En 1990, la Unión Soviética ya tenía las costuras del traje que daban pena. Las repúblicas bálticas campaban por sus respetos, las caucasianas estaban incluso en guerra entre ellas y, para colmo, nada menos que en Rusia los miembros del Congreso de Diputados Populares se estaban pensando lo de permanecer en la URSS. Hablar de la "unión indestructible de repúblicas soviéticas" sonaba como poco a cachondeíto.
En esto, en noviembre de 1990 interpretaron con motivo de la apertura de las sesiones del Congreso la "Canción Patriótica", de Glinka, el padre de la música rusa. A los diputados les debió gustar tanto que la adoptaron por unanimidad como himno de Rusia, mientras como himno soviético seguía el anterior. Hay que decir que en los parlamentos de la Unión Soviética, en distintos niveles, lo normal era que las cosas se aprobaran por unanimidad. Por si acaso.
La Canción Patriótica no tenía letra y nunca llegó a tenerla, lo cual la convierte en un himno semejante al español. En medio de las controversias de los tremendos años noventa, con los liberales zumbando por un lado, los comunistas conservando una enorme fuerza, los de la vieja guardia transformados en no se sabe muy bien qué, mucho nacionalista en ascenso, y una guerra en Chechenia, que además estaban ganando los chechenos, la Duma era una jaula de grillos incapaz de ponerse de acuerdo en nada sustancial, y menos en una letra que pusiera de acuerdo a todo el país. En lo cual, fuerza es decir, los españoles tenemos una semejanza tremenda con los rusos.
Sin embargo, hubo una letra que estuvo cerca de ser aprobada mediante el método como se hacen las cosas en Rusia, es decir, por las narices del Jefe del Estado. Sin embargo, en este caso el mencionado Jefe del Estado, a la sazón Borís Yeltsin, estaba totalmente para el arrastre y dimitió. Precisamente dimitir es lo que estaba haciendo Yeltsin cuando le tomaron la foto que ilustra esta entrada, el día de Nochevieja de 1999.
Llegaban otros tiempos. Los actuales.
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