La vamos a llamar Vera, aunque resulte paradójico. Era una chica cañón, alta, rubia, de ojos azules, sonrisa permanentemente dibujada en la cara, cuerpazo inmejorable con más curvas que una carretera de montaña, conversación agradable, tres idiomas hablados a la perfección y un nivel cultural muy por encima de la media. Y de buena familia, residente en pleno centro de Moscú en un piso que, de ser vendido, valdría un Potosí.
Y una cabecita llena de pájaros.
La conocí a las dos semanas de mi primera aparición por Moscú, cuando aún me resultaba complicadillo expresarme en ruso con soltura. Daba igual, ella hablaba español perfectamente. Trabajaba en una feria donde había un montonazo de españoles que iban dejando un rastro de saliva cuando pasaban cerca de ella (y no sólo de ella, la verdad), y ella se daba cuenta perfectamente y le encantaba tener a todo quisqui en la palma de la mano.
Por razones laborales, me tocó estar por allí e hicimos buenas migas. A Vera le hacían gracia mis intentos de hablar ruso, que hasta más o menos ocho meses después no se verían razonablemente coronados por el éxito, y a mí me hacía gracia porque... bueno, volved a leer el primer párrafo.
Me enteré de que Vera tenía no uno, sino dos novios y, seguramente, muchos corazones partidos por el camino. Uno de los novios era ruso y estaba forrado, pero forrado de verdad, como sólo los rusos están forrados. El otro era español y vivía en España. A éste no lo logré conocer nunca; al ruso sí. Yo creo que los novios sabían perfectamente que tenían una parte alícuota del total y que hacían como si no lo supieran o les diera igual. El ruso, probablemente porque estaba en el mismo caso y a él también había que compartirlo; y el español porque seguramente con pillar cacho ya se conformaba, y lo comprendo.
No sé cómo acabé un día cenando en su casa con su madre, que era una señora con más clase que toda la Zarzuela, y con su hermano, que era un músico de ésos que dan conciertos en plan solista y que no parecía hermano de su hermana. Recuerdo que me sorprendió que se santiguaran antes de comer, Vera incluida. Para entonces ya se podía hablar conmigo en ruso sin necesidad de hacer acopio de demasiada paciencia, y me parecieron todos encantadores. Yo creo que la madre estaba algo preocupada por la cabecita loca de su hija, pero tampoco es que le pareciera eso una tragedia para cortarse las venas.
Al novio ruso lo conocí unos cuantos días después, cuando iba andando por la calle pensando en las musarañas y alguien me saludó desde un descapotable rojo cantosísimo, en un tiempo en que casi todos los coches de Moscú eran unos cuatrolatas soviéticos tirando a indecentes, no la pasada móvil que vemos actualmente. Era Vera, que conducía el cochazo, estaba encantada de fardar a saco, y que estaba acompañada por un chaval más o menos de mi edad o quizá algo mayor, que resultó ser su novio. Bueno, el novio que tocaba ese día.
Como a Vera le debía una invitación, les dije que vinieran a cenar un día a casa, y así es como tuve la oportunidad de dar a probar la especialidad de la casa, la tortilla de patatas, que suponía que sería un éxito seguro. Aun así, la cena entre los tres fue rarilla. Yo, que soy español, intentaba hablar en ruso para que el novio de Vera se enterara; Vera, que es rusa, respondía en español con la intención evidente de que su novio no supiera de qué hablábamos, cosa que consiguió; y el novio, ruso él, no hablaba ni ruso ni español, sino que estaba calladito comiendo algo de tortilla, tampoco mucha. Me pareció más soso que un bote de pintura gris, y no se animó, y eso sólo un poquito, hasta que le pregunté si le gustaba algún deporte y salió que había jugado al balonmano. Debía jugar de extremo, porque era bastante tirillas y más o menos de mi estatura. El contraste con Vera, que ya digo que tenía una conversación interesante y no paraba de sonreír, era por lo menos sorprendente, pero bueno, unos tienen un descapotable rojo chillón y se lo regalan a su novia, y en aquel tiempo yo no tenía ni un patinete.
Como quedaba muy estúpido que cada cual hablara la lengua que peor conocía, y visto que al novio había que extraerle las palabras con un sacacorchos, ya me pasé al castellano.
- Bueno, ¿para cuándo la boda? - porque Vera ya no cumpliría el cuarto de siglo, y a esa edad, o muy poco más tarde, en Rusia hay mujeres que comienzan a inquietarse por si se quedan para vestir santos.
- ¿Qué boda? - respondió indignada - ¡Para que haya boda alguien tiene que proponerme que me case con él! Cuando alguien me lo proponga, me casaré.
- Claro, claro, tiene sentido.
Al final, la tortilla se terminó, nos pusimos como el quico y nos despedimos tan amigos.
Unos dos años después volvimos a encontrarnos a través de una conocida común. Al parecer, en este tiempo ninguno de los dos novios se había atrevido a proponerle que se casara con ella, y la situación seguía estable. Bueno, inestable, pero inalterada. La conocida común, en un aparte que me hizo, habló bastante mal de los dos novios de Vera, y dijo que Vera a lo mejor necesitaba tener un tercer novio simultáneo.
- ¿Tres? ¡Hala!
- Podrías ser tú.
- Será si quiero.
Ni ella tampoco, por mucho pestañeo que mediara. Yo entonces era un buen chico y, además, tenía cara de buen chico; ahora sigo siendo tirando a bueno, pero ya no tirando a chico. Y ni siquiera las rusas más lanzadas se atreven con los que tienen tanta cara de buenos chicos. Yo creo que en el fondo les da pena estropear algo.
- Bueno -le preguntaba a Vera- ¿y tu novio? ¿Ya te ha pedido que os caséis?
- Sí, pero, ¿sabes?, ya no me interesa. Ahora me casaré cuando quiera yo.
- Buena idea.
Pasó algún tiempo sin saber de Vera, hasta que me la crucé en una puerta, un día de otoño, recién acabado el verano. Me costó reconocerla al principio. Seguía siendo alta, seguía siendo rubia, pero ya no sonreía tanto y su cuerpazo ya lo era en otro sentido. Tenía muchas menos curvas y muchas más redondeces en el cuerpo y alguna más en los mofletes.
- ¡Vera! ¡Estás estupenda! - le dije, y es cierto que lo seguía estando... para alguien que nunca la hubiera visto antes. Pero mi voz sonó a falsa.
- ¡No digas tonterías! ¡Estoy gorda! ¡Lo sé! Llevo todo el verano comiendo pasteles y sin moverme nada ¡Pero esto va a cambiar! ¡Volveré a estar como antes!
Vera desapareció por detrás de la puerta. No hemos vuelto a coincidir.
* * *
Mi consejo para los que se ven en una situación triangular tan desagradable es que piensen con la cabeza, y no con... otras partes del cuerpo. Si la rusa les sigue enviando regalitos, que los acepten; para ella no es un problema estar con otro al mismo tiempo, o también puede ser que le den morbo los problemas. En cambio, para un español tradicional es una situación inaceptable, cuya única salida es tener una relación de solo amigos y absolutamente nada más, porque tampoco se trata de cortar toda relación, como un amante ofendido. No. Si para ella no tiene importancia pegársela a su novio, el hecho de que el novio le dé más importancia es infantil. Después de todo, más vale que haya pasado cuanto antes. Y yo ya sé que hay muchos hombres que piensan que entre hombres y mujeres no hay manera de tener relaciones de solo amistad, y que siempre hay algo de morbillo por enmedio, pero yo creo que se equivocan y que vale la pena que lo intenten.
* * *
Y ahora, tras siete entradas sin parar de escribir de mujeres, ha llegado el momento de retirarse a un lugar donde no haya ninguna. Pero eso será en la próxima entrada.
Pues la verdad Alfor es que historias como la de "Vera" o la que contaba Francisco hay a porrillo, y te diría incluso que en mi propio entorno de amistad se ha dado una historia más morbosa y, para mí, incomprensible.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con tus consejos finales.
Saludos
"Si para ella no tiene importancia pegársela a su novio, el hecho de que el novio le dé más importancia es infantil."
ResponderEliminarPara nada de acuerdo. Cada persona es como es, con unas opiniones y unos valores. Si alguien hace algo que no me gusta, ¿soy infantil solo porque esa persona no tiene ningun reparo en hacer eso que me molesta?
Lo veo completamente equivocado. No se si a lo mejor no estoy entendiendo lo que quieres decir.
Yo me imagino una situacion de pareja donde uno se entera que el otro no es que le haya sido infiel una vez, sino que le es infiel a jornada completa porque anda además con otra persona.
Yo eso no lo concibo. Si ella es tan liberal y aqui no pasa nada, ¿como es que el novio se tiene que enterar al cabo de un tiempo y no lo sabe desde el principio? Porque si inicias una relacion, al menos deberá basarse en la sinceridad. La sinceridad es decir desde el principio: no soy mujer de un solo hombre. Pero si tu esperas eso y crees que lo tienes y de repente te enteras de que vas de cornudo... pues no sé que parte de infantil tiene reaccionar de forma negativa a esa situación.
Todo lo dicho aplicable si quien esta en la situacion es un hombre o una mujer. ¡Defiendo el honor de los engañados!
salu2!
Hola Alfor!,
ResponderEliminarMuy interesante el ciclo de mujeres ;). Podríamos hablar largo y tendido... Nunca dejaron de sorprenderme, desde como iban siempre de arregladas, a los tacones que llevaban incluso cuando el suelo estaba cubierto de placas de hielo. Eso me picó tanto que ahora soy también una profesional del tacón ;)
Me quedo con la moraleja del último. Pero, ¿de verdad crees que alguien va a seguir tus sabios consejos?
En breve más noticias por mail...
Besos para toda la troup
Sarapova
Aish, Alfito, me emocionaste... Bonita historia, sin duda, me gustó... Y sí, suele ocurrir que las mujeres muy monas acaban engordando, aaaaaaaish.... Que dura es la vida....
ResponderEliminarPor cierto, tú y yo vamos a ser la excepción que confirma la regla, ¿no? porque ya somos amigos más de 20 años, que se dice pronto....
¿Sabes de qué me estuve acordando el otro día? De aquellas partidas de ajedrez mental, regresando de la mascletà, jajaja... Bueno, fue porque después de la tira de años volví a sentarme delante de un tablero... Por Dios, ¡¡necesito entrenamiento!! ¿cuando jugamos? jejejjee...
Besitos
Fernando, sí que hay un montón de historias a cual más difícil de entender. Si os animáis a escribir podremos hacer una buena recopilación.
ResponderEliminarOrayo, me gusta tu punto de vista, que ha sido el mío durante bastante tiempo. Te responderé extensamente en la próxima entrada, así que la siguiente serie se retrasará un poco.
¡Sarapova!, me has dejado de piedra con lo de que eres una profesional del tacón. Y más con tu estatura, que no es poca. Espero más noticias... ;)
Esterita, ¿veinte? Yo le echaba treinta y pico...
El entrenamiento habrá que dejarlo correr de momento.
Alfor, recojo tu envite. Sin ánimo de caer en lo truculento te cuento la historia de una amiga mía (ahora un poco distanciada pero hace unos pocos años bastante próxima). Puede servir de comparación con la rusa "Vera" porque mi amiga es 100 % española, la llamaré "Ana".
ResponderEliminarPues verás, Ana tenía un novio desde hacía algunos años, un día conoció a un chico que a su vez tenía novia. Después de quedar varias veces se hicieron amantes y los encuentros tenían lugar en el piso de la novia del chico (evidentemente cuando ella no estaba). Tras un tiempo así dejaron a sus respectivos y se hicieron novios. Hasta ahora una historia de lo más común. Lo alucinante de la historia es que Ana, aunque dejó a su novio seguía viéndose y acostándose con él. O sea, mi amiga Ana lo que hizo realmente fue intercambiar los roles de novio y amante, su amante pasó a ser su novio y el que era su novio pasó a ser su amante, algo que para mí no tenía ninguna lógica porque por ejemplo no se puede achacar al estatus económico, el nuevo no estaba mejor situado que el antiguo. He llegado a pensar que lo que realmente le gusta a Ana es engañar a sus parejas.
Saludos
http://es.noticias.yahoo.com/9/20100919/tso-irina-shayk-novia-de-ronaldo-las-muj-5bc9ac5.html
ResponderEliminarPeligrosas- las rusas...
Fernando, gracias por la historia. Creo que tu amiga, por muy atractiva que sea (y supongo que sí, porque a buenas horas podría portarse así si no lo fuera) tendrá serios problemas sentimentales cuando pasen unos años. Lo normal es que le eche la culpa a los hombres, que somos unos degenerados.
ResponderEliminarAlfina, quizá alguien nos querrá convencer de que la rusa se ha sentido atraída por los modales y el saber estar del CR éste.