- Ahora vamos a ver las ruinas.
- Ah, pero, ¿hay ruinas en Alemania?
Las hay. Y no es un paisaje industrial devastado, como el que se puede encontrar en algunos lugares de Rusia, sino un edificio religioso que debió ser hermoso, y que, incluso en su estado ruinoso, no muy lejos del centro de la ciudad, sigue siéndolo.
- ¡Hala! ¡Qué pedazo de edificio! ¿Lo están reparando?
- Pues lo estaban reparando, pero se les debió acabar el dinero.
Nos acercamos a la verja. Efectivamente, había un letrero que anunciaba a la empresa que estaba llevando a cabo la reparación, pero allí no había apenas materiales de construcción. Todo parecía parado.
- ¿Y qué son estas ruinas?
- Mmmm... pues no sé.
Vaya, ya había puesto en un aprieto a nuestros anfitriones. Pero Herbert no se dejaba apretar tan fácilmente.
- Vamos a buscar un cartel. Creo que había uno por allí.
- Vamos a darle la vuelta a la ruina, a ver si encontramos lo que es.
Le dimos la vuelta, mientras buscábamos el posible cartel, que, por desgracia, se quedó en posible.
- Pues nos quedaremos sin saber lo que es.
- En todo caso, si está roto, no es culpa de los rusos. A mí no me miréis. Está demasiado cuidado, incluso en ruinas, para que hayan sido los rusos.
Por cierto, más tarde, escudriñando por ahí, he averiguado que es el antiguo convento de las Agustinas y que se menciona por primera vez en 1207, que no está mal como antigüedad. Lo que no he podido saber es cómo se vino abajo el techo, pero seguro que eso se debe a que el comportamiento antisocial y antiecológico del causante del derribo causó hasta tal punto la indignación del pueblo westfaliano que han preferido borrar este incalificable suceso de sus anales. Qué vergüenza.
que malas son las guerras para los monumentos artísticos...
ResponderEliminarBesitosssss
Esther, teniendo en cuenta que los aliados debieron olvidarse del pueblo, que, por lo visto, está intacto, quizá haya que echarle la culpa a otra cosa. Pero la verdad es que no lo sé.
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