martes, 4 de octubre de 2022

Adivinos

Con cierta regularidad, aparecen en mi buzón de correo pasquines de hechiceros africanos que me ofrecen sus servicios de adivinación y brujería.

Tiene toda la pinta de que los belgas se marcharon demasiado pronto del Congo, cuando todavía quedaban demasiadas supersticiones (o algo peor) que erradicar. Bueno, también es cierto que, hoy que la gran mayoría de los belgas ha dejado de creer en Dios, lo normal es que crean en otras cosas. Y eso puede ser una de las explicaciones del éxito de los hechiceros africanos por estos pagos. Porque a buenas horas se iban a molestar los susodichos hechiceros en dejar sus pasquines por los buzones de Uccle si no supieran que les iban a llover los encargos.

Después de todo, son adivinos.

Yo no soy mucho de llamar a adivinos. Ni poco. Supongo que será que sigo creyendo en Dios (una fe mejorable, pero fe al cabo), por eso debo sospechar de un adivino que deja su pasquín en el buzón de quien sabe que no le va a llamar. Y, si no está seguro, no vale un pimiento como adivino.

En este caso, el hechicero atiende por el nombre de Monsieur Karamba. En Bélgica, llamarse así tiene un pase, pero en España el choteo iba a ser considerable. Los servicios que ofrece son la repera, desde aprobar el examen de conducir hasta el retorno al hogar del ser amado. Además, garantiza resultados en tres días, y el pago se produce después del éxito. Más vale que el ser amado no esté muy lejos, porque tres días se antojan escasos para convencerlo, si el mentado ser está enfurruñado o escéptico en cuanto a la perspectiva de volver al hogar. O si tiene que organizar una mudanza, que son cosas difíciles.

Ante estos casos, a mí siempre me asalta la duda, de por qué el hechicero no se dedica a aprobar las oposiciones (es uno de sus servicios) él mismo, en lugar de seguir con sus monsergas para favorecer al prójimo. Porque me da la impresión de que estar siempre pendiente de que los vaticinios y conjuros se cumplan como mucho en tres días debe ser muy estresante, mientras que, con una oposición, no sé, a policía belga, deberías tener la vida resuelta. Imaginemos a Monsieur Karamba, con los poderes que le adornan, resolviendo crímenes. Debe ser pan comido para él, sin confidentes ni engorros de ningún tipo.

En fin, que el mero hecho de que un hechicero deba anunciar sus servicios para aumentar su clientela, ya dice muy poco de su capacidad de adivinación. Lo suyo sería que se dirigiera directamente, sin tapujos ni pasquines, a puerta fría, al domicilio de quien él sabe positivamente que va a contratar sus servicios, por la razón que sea, desesperación, estupidez, curiosidad, todas las anteriores...

O bien puede haber un motivo un poco más puñetero, como sería llamarlo por teléfono para ver si se cumple el chiste de Eugenio:

- Buenas tardes, ¿puedo hablar con el adivino?

- Sí, ¿quién es?

- Pues vaya mierda de adivino...

Me están entrando ganas.

3 comentarios:

  1. Debe de haber un montón de adivinos belgas emigrados, porque en cada población que he vivido había al menos uno... Eso sí, deben de estar bien organizados, porque parece que todos vayan a la misma imprenta: el formato del boleto es idéntico

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  2. Te confieso que tu artículo me hizo reir. Gracias por alegrarme la noche.

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  3. Fer Sólo Fer, lo de la imprenta es muy cierto, no me había fijado.

    Alí Reyes, no hay de qué. A mandar.

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