lunes, 13 de septiembre de 2010

Mujeres sujeto (II)

Os presento a la señora de al lado, que en su tiempo atendía por el nombre de Natalia Goncharova y, después de su matrimonio con el primer poeta ruso, Alexander Pushkin, con el de Natalia Pushkina. Después del duelo por causa suya que terminó con el fallecimiento de su marido, y de su segundo matrimonio, cuando todavía debía estar de muy buen ver, pasó a llamarse Natalia Lanskaya.

Natalia Goncharova (vamos a llamarla así para no liar mucho el relato) era en el siglo XIX ruso el equivalente a las supermodelos, supercantantes y superactrices de hoy en día: el colmo de los colmos del glamour y el objeto simultáneo de admiración y envidia de todas las mujeres de su tiempo. Si en el siglo XIX hubiera habido un "¡Hola!", sin duda sería con gran diferencia una de las ocupantes más asiduas de la portada, con todos los rumores, cotilleos, saraos sociales y todo tipo de lances en los que fue protagonista. Porque, si aparecía por algún sitio, la protagonista era ella y nadie más. Por otra parte, estaba considerada una "sex-simbol" de agarra y no te menees por quien bebían los vientos todos, pero todos, los hombres de su generación. Como Marilyn Monroe, pero ciento treinta años antes.

Hoy en día, las noticias vuelan por todo el mundo, así que las tías más buenas a nivel mundial están incluso clasificadas en un ranking. Por ejemplo, esta mañana, mientras corría en la cinta con la tele puesta, aparecía que según no sé qué encuesta, la mujer más deseada por los hombres es Megan Fox, y por allí estaban también Jennifer Aniston (sí, sí, de verdad, yo tampoco me creía que no hubiera nadie mejor), Beyoncé, Angelina Jolie y no me acuerdo de quién más. A mí, como no me preguntaron...

Pues bien, en el limitado ámbito ruso del segundo cuarto del siglo XIX, la primera en la clasificación, ganando por goleada a cualquiera otra, hubiera sido Natalia Goncharova. Es más, hace unos años, en una encuesta que leí sobre quiénes eran las mujeres más guapas de Rusia, seguía estando entre las diez primeras, muy por delante de muchísimas rusas contemporáneas de las que salen a diario en la tele. Eso nos indica que Natalia Goncharova, aun hoy en día, siglo y medio después de su muerte, sigue siendo muy conocida y tremendamente admirada. Mientras vivió, las mujeres la admiraban y la envidiaban, pero, una vez bajo tierra, la envidia pierde toda su razón de ser, así que del sentimiento dual sólo quedó la admiración. Y la admiración, fatalmente, lleva a la imitación.

Pues bien, Natalia Goncharova tenía sus motivos para sentirse afortunada: estaba en la flor de la edad, se había casado con una de las personas más queridas en Rusia, nada menos que con el poeta nacional, un galán por el que suspiraban todas las jovencitas casaderas de la corte, y no tardó en tener hijos, que en la escala de valores vigente entonces era importantísimo. La casa en Moscú donde vivieron, en Arbat, es actualmente un museo con una graciosa estatua de la pareja, y la iglesia donde se casaron no sólo se salvó de la destrucción durante la época comunista (en buena medida por el hecho de que ahí se casaron éstos dos), sino que además fue adornada con una bonita fuente coronada por otra pequeña estatua que les representa a los dos dándose la mano y mirándose como dos tórtolos.

Sin embargo, el matrimonio con la Goncharova fue el principio del fin para Pushkin. El hecho de que Natalia Goncharova estuviera casada no significó demasiado para sus admiradores... ni parece que tampoco para la propia Natalia. Pushkin no era pobre, aunque había llevado una vida bastante viajera y disoluta, pero el hecho de tener que mantener una familia le tuvo que hacer asumir más responsabilidades de las que hubiera querido. David Beckham tiene unos contratos publicitarios de la leche, cobra un huevo por jugar, o no, al fútbol, y así va sobrado de guita para pagar los caprichitos que pueda tener Victoria, que además también se sacará una pasta por los derechos de autor de las Spice Girls y por los distintos derechos de imagen que tenga.

Pushkin, no.

En tiempos de Pushkin, el fútbol no existía y los contratos publicitarios tampoco. Los derechos de autor sí, y de eso es de lo que vivía este hombre. Le pagaban muy bien; de hecho, le pagaban cantidades fantásticas por cada verso que escribía, porque se vendían como rosquillas. Sin embargo, todo lo que ganaba no bastaba a mantener el nivel de vida al que le obligaba su mujer. No es que estrenara vestido y joyas en cada sarao, que también; es que tenía dos hermanas mayores solteras, bastante más feas que ella, a las que se llevó a vivir a la corte y que también tenían que estrenar vestidos y joyas para casarlas; es que le tocó organizar saraos y no desmerecer frente a nobles terratenientes forradísimos e incapaces de recorrer la superficie que poseían por no tener tiempo para viajar tanto. Pushkin comenzó a escribir por la pasta y casi sólo por la pasta, para dar de comer, de vestir y de alternar a toda la familia que se le había aparecido.

Encima, a esto se sumó que la Goncharova era objeto de todo tipo de rumores, y tengo para mí que en los bailes de la corte y en los saraos no hacía mucho por desmentirlos, sino que, muy al contrario, provocaba que aparecieran más. Que si el Zar era su amante, que si tenía un lío con este barón, o con este príncipe... el pobre Pushkin no debía saber a dónde mirar y de dónde le podían venir las banderillas. Hasta que apareció un francés, George Dantés, que se puso a cortejar abiertamente a la Goncharova, que supongo que haría el jijijajá que hacen las supercoquetas cuando les dicen monerías y les sube el pavo la cosa. La cosa acabó mal, y eso que el francés se casó con la hermana de Natalia, que ya fue hacerles un favor a los Pushkin. Comenzaron a aparecer anónimos graciosillos en los que se nombraba a Pushkin maestre de la Orden de los Cornudos. Hoy supongo que Pushkin aparecería en Corazón, Corazón o le pondría una demanda a quien fuera, pero esas cosas no existían en el siglo XIX, así que, como todos sabemos, en enero de 1837 tuvo lugar el duelo con Dantés que terminó con la muerte de Pushkin y el paso de Natalia Goncharova, con veinticuatro añitos y un mundo por delante, al estado civil de viuda.

Pues ésta es la mujer más unánimemente admirada en este país. Y vemos que lo de irse con un francés no es nuevo.

Ésta es una parte de la cuestión. Pero no, todavía no hemos terminado, que todavía falta saber qué hacer en esta situación, porque lo de retar en duelo al francés no lo recomiendo. Es muy doloroso para los tímpanos y hay que madrugar mucho.

Pero es que hoy se hace tarde.

5 comentarios:

  1. "De momento, sólo quiero decir que no todas las rusas son así, ni mucho menos, pero sí es cierto que prácticamente todas las que he conocido y son así... son rusas."

    Lo que me reído con este comentario, Alfor... qué bueno...

    )))))

    Hablando en serio, voy a citar a una de las amigas del cónclave femenino mencionado. Estuvo en Rusia en año pasado y volvió casi en estado de shock. Vivía en un bloque de esos con el portal en un estado lamentable, con el ascensor convertido en urinario, etc.

    Dijo: "Ahora entiendo por qué todas esas rusas que se prostituyen, las scammers, las páginas de contactos de mujeres rusas. Creo que si tuviera que vivir así yo haría lo mismo".

    Ahí dejo eso.

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  2. Orayo, pues seguiremos un poco más antes de cambiar radicalmente de tema.

    Francisco, ufff, es un tema límite, el que estamos tratando, pero yo creo que la mayoría de los rusos no es consciente del asco que dan sus portales a los que no somos de allí. Si las scammers quieren salir, yo no le echaría la culpa a la mugre del rellano. A su amiga, hecha a otra cosa, naturalmente le pareció espantoso.

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  3. Que gracioso sería oír todo este original discurso, con ese típico tonito ibérico: "puesh, hombreeeee"---"cojoneshhhh"...pero en ruso...
    Alfor, para cuándo el audio-blog???

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  4. Yo le hice una versión algo más literaria en Topazul.cl

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