La semana pasada estuve fugazmente en España, que está, como Rusia, en campaña electoral. En realidad, la campaña electoral comenzaba unos días después, pero eso debía ser un chiste, porque los periódicos no hablaban de otra cosa (bueno, sí, de fútbol también) y ya proliferaban los carteles de los peperos, dirigidos por ese señor con barba, y de los sociatas, que enseñan al presidente con los ojos muy abiertos, como diciendo "vóoootame".
¿Como en Rusia? Más bien no. En Rusia hay elecciones también, pero la verdad es que no se nota apenas. Aunque hay cuatro candidatos, en realidad en la televisión apenas sólo aparece uno. Y ni siquiera hay casi carteles de ése, ni de los otros tres ¿Para qué? Sería un lamentable gasto inútil de papel que no iba a cambiar absolutamente nada (en España deberíamos tomar ejemplo, porque, después de todo, las elecciones no sirven tampoco para mucho).
Y es una lástima, porque uno de los candidatos, con óptimas posibilidades de quedar segundo, es nada menos que Zhirinovsky, que vuelve, después de unas vacaciones (en las últimas presidenciales presentó como candidato a su guardaespaldas), a tomar parte en la contienda electoral. Un debate con él prometería, pero no creo que se produzca. Qué fascistas...
Los otros dos candidatos son el jefe de los rojetes, Ziugánov, y el tipo de los rizos que da reparo sólo de verle, que, además, resulta ser, no ya masón, sino el presidente de la principal logia rusa. Lo tiene todo, el tío...
Y así, mientras en España los políticos de tiran los trastos a la cabeza porque el AVE llega tarde a los sitios (cosa que en Rusia, obviamente, tardará mucho en pasar) o porque los obispos dicen qué criterios deben tener los que voten (aquí los obispos dicen cosas mucho más claras, y nadie les chista, ni siquiera los comunistas), yo me pregunto qué ocurriría con la campaña electoral española trasplantada a Rusia tal cual, sin dar antecendentes al elector. Veamos:
A los peperos no les iba a votar nadie, pero nadie. Su cartel electoral de color azul clarito, que en Rusia es el color de los mariquitas, iba a ser su perdición. Y encima ese señor con barba. Yo creo que hay que remontarse a Lenin para encontrar en Rusia un gobernante con barbita, y para encontrar uno con barba de verdad ya hay que pensar en Nicolás II o Alejandro III. Y, encima, el lema "Es posible": "Ya está claro", se diría el mujik votante, "éste tío lo que quiere es fomentar a los bujarrones. Pues será sin mi voto."
Los sociatas, en cambio, serían considerados como un partido religioso. Un señor sonriente, con los ojos muuuuuy azules, que apela a la conciencia del votante y cuyo lema, "Motivos para creer", apela a la fe del votante. Se llevaría de calle al creciente electorado ortodoxo, que diría: "He ahí un tío de orden, creyente, sincero como él solo. Seguro que el pope recomienda votarle."
¿Cómo? ¿Que en España no es precisamente así? Pues qué cosas.
Aaaaaaaainsssss Si total al final todo es lo mismo, políticos y ganas de poder, ni más ni menos....
ResponderEliminarBesitosssss
Esther, ni más ni menos. La verdad es que el hecho de no votar en estas elecciones me deja incluso descansado, como si todo esto no fuera conmigo.
ResponderEliminarBueno, Alfor, si Medvédev fuese como ZP, el sucesor de Putin se llamaría Ivanov:)
ResponderEliminarCésar, eso ha estado muy bien. :)
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