jueves, 11 de agosto de 2022

Turismo valón y tornaqués

La organización del turismo en Valonia ha mejorado bastante en los últimos tiempos. Las oficinas de turismo ofrecen buenos servicios a buenos precios, así que aparqué donde mejor me pareció, pero fuera del centro, y me encaminé a la oficina de turismo, que estaba a punto de cerrar, un domingo a las doce y media.

A lo mejor la frase anterior sobre las mejoras en la promoción del turismo valón son un poco exageradas, no sé...

En todo caso, sólo cerraban una hora, con lo que aún me dio tiempo a hacerme con un mapa y un recorrido señalizado, así como a enterarme de que habría una visita guiada a las tres de la tarde. Claro, en la mayoría de las ciudades españolas, a uno le ofrecen una visita guiada a las tres de la tarde de un domingo de verano, y se queda buscando la cámara oculta, pero en Bélgica las temperaturas son bonancibles y tal cosa no es descabellada en absoluto.

Sea como fuere, tenía una hora y media por delante para decidir si la empleaba en comer tranquilamente, o la dedicaba al recorrido que proponía la guía. Casi diría que obviamente, elegí el ayuno y la peregrinación, y yo diría que hice bien, porque tuve la ocasión de visitar templos como la iglesia de Santiago, que hacía también las veces de albergue de peregrinos y donde se ven las vieiras del camino hacia Compostela. También vi la iglesia de San Bricio, junto a la cual se halló la tumba de Chilperico I, un templo muy sobrio y agradable.

Junto a ellos, había otros templos que habían corrido peor suerte y que estaban cerrados y pendientes de destino. Se ve que la ola de secularización no ha dejado de lado a la diócesis de Tournai, y eso a pesar de que su obispo es de lo más presentable que hay en el epicopado belga, aunque me temo que el listón está tan sumamente bajo que la presentabilidad es enormemente relativa. En fin, que sigue habiendo templos vacíos que, imposibles de mantener por una comunidad que adelgaza a ojos vista, van a recibir irremediablemente otro destino que no tenga nada que ver con la finalidad para la que fueron construidos, para vergüenza de los que hubiéramos debido contribuir a evitarlo y para regocijo paralelo de ateos, agnósticos, infieles y herejes.

El recorrido incluye igualmente edificios civiles y militares. El edificio militar más destacado es la torre que Enrique VIII hizo construir durante el breve dominio inglés sobre la ciudad, que formaba parte de un cinturón amurallado y que, hoy día, es una mole con aspecto de coliseo y vistosidad por lo menos discutible, y más con los andamios que lo rodean y que le hacen parecer unos grandes almacenes a medio hacer. Eso sí, ingleses. Por alguna razón que desconozco, los tornaqueses están orgullosos de haber pasado cinco años bajo dominio inglés, como si Enrique VIII hubiera sido un benefactor de la humanidad y no hubiera vendido la ciudad al rey de Francia por no verse con los sinsabores de mantenerla en su poder.

Pero el monumento más destacado de la ciudad debería haber sido el puente de los agujeros (Pont des Trous), un puente del siglo XIII dotado de mecanismos que debían proteger el centro de la ciudad de los enemigos que pudieran atacarla remontando el Escalda.

Bueno, pues éste es el estado actual del puente en cuestión. La salvajada que han perpetrado los poderes públicos tornaqueses es de las que hacen época. Teóricamente, el derribo y ampliación del arco del puente tiene por objeto permitir el tráfico marítimo a través del Escalda, que es ese río, a estas alturas de su recorrido bastante birrioso, que se ve en la fotografía y que, francamente, no puedo imaginar como arteria de comunicación comercial, sino, todo lo más, como recreo de los cuatro ricachones que tengan su barquita fondeada por la zona. En todo caso, la excusa no es demasiado creíble, y Dios sabe a qué oscuros intereses habrá servido la construcción de otro puente en lugar del antiguo, que estaba en perfecto estado de conservación.

En fin, como no habían actualizado las fotos de las guías turísticas, tenía yo la esperanza de ver el puente en el estado en que aparecía en la foto de la guía. Pero no...

Sumido en estos pensamientos, y después de visitar el exterior del seminario jesuita y del museo de bellas artes, y como se acercaba la hora de la visita guiada, me dirigí a la oficina de turismo a continuar con el plan.

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