Salí de casa con aire preocupado, aspecto de mala conciencia y un bulto voluminoso debajo del brazo. Era ya de noche, y lloviznaba en Bruselas, esa lluvia que no se sabe muy bien si es humedad condensada o chispas de agua que rebotan. Subí por la desierta calle, con aspecto más deprimido que después de haber escuchado toda la discografía de Pink Floyd en una cueva oscura. Sólo de vez en cuando, me giraba a mi derecha y a mi izquierda, para no despertar las sospechas de nadie. Llevaba una semana sin saber qué hacer.
Por la tarde, después de varios días de pesquisas infructuosas, había advertido volviendo a casa un pequeño montón abandonado que parecía favorable a mis propósitos, y que había aparecido durante el día, porque no estaba ni la víspera, ni en varios de los días anteriores. Vi el cielo abierto, aunque en realidad estaba gris y plomizo, como es habitual en Bruselas en estas fechas (y en casi todas las demás, al parecer). Subí a mi diminuta vivienda y, poco después, salí de ella con el bulto voluminoso.
Cuando llegué al montón que había visto por la tarde, miré a mi derecha y a mi izquierda, con más inseguridad que una niña de trece años en una discoteca gay, solté el bulto encima del montón de bolsas y me alejé rápidamente del lugar del despropósito, dando un rodeo para volver a mi casa y girándome con frecuencia para asegurarme de que no era seguido.
Por fin he conseguido tirar la basura en Bruselas, leches.
mira aqui: http://h1hernani.wordpress.com/tag/garbitania/
ResponderEliminarAnónimo, me he reído a gusto con el enlace. Veo que no en vano Bélgica estuvo dando asilo a terroristas de ETA durante tantos años. Algo les ha inculcado, al parecer.
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