La semana pasada, como ya había pasado en otras ocasiones, estuve en España acompañando a un grupo de rusos. La primera vez que apareció dicho fenómeno por esta bitácora se trataba de gente dedicada a la producción metalúrgica (aquí, y siguientes); la segunda, de unos cuantos técnicos y presentadores de televisión. En esta tercera ocasión, la mayoría de los trece participantes pertenecían al tantas veces denostado sector público ruso.
Cuando nos reunimos todos en la casilla de salida (la puerta de embarque del vuelo de Iberia), ya nos presentamos y nos pusimos cara. Como es usual en estos casos, al principio todos éramos un poco reservados, pero al final del viaje algunos era como si hubieran hecho la mili juntos. Todos parecían buena gente, quizá con alguna inclinación poco saludable alguno que otro, y por eso es lástima que en estas entradas no vaya a dedicarme al encomio de la mayoría de buenos, sino a la descripción de la minoría de... mmm, excéntricos. Pero es lo que tienen estas cosas: cuando en un cajón de naranjas hay dos de ellas podridas y de color verde moho, nadie se fija en que las demás sean excelentes, sino que desecha el cajón por culpa de las dos únicas malas. Así, en un grupo, quienes destacan son los peores, por mucho que no sean los más ni mucho menos.
En todo caso, el comienzo ya resultó un poco inquietante, cuando dos de los integrantes del grupo, que eran tártaros, se me acercaron.
- ¿Y cuánto dura el vuelo?
- Pues dura unas cinco horas -les respondí con la certeza del que ha perdido la cuenta de las veces que ha hecho el mismo vuelo.
- ¿Cinco? Nooo. En el billete pone que salimos a las seis y llegamos a las nueve.
- Sí, pero en cada caso es hora local. Llegamos a las once hora de Moscú, porque hay dos husos de diferencia.
- Pero, cuando fuimos a Londres, tardamos tres horas.
- Claro, es que Londres está más cerca de Moscú que Madrid.
- Ah, sí, ¿eh?
Se miraron, y el más alto le dijo al más menudo.
- Creo que no hemos traído bastante whisqui.
Tragué saliva. Mucha.
Bueno, ya que soy el primero voy a escribir bien; esperamos con ansias que nos cuentes como fue el viaje.
ResponderEliminarY, ¿por qué acompañabas a esa gente?, ¿es tu actual trabajo?, creía que eras economista. Bueno, me gustaría saber por qué acompañas rusos por España sin que sean amigos.
Inquietante lo de quedarse sin whisqui.
ResponderEliminarVeremos que nos depara esa pareja.
¿A estos dos tártaros se les puede considerar representativos de los tártaros?. Y ¿a qué se debe su propensión whiskynómana en lugar de vodkainómana?. Gracias por las ilustraciones.
ResponderEliminarDitifet.
Maaaaaaaaaaadre del amor hermoso... Alfito, sigue contándonos, por Dios, estos Tártaros son realmente inquietantes... Por cierto, a ti que se te da bien la historia, ¿Los Tártaros no fueron famosos por alguna invasión? Me suenan mucho.... Y eso me inquieta más todavía, ayayayayyyyy....
ResponderEliminarBesitos
La ultima vez que viaje a mi tierra natal un grupo de rusos vino detras mio, al ver que en Roma presentaba mi pasaporte Argentino me preguntaron en un (segun dirias vos) cochambroso ingles cuanto duraba el vuelo a Argentina les respondi que 13 horas, al ver sus caras me quede cerca del check-in para hacer un cambio de asiento si la situacion asi lo requiriera. No pude evitar preguntarles que irian hacer a Argentina y me dijeron que iban a Ushuaia; no pude mas que reirme y les dije que entonces el viaje de ellos duraria 17 horas.
ResponderEliminarPero preeviendo lo que escribiras, desde ya quiero que sepas que te entiendo a la perfeccion.
Estoy vivo y coleando, considerando que estuve de "expedicion" por algunos "-tan"
Yo ya había oído que los tártaros no eran musulmanes muy devotos, pero lo de planificar el whisky según las horas de viaje supera lo que uno esperaría en un musulmán, que supuestamente no puede beber alcohol. También me sorprende la afición al alcohol extranjero en lugar de al nacional, debe de ser porque la resaca se pasa mejor. ¿Esto es más o menos habitual en los musulmanes de Rusia o una peculiaridad tártara? ¿Cuál es tu esperiencia con ellos?
ResponderEliminarSaludos
Behemoth, pues ya iré contando los aspectos más chocantes en las próximas entradas. También los hay menos chocantes, claro, pero ésos no son noticia.
ResponderEliminarYo soy economista, sí, pero desde hace dos años trabajo en otra cosa (la verdad es que me gustaba más lo anterior), intentando que los rusos compren ciertas cosas en España. Y, claro, para que se decidan hay que enseñarles el género.
Orayo, eso le toca a las próximas entradas.
Ditifet, no he conocido a tantos tártaros como para poder generalizar. Se supone que son musulmanes, aunque sean musulmanes light, así que puede que sea por eso que no beban vodka (bueno, luego supe que también lo bebían), sino whisqui. O, simplemente, sea cuestión de gustos.
Esterita, tranquila, que los tártaros no llevaban ninguna bandera. Si la hubieran llevado, podría ser una invasión; si no, son meros actos vandálicos.
Bruno, bienvenido de vuelta de los Tanes. Sí, un vuelo de trece horas puede ser bastante cruel. Es por algo que designé como punto de encuentro la puerta de embarque, y no el mostrador de facturación, donde me hubiera sido difícil irme a otra fila. Y primero quería ver quiénes eran los pollos que me iban a acompañar, que uno no es novato en esto.
Fernando, mi experiencia con los musulmanes rusos (o ex-soviéticos, en general) es que son cualquier cosa menos radicales. Al igual que la gran mayoría de los ortodoxos, tienen una enorme ignorancia en lo tocante a la religión, y la gran mayoría comen cerdo y beben alcohol sin el menor problema. Muchas veces es posible identificarles, al igual que a los judíos, por el apellido, pero no por su vida ni costumbres, en todo semejantes a las del resto de la población, ni por su aspecto exterior, ni por su vestido. He tenido algunas anécdotas bastante graciosas con alguno. A ver si un día que esté de humor la relato.
ResponderEliminarHombre, lo normal ... me dan sudores y escalofríos de sólo pensar la tortura que habrán pasado los pobres..., me voy a pillar una cerveza para calmarme
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