viernes, 8 de junio de 2012

Altibajos

Rusia es un país que se distingue por los altibajos que tiene. Y eso resulta raro, porque, después de todo, tiene un sistema político que se distingue por su estabilidad: a nadie se le ocurre que el partido del gobierno pueda perder unas elecciones. De hecho, creo que Rusia Unida lleva ganando todas las elecciones desde que existe, si exceptuamos las municipales en un par de ciudadas rusas que, con todos los respetos, son segundonas, aunque la prensa occidental las ha magnificado poco menos que como el principio del fin de la hegemonía del partido del poder. Es como si el PP, pongamos por caso, dominara en todas las capitales de provincia españolas, menos en Jaén, y su derrota en Jaén se interpretara como una fractura del régimen imperante. Anda ya.

Pues, a pesar de esa estabilidad política envidiable (o no, yo qué sé), Rusia tiene altibajos a saco. Como la temperatura, que a finales de abril subió hasta el punto de que salimos a la calle en camiseta, para recuperar precipitadamente el pijama de invierno pocos días después, cuando bajó hasta cerca del punto de congelación, y volver a quitárnoslo poco después de ello. Vamos, que me paso el día en el armario, como los homosexuales reprimidos, y nunca acabo de guardar la ropa de invierno.

Pero, donde la estabilidad clama al cielo, es en la economía. Ahí los bandazos son la repera. El sentido común diría que el rublo debe ganar valor, porque la balanza de pagos rusa está más desequilibrada que Hannibal Lecter, a pesar de las recurrentes salidas de capitales, y las reservas de divisas rusas directamente no saben dónde meterlas. De hecho, estaba ganando valor... cuando de repente, ¡hop!, el precio del barril de petróleo cae un poquito, justo por debajo de los cien dólares, y en dos días el rublo pierde un cinco por cien, que ya es perder, y todo el mundo (sí, yo también) comienza a pensar que Rusia está a punto de pegarse un batacazo y que sus perspectivas son más negras que las uñas de un tayiko.

Obviamente, con las reservas del Banco de Rusia, atacar al rublo es perder el tiempo. Bastó que el ex-presidente y actual primer ministro Medvedev convocara una reunión para que el rublo recuperara rápidamente la mayor parte de las pérdidas anteriores. Como siempre, la actitud de los bancos centrales es el mayor arcano macroeconómico de los tiempos modernos.

Lo cierto es que a Rusia le estaba sentando fatal las ganancias del rublo. Más que a Rusia, a los productores rusos, que pierden competitividad a espuertas, y no que estén muy sobrada de ella como no sea por el precio; no es de extrañar que, con independencia del precio del petróleo, el Banco Cental haya abierto la espita un poco esperando que tirar para abajo el tipo de cambio no vaya a hacer crecer demasiado la inflación, que la verdad es que da gusto verla por debajo del 5%, cuando los más viejos del lugar recordamos tasas del 400%.

Si eso no son altibajos...

Y eso sin necesidad de hablar de las mujeres.

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