martes, 18 de diciembre de 2012

Bélgica como unidad de destino (II)

Pues sí, llamar unido a este país en el que estoy viviendo es algo por lo menos exagerado. Bélgica es uno de los estados que surgieron de las revoluciones románticas del siglo XIX, igual que Grecia o buena parte de los Balcanes, y Polonia (bueno, Polonia estaba rodeada de potencias poco comprensivas y tuvo que esperar bastante a ser independiente) pero, a diferencia de todos estos países, a Bélgica no la unió la lengua, que siempre fue diferente.

Lo distintivo de la revolución belga es que fue a la vez católica y liberal, en una alianza circunstancial bastante inusitada. El rey de los Países Bajos, entre que era protestante y que lo liberal no acababa de gustarle, enfadó bastante a los industriales del sur del país (liberales, claro) y, de paso, a los católicos, que eran prácticamente todos, mientras que en el Norte la mayoría era protestante. No es que no hubiera católicos en el Norte, pero llevaban bastante tiempo domesticados desde la paz de Westfalia.

Para los que son de mi cuerda, ser católico y liberal a la vez se ve como algo difícil. Muy difícil. Si mezclas bien y con fuerza, puede que parezca que lo has juntado, pero una mezcla así es como el agua y el aceite y tiende a separarse. O se es una cosa, o la otra.

En Bélgica parecía que no. La peña era supercatólica, prácticamente con el cien por cien de la población bautizada y con un elevado porcentaje de sacerdotes y misioneros; y el país era liberal a base de bien, tanto, que no existe el título de Rey de Bélgica. Alberto II, que es el monarca local, es rey de los belgas, en una aplicación lógica del principio liberal de que el país no pertenece al rey, sino al pueblo, y de que la soberanía no viene de Dios, sino que es popular.

La mezcla funcionó durante todo el siglo XIX y buena parte del XX. Pero, para que la mezcla funcionara, había que sacudirla bien y ésa fue la función que cumplieron los enemigos exteriores. Los había. Bélgica es el sitio donde los europeos nos hemos estando pegando de tortas desde el siglo XV, y eso de que de repente fuera independiente, así, sin más, no estaba claro.

Primero estaba el rey de los Países Bajos, Guillermo I, que no veía claro eso de que una revolución liberal le hubiera partido el país en dos, y que encima se hubiera quedado con la parte menos poblada. Luego estaba el rey de Prusia, de profesión enemigo de todo lo que moviera por cualquier sitio. Y luego estaba Francia. A Francia le moló mucho que Bélgica, un país bastante francófono, se separara de Holanda, pensando que esa birria de país no podría seguir por su cuenta y se les echaría de brazos abiertos. Bélgica se declaró neutral, pero esta visto que hay declaraciones que están hechas para ser ignoradas, y la de neutralidad era una de ellas. Tanto en la Primera Guerra Mundial, como en la Segunda, los alemanes se metieron en el país. En la Segunda, de hecho, se metieron poco menos como Pedro por su casa. De hecho, para cabrear a un belga, se dice que no hay como contarles lo siguiente:

- Bélgica es un país muy pequeño - te dirá un belga.
- Nooooo... no es tan pequeño. Cuesta quince días atravesarlo en panzer.

Mientras hubo enemigos exteriores, la cosa fue bastante bien. Los problemas empezaron cuando llegó la paz...

2 comentarios:

  1. Personalmente creo que por congruencia un católico sólo puede ser liberal... De hecho las grandes incongruencias y burradas que encuentro en la Iglesia vienen de ahí.

    Por ejemplo no comprendo cómo la Iglesia pasó a justificar y admitir los tipos de interés al mismo tiempo que ignoró los argumentos en pos del dinero no fiduciario y los coeficientes de caja del 100%, cuando la perfecta argumentación escolástica para ambos principios están en los mismos textos de doctores de la Iglesia...

    Y en temas menos mundanos, tampoco tiene sentido abogar por la caridad pública y coercitiva cuando la acción que no emana de la voluntad y la caridad no tiene valor moral. Por no entrar en lo dañino de los efectos de usurpar la responsabilidad individual...

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  2. Juano, eso de que un católico sólo puede ser liberal es muy atrevido. De hecho, a mí me parece que un liberal lo tiene difícil para ser católico, y creo que a varios papas de los últimos dos siglos también se lo parece.

    Pero, si Dios quiere, esta serie tendrá una continuación en la que podremos seguir debatiendo.

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