Continuando con nuestras aventuras por Pskov, nos habíamos quedado en el momento en que entrábamos en la discoteca con ánimo belicoso. La música no era ni fu ni fa, pero se podía bailar. No era fácil encontrar chicas suficientemente jovencitas para Austin, pero, después de esquivar a unas cuantas rusitas locuelas, encontramos a una modosita, del gusto de Austin, y nos pusimos a bailar al lado. La chica era bastante guapa, y yo me ponía a animar a Austin para que la sacara a bailar.
- ¿Y no será menor de edad?
La miré un poco mejor, y bueno, podía ser, pero ¡cualquiera sabe! En todo caso, no llegó a plantearse la cuestión, porque, justo en cuanto sonaron las once, la chica tomó el bolsito del suelo y se fue. Jo. Ni Cenicienta.
Yo estaba muy bien haciendo el cabra. Eso de no tener la presión de ligar es estupendo. Pero claro, tampoco era cuestión de dejar a Austin sin objetivos, así que revoloteamos un poco más por allí y yo detecté otra chica de aspecto adecuado.
- ¡Ésa! ¡A mis nueve, a dos metros! -le dije a Austin.
Entonces el pinchadiscos puso una lenta, y... desastre, la cogió otro tío que estaba más cerca ¡Qué mala suerte! Incluso pienso que la chica hubiera salido mejor parada con Austin, que no la h ubiera zarandeado tanto como el que la pilló.
Hala, otra vez a empezar. Pues no quedaban tantos sitios por registrar en la discoteca. Nos pusimos casi donde al principio, y encontré otra del gusto de Austin, y ya nos pusimos a bailar cerca. La música volvía a ser movidilla, con lo que aún no había posibilidades. El pinchadiscos, con otro colega, y una chica en plan vestido de cuero, se pusieron a actuar, y no lo hacían nada mal. Le dedicaron la canción a uno de los presentes, un soldado que había sido destinado a Daguestán y tenía que partir hacia allá dentro de poco ¡Je! ¡Pobre chaval!
Tres o cuatro canciones después, el pinchadiscos volvió a su sitio y empezó a sonar otra lenta. Ya eran las doce menos cuarto, así que era cuestión de decidirse, leches.
- Me tendré que decidir, si no, ya nos vamos al hotel.
- ¡Adelante, hombre! ¡Sácala!
Sí, porque dio la casualidad de que nadie sacó a la chica al comienzo de la canción, de forma que estaba sentada tranquilamente. Austin es más bien tímido, pero hombre, que estaba muy a tiro.
- Venga, la saco.
- ¡Bien!
Y sacó a la chica, y la chica aceptó, y bailaron esa canción y la siguiente, que además era de ritmo latino. Y, como ya eran las doce, y yo pretendía estar fresco al día siguiente, para la excursión a Izborsk y Pechóry, decidí retirarme. Me acerqué a Austin, que seguía bailando, y le dije:
- A por ella. No te quiero ver por el hotel antes de las tres.
Y me fui. En la salida aún encontré a la chiquilla tirando a su padre de la camiseta con ganas de irse a casa, y el padre con intención de quedarse algo más. No me quedé a comprobar cómo terminó la cosa. Me despedí de la bábushka con una respetuosa inclinación de cabeza, y hasta otra.
No me quedé a esperar a Austin, claro.
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