Menos mal que ya ha terminado el proceso electoral y ya sabemos, como si no lo supiéramos con anterioridad, que Putin será presidente de la Federación Rusa, en principio hasta 2018. El nivel de confrontación política estaba llegando demasiado lejos.
En casa, pongamos por caso, las cañas se estaban volviendo lanzas. Con una hija partidaria acérrima de Putin, los demás, que no lo somos tanto, tratábamos de matizar un poco.
Abi, por ejemplo, matizaba donde aprieta el zapato a cualquier administrador ruso: los atascos.
- Pues nadie ha sido capaz de eliminar los atascos en Leningradskoye Shossé. Hala.
- Bueno, eso no es verdad. Alfina, ¿te acuerdas de cuando aún no estaba la carretera, que los atascos comenzaban saliendo del centro?
- Sí, sí...
Jo. Era terrible. Ahora han hecho un pedazo de autopista y los atascos, que existen, claro que existe, comienzan mucho después, ya cerca de la autopista exterior.
Entonces, Ame intervino:
- ¡Pues a mí no me gusta Putin, porque por culpa de él hay mucha corrupción!
Dios mío, Ame, a sus ocho años, se preocupa por la corrupción con voz firme y decidida. Ro se calla por un momento, pero a mí se me pone la mosca detrás de la oreja.
- Ame, oye, ¿y qué es la corrupción?
- Ah, no sé.
Alfor, dedíquele un post a detallar las discusiones políticas de su familia, señaladamente de sus hijas, Es un primor tener 8 años y hablar ya como una pionera de doce.
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