viernes, 19 de octubre de 2012

Retorno a la casa Agustín López

Debo reconocer que la anterior visita que hice al restaurante español de Minsk no reunía los requisitos mínimos de una crítica razonada. Fue, digamos, una visita a traición, pillando a la Casa Agustín López con la guardia baja. De todas manera, mi crítica fue elogiosa, a despecho que lo que puedan pensar algunos comentaristas que hubo en aquella entrada. Yo no dije que la comida no estuviera buena, porque no es verdad: nos pusimos como el Quico por cuatro chavos, que es lo de que se trata. Lo que sí dije es que la comida, por muy buena que estuviera, no era española, y de eso no me desdigo.

Pero bueno, pelillos a la mar. No olvido que la visita de entonces fue al mediodía, en pleno "business-lunch" y con algo de prisa, ante la inminencia del vuelo de retorno a Moscú. Y que los restaurantes rara vez dan lo mejor de sí mismos entre semana, con toda la gente apresurada que les visita.

Para compensar, y recién llegados a Minsk, llegada la hora de cena decidimos, siguiendo mi consejo, ir al español, claro que sí.

Tres años pueden ser muchos para un restaurante en Moscú. Salvo algunos pesos pesados y los grandes decanos (y aun ésos no las tienen todas consigo), los restaurantes de moda cambian de tendencia más que los votantes flojos. En Minsk, en cambio, parece que no, y que el gobierno de Lukashenko será lo que será, pero aporta estabilidad al país, hasta el punto de que los restaurantes que gozaron de nuestro concurso fueron casi exactamente los mismos que nos habían acogido tres años atrás.

Entramos en la Casa Agustín López. El interior no había cambiado absolutamente nada, y seguía siendo igual de rojinegro de entonces, con ese cruce entre restaurante chino y sede de Falange.

Nos sentamos a la mesa, y llegó una camarera tirando a altiva, que nos tomó la nota de la bebida. Ya se dio cuenta de que había un español entre la concurrencia, y yo creo que dio parte presto a la KGB del restaurante, porque, poco después, llegó un señor vestido de cocinero y hablando en español.

- ¡Buenas tardes!

Un cubano.

- ¡Buenas tardes!
- ¿Qué van a tomar?

Un cubano solícito.

- ¿Qué nos pueden ir recomendando? - ya sé que hacer esa pregunta al que evidentemente es el cocinero no es demasiado inteligente, pero, ya que el cocinero había salido de la cocina, supongo que había que hacerla.

- Bueno, pues tenemos la ternera, la paella...
- ¿Paella? - me quedé mirándolo.
- Sí, paella. Tenemos la de carne y la de pescado.

Miré los ingredientes de cada plato. La de pescado, en realidad, más bien era una paella mixta, pero eso lo podíamos dejar pasar.

- Usted es de Cuba, ¿verdad?
- Sí, señor, pero soy nieto de españoles. Gallegos.

Como todos.

- De aspecto exterior, soy español. Mi compadre Luis, que está por ahí, ése no. Ése se tostó demasiado.
- Ah, estuvo demasiado tiempo al sol.
- Eso es... ¿Y usted de dónde es, dentro de España?
- Soy de Valencia.
- Ah, pues la paella es original de allí.

Como si no lo supiera yo.

- Sí, sí, de allí.

¿Lo hago o no lo hago?

- Venga, pues voy a pedir una paella. Ésta, la de pescado.

Lo hice. No sabía si me iba a arrepentir.

- ¿La de pescado? Adelante. Ahora mismo voy a por ella.
- ¿Tienen vino español?
- Ah, el vino es cosa de mi compañero. Ahora lo llamo.

El compañero, efectivamente bastante tostado, y no menos cubano que el cocinero, se acercó por allí, mientras el cocinero se iba a darle uso a la paella.

- ¿Tiene vino español?
- ¿Español? Bueno, hemos tenido algún problemilla con las entregas. A lo mejor tenemos pasado mañana.
- ¡Vaya! ¿No hay?
- Bueno, tenemos vino bielorruso.
- ¿Vino bielorruso?
- Sí, bueno, los materiales son españoles, pero bueno, a saber luego lo que le echan.
- Mmm... casi que vamos a pedir cerveza.

Cosa de media hora después, llegó la paella. No estaba mal. Nada mal. El cocinero, ante la perspectiva de tener un valenciano de cliente, se ve que se había empleado a fondo, y había logrado un buen resultado. A mí me hubiera gustado algo más de socarrat al fondo, pero la cosa estuvo muy bien.

En general, Minsk está bien. Como siempre. Hay una pequeña comunidad de españoles, otra bastante entusiasta de estudiantes de español, y la ciudad está limpia y ordenada. Del resto del país, no sé nada, pero me gustaría tener unos cuantos días para ver sitios como Grodno, o el castillo de los Radzivill.

Pero eso será en otra ocasión. En ésta, por desgracia, no toca. Y la siguiente ya veremos cuándo será.

3 comentarios:

  1. y porque un restaurante español en Minsk tiene que dar comida española. Ese es un viejo tópico.

    Ahora los chinos compran restaurantes en la Galicia de interior y se amoldan a los gustos locales, con pescado gallego y pulpo, y no hacen sopa de aleta de tiburon

    Antes de criticar tienes que viajar más chaval..

    ResponderEliminar
  2. A ver, Agustín: los restaurantes chinos en Galicia no se anuncian como: "Un linconcito del Impelio del Centlo en O Balco de Valdeol.las". Se anuncian como bares españoles, aunque regentados por chinos, y no están decorados con dragones, sino con un póster del Celta.

    En cambio, hay un restaurante en Minsk que se anuncia como "Un rinconcito de España en Minsk", decorado con pósters de Camarón y de "A mí la Legión", y en cuya carta no hay tortilla de patatas.

    A mí me importa un bledo, y lo que digo no es una crítica, sólo es una constatación. Yo comí bien, y creo que eso lo he dejado claro.

    Y, con respecto a tu último párrafo: antes de ir de chulito sobradete, lee algo más de la bitácora, chavalote. Tengo el culo pelado de viajar, y lo que me queda, si Dios quiere.

    ResponderEliminar
  3. Alfor, solo te quedaba por leer que eres un tío poco viajado. Cosas veredes...

    ResponderEliminar