Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
lunes, 1 de agosto de 2011
Impostores (V): el primer falso Demetrio (I)
Era por marzo, e incluso finales de febrero, de este mismo año que ya ha pasado su mitad, cuando fueron publicadas en esta bitácora una serie de entradas de contenido histórico que venían a llamar la atención sobre el desusadamente alto número de impostores que han llegado en Rusia a puestos de importancia, cosa en la que Rusia se diferencia muchísimo de otros países. Eso se vio en la primera entrada de la serie (es decir, aquí).
Vimos que el número de impostores con ínfulas de grandeza está muy relacionado con los cambios dinásticos y las revueltas palaciegas acompañadas de fallecimiento de un monarca legítimo y sucesión por alguien que normalmente no hubiera debido subir al trono. Y eso ha pasado en Rusia, fundamentalmente, en sólo tres ocasiones, una de ellas la Revolución Bolchevique.
De las otras dos, la primera tuvo lugar a caballo entre los siglos XVI y XVII, cuando se extinguió la dinastía Rúrik. El hijo de Iván el Terrible, Demetrio, falleció en 1591, cosa que ya fue glosada aquí y aquí.
Teodoro I, hermano del anterior y personaje tirando a beatorro tontaina, murió en 1598 sin descendencia, con lo que no quedaba nadie de la dinastía. Bueno, no estemos tan seguros, porque hay quien piensa que la dinastía Rurik aún colea.
Sucedió a Teodoro I su valido, Borís Godunov, parece que a pesar suyo y porque no quedaba nadie más. A los pocos años, la economía se puso chunga y se perdieron las cosechas de 1602 y 1603. Hoy, eso es malo, y de hecho la cosecha en Rusia del año pasado se perdió, pero Rusia tiene petróleo y divisas y pudo traer de fuera cosas para comer. En 1603, decir que perder la cosecha era "malo" es minusvalorar enormemente el acontecimiento; de hecho, el pueblo comenzó a murmurar.
Y entonces sucedió. En el momento más tenso imaginable, a principios de 1604, cuando llevas dos años apretándote el cinturón y no llega todavía la nueva cosecha, fue interceptada una carta en la frontera entre Rusia y Suecia. La frontera entonces existía y estaba cerca de lo que hoy es San Petersburgo, pues Suecia poseía Estonia, Livonia e Ingermanlandia (lo que hoy es la región de Leningrado). En la carta que se interceptó, negro sobre blanco, se decía que el zarevich Demetrio no había muerto, sino que se había salvado, se encontraba con los cosacos y se preparaba para marchar sobre Moscú con un gran ejército.
Al parecer, la primera aparición del personaje que sería conocido como Pseudodemetrio I tuvo lugar en Kíev, vestido con un hábito monástico; luego se le situó en una extraña secta polaco-arriana sobre la que no se sabe mucho y donde estuvo tres años, hasta que llegó su siguiente aparición, como paje de un importante noble polaco, Adam Vishnevetsky. No se sabe cómo aparecieron rumores de que el paje ése era en realidad el zarevich ruso, y los Vishnevetsky decidieron conducirlo al palacio del jefe militar polaco de la zona, el voivoda Jerzy Mniszech. El rumor siguió extendiéndose y llegó a Cracovia, entonces capital polaca, donde el rey de Polonia, a la sazón Segismundo III, llamó al supuesto zarevich. El impostor ofreció, a cambio de ayuda, convertir Rusia al catolicismo y ceder al rey polaco Smolensko y la región de Severia. El tal Demetrio no era la primera vez que prometía ceder cosas, no. Ya le había ofrecido Severia al voivoda Mniszech, cuya hija Marina (que es, en realidad, la protagonista principal de esta serie), por cierto, le hacía bastante tilín. Tanto, que le propuso matrimonio. Las cosas se iban complicando por Polonia.
En Moscú estaban supermoscas con el asunto del supuesto Demetrio, e hicieron una investigación propia para ver quién era el nota aquél, que resultó ser un monje fugitivo del monasterio de Chúdov, llamado Grigori Otrepiev (Yuri, en el siglo). Venía de una familia hidalga, pero empobrecida, y su padre, que era un sargento de arcabuceros, había muerto en una riña de borrachos, en Moscú. Lo tuvo que sacar adelante su madre como pudo en su lugar de origen, hasta que lo logró colocar en Moscú ¿Verdad que hay cosas que no cambian?
Cuando llegó a Moscú se colocó en un puesto guay, de paje de los Románov, que luego serían famosos en todo el mundo, pero entonces sólo lo eran en Rusia. Eso sí, como parientes próximos de los Rúrik, eran posibles candidatos al trono, y a Borís Godunov los posibles candidatos al trono le sentaban fatal, así que los desterró. Nuestro Yuri se metió monje, adoptando el nombre de Grigori, y pasó por varios monasterios y "desiertos", hasta llegar al monasterio Chúdov, otra vez en Moscú.
Allí le cayó simpático al patriarca Job. Como el chico era listo y sabía leer y escribir bien, lo tomó a su servicio e incluso recibió órdenes menores. Al estar al servicio del patriarca, Grigori podía estar a la última de todo lo que se cocía en palacio, hasta que, un buen día de 1602, desapareció. Su pista se perdía cerca de la frontera con Polonia.
Hay otras versiones sobre quién fue el Pseudodemetrio I, pero la más extendida y razonada es ésta. El caso es que estamos en agosto de 1604, y tal día como hoy, hace algo más de cuatro siglos, el ejército del Pseudodemetrio, compuesto de mercenarios polacos, atraviesa la frontera ruso-polaca y, en su avance, se ve reforzado por todos los descontentos del gobierno de Borís Godunov, que no eran pocos. El impostor va de victoria en victoria: el 18 de octubre se rinde Moravsk, el 26 de octubre Chernigov... pero el 11 de noviembre Nóvgorod-Síverski decide resistir, lo consigue, y a principios de enero de 1605 llega un ejército ruso y no sólo fuerza a levantar el asedio, sino que al segundo intento destroza completamente el ejército del impostor.
Los generales de Borís Godunov decidieron irse a pasar un ratito a casa calentitos, que en enero hacía mucho frío, y dejaron escapar a Grigori. Borís Godunov se enteró y les dijo a sus generales que espabilaran. Uno de los generales era Vassily Shuisky, al que vimos en otra entrada investigando la muerte del verdadero Demetrio y desterrando las campanas de Úglich a Siberia; el otro era Fiódor Sheremetyev, cuyo apellido seguro que le suena a todo el mundo que haya volado con Aeroflot a Moscú. Los dos generales asediaron al impostor en Kromy, y la suerte de la guerra parecía echada.
Entretanto, el zar Borís Godunov iba de capa caída. Siempre había sido un tipo activo, pero últimamente había dejado de serlo. Gotoso, nervioso y supersticioso, tenía el palacio lleno de adivinos y augures, lo que no es la mejor de las políticas cuando estás en guerra civil y tienes el trono tambaleante. El caso es que el 13 de abril de 1605 el zar palmó no se sabe muy bien de qué, pero sí que fue de repente, brotándole sangre de todos los agujeros imaginables que hay en la cabeza. No le dio tiempo más que a designar sucesor a su hijo, Teodoro II, a quien se juró fidelidad en Moscú sin demasiados problemas.
Ahora se trataba de que le jurasen fidelidad los ejércitos que asediaban Kromy. Desde Moscú se envió al voivoda Piotr Basmanov.
Basmánov no tenía muchos motivos para ser fiel a la dinastía Rúrik, supuestamente representada por el asediado pretendiente. De hecho, su padre había sido una de las muchísimas víctimas de Iván el Terrible. Su ascenso fulgurante viene, precisamente, con el reinado de Borís Godunov, en que se convierte en uno de los jefes militares más importantes del ejército; es más, se había distinguido especialmente en la defensa de Nóvgorod-Síversky frente al pretendiente, hasta el punto de que el propio zar lo había llamado a Moscú, enviando su propio carruaje, y lo había nombrado boyardo. Basmánov estaba en la cima de su poder.
Y entonces, murió Borís Godunov y juró fidelidad a Teodoro II. Y esperaba algo. Esperaba que lo nombrasen general en jefe, o quizá consejero único del nuevo zar; pero lo que ocurrió es que nombraron consejero a Andrey Teliatevsky, que, incidentalmente, era cuñado de Simeón Godunov, primo segundo del zar. Sí, hay cosas que no cambian.
A Basmánov, con un cabreo de mil pares de narices, lo enviaron de vicecomandante a conseguir el juramento de fidelidad del ejército que asediaba al pretendiente en Kromy. Hay que ser torpe para mandarle precisamente a él. En realidad, lo que hizo fue pasarse de bando con la mitad del ejército y declararse demetrista; los cosacos sitiados en la ciudad hicieron una salida y no dejaron títere con cabeza. El ejército de los Godunov había dejado de existir.
Pseudodemetrio I reanudó su marcha hacia Moscú, además en plan psicológico, enviando mensajeros por delante avisando de su llegada a las poblaciones por donde iba a pasar. En Moscú los partidarios de Teodoro II estaban de los nervios. Finalmente, el pretendiente logró provocar el 1 de junio un motín en Krasnoe, un pueblecito ya no muy lejano de Moscú, cuyos habitantes se armaron, se lanzaron a por Moscú, consiguieron desarmar a la guardia y tomaron la Plaza Roja en plan indignado 15-M. Con un par.
En la Plaza Roja, un enviado del falso Demetrio leyó un manifiesto (está visto que los del 15-M no han inventado nada) del pretendiente en que éste prometía ser clemente con los habitantes de la capital. Los habitantes de la capital, la mar de contentos, se unieron a los de Krasnoe, deshicieron a la guardia de arcabuceros que el antecesor de Felip Puig había enviado para disolverlos y tomaron el Kremlin. Teodoro II fue depuesto y encerrado con su madre, y estrangulado poco después.
El 20 de junio de 1605 Grigori Otrepiev entró en Moscú bajo el nombre de Demetrio Ivánovich. Uno de los que le habían jurado fidelidad unos días antes, al salir a su encuentro, era Andrei Teliatevsky, el cuñado del primo segundo del zar. Hay cosas que no cambian.
Y en esta entrada dejamos al falso Demetrio en la cima de su poder. Veremos qué pasa en la siguiente.
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