahahahahahahahahahaha :)
ResponderEliminarLa receta de la Cocacola, los ingredientes de una Weisswurst, y a dónde va a parar el vidrio en Bruselas...
Sl2
Lluis
jajajaja, esto tiene tanto de retorcido como de práctico...
ResponderEliminarLluis, luego no sé lo que harán con él. El caso es librarse de él.
ResponderEliminarSchanzer, bienvenido. Creo que pasé demasiados años en Rusia, y las cosas retorcidas ya no me parecen raras.
Excelente entrada y muy práctica la solución. saludos.
ResponderEliminarAlfor,
ResponderEliminarBrillante!!
Usando al "sistema" contra el sistema!
eres un maestro...