martes, 6 de marzo de 2007

Baloncesto (II)

La decadencia del baloncesto ruso fue dura. El CSKA cayó a la mediocridad, hasta el punto de que su primacía en la liga rusa (ya no soviética) no la discutían equipos de renombre como el Zhalguiris Kaunas, sino advenedizos sin historia como el Ural Greit de Perm, que le birló un par de ligas. Y llegaron los americanos: de momento sólo uno, Marcus Webb, mientras que la segunda plaza de extranjero la ocupaba Gundars Vetra, un letón que creo que ya había jugado en el equipo... cuando todavía no era extranjero. Luego llegó el patrocinador, a partir de 2000 llegó el dinero, un presidente ambicioso (precisamente Alexander Gomelsky), la libertad de contratación, y los americanos. Éstos, que al principio eran del montón, comenzaron a ser gente de mucha calidad. Poco a poco, los rusos comenzaron a desaparecer de la plantilla: los tres mejores (Kirilenko, Monya y Jriapa) cambiaron de país y se fueron a la NBA; alguno decidió ya retirarse (Tijonenko, un superviviente de otra época, o Panov), y la mayoría fueron desplazados a equipos segundones (Kudelin, Gorbunov, Nosov, Karassiov, entre otros).

En fin, que el otro día, contra la Penya, el entrenador era un italiano, Ettore Messina, y la columna vertebral del equipo la constituyen John R. Holden, Theodoras Papalukas, Trajan Langdon, David Andersen y Matjas Smodis. Rusos, lo que es rusos de verdad, sólo juega algo más allá de lo simbólico uno: Alexey Savrasenko. El público grita y anima, se está construyendo un nuevo pabellón (supongo que con gradas de fondo) que sustituirá al actual, hay animadoras de alto nivel (algo impensable en la mojigata época soviética), hay presentaciones de los equipos con reflectores y toda la parafernalia al uso actual. La austeridad quedó atrás.

Eso sí, lo que tienen en común el CSKA histórico y el contemporáneo es que ambos equipos son una apisonadora: igual que el Real Madrid, en aquel tiempo, aguantaba lo que podía hasta, normalmente, hundirse en los segundos tiempos, la Penya fue tristemente arrollada en la segunda parte.

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