sábado, 28 de octubre de 2023

Atentados

La noticia de la semana pasada en Bruselas ha consistido en el retorno de los atentados islamistas. En este caso, el lunes de la semana pasada, cuando un tipo muy poco recomendable y desde luego poco adaptado a la vida en Occidente se lio a tiros contra unos pacíficos aficionados suecos al fútbol que habían venido a Bruselas a ver cómo su selección jugaba contra los Diablos Rojos, y en lugar de eso se encontraron con un diablo, sí, pero verde y con muy mala leche. Al parecer, la excusa es que alguien quemó un Corán en Suecia. Está bajando el nivel de la ofensa. Para que llegaran las represalias, primero había que maldecir al (falso) profeta, después bastaba con dibujarlo, ahora basta con maltratar un Corán, que no deja de ser un libro, y el día menos pensado nos la vamos a cargar sólo por vender jamón.

Lo que pienso sobre el particular lo dejé bien claro hace ya ocho años, y no cambio una coma de lo que escribí entonces. Yo lo siento mucho, pero está más que demostrado que el modelo de aceptar a los extranjeros con sus propias costumbres incompatibles con nuestro orden público simplemente no funciona. Yo llevo más tiempo como extranjero que como español, pero mi orden público no es incompatible con el local, ni en Alemania, ni en Rusia, ni ahora en Bélgica, y en todos estos sitios he tenido un razonable trato con locales y no se me ha ocurrido montar un "ghetto" de españoles ni mucho menos imponer mis ideas por la fuerza. Los musulmanes tienden a concentrarse en lugares concretos y en ellos a hacer de su capa un sayo de forma todo lo violenta que se tercie, porque ése es lamentablemente el ejemplo que les dejó el fundador de su secta, un personaje violento, belicoso y de costumbres sexuales muy poco edificantes, que no es criticado por las feministas y otras gentes de mal vivir porque dichas gentes comparten con los mahometanos el odio al cristianismo, y eso les une. El día que, Dios no lo quiera, deje de preocuparles el cristianismo, deberían darse cuenta de que entre sí son todavía menos compatibles.

Sea como fuere, entretanto el terrorista se dio a la fuga en moto, sin suicidarse ni nada. Esto es Bélgica, un país que alberga muchos fenómenos chocantes y algunos de ellos tienen que ver con su policía. En este caso, sé que voy a ser injusto, pero se diría que a los policías se les acabó la jornada laboral y dejaron el trabajo de neutralizar al asesino hasta el día siguiente; lo cierto es que al día siguiente lo localizaron y el sarraceno murió de un tiroteo. Consta que era tunecino, que ya venía con mala fama desde su patria, que estaba casado y tenía una hija, que había pedido asilo, el cual lógicamente le fue denegado, porque no se sabe que en Túnez persigan a los opositores políticos, pero eso no hizo que el pollo abandonase Bélgica, sino que siguió viviendo tranquilamente en Schaerbeek, conocido nido de personajes de comportamiento mejorable. Nadie le molestó en serio. Ni en broma. Es más, Túnez había pedido su extradición por delitos bastante comunes, y aquí a nadie se le ha ocurrido que el individuo podía ser peligroso. Lo de Bélgica acogiendo a delincuentes extranjeros es una tradición que viene, al menos por lo que respecta a España, desde que se constituyó en santuario de ETA y últimamente de independentistas catalanes. Todo esto es una actitud arriesgada que en algún momento tenía que terminar mal. Ha tocado ahora.

Habrá que ir haciéndose a la idea de que cambiar la mentalidad de un musulmán no es sencillo, ni ahora ni en tiempos de Felipe III. He oído hablar de algunos, muy pocos, musulmanes que se han convertido al cristianismo, pero no he conocido personalmente a ninguno, sí que se me  permitirá que ponga su existencia bajo una pequeña sospecha.

La chapuza interna ha tenido como consecuencia la dimisión del Ministro belga de Justicia, un señor que ya apareció por esta bitácora con motivo del "pipigate" y que ya no ha podido aguantar más en su puesto. No sé si lo sucedido tendrá como consecuencia que la justicia belga reconozca que es a la justicia como la madre política a la madre, pero me temo que no, porque hay cosas que están profundamente arraigadas en el imaginario colectivo, y la soberbia frente a todo lo que está al sur parece una de ellas.

Entretanto, vamos a rezar porque el siguiente atentado no nos pille cerca ni a nosotros, ni a nuestros allegados, ni siquiera al susodicho ya ex-Ministro de Justicia de Bélgica. Vamos a rezar antes de que sea tarde, como se está haciendo ahora.

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