miércoles, 16 de febrero de 2022

Estados tapón

Ahora que no se sabe muy bien en qué momento van a empezar a darse de tortas en Ucrania, posiblemente sea el momento de parar y hacer unas preguntas sobre por qué están pasando estas cosas. A ver, que estamos en Occidente y nos dicen que Putin es un tipo muy peligroso e imperialista y que los ucranianos son unas ovejitas indefensas defensoras de su libertad y blablablá. Con toda seguridad, en Rusia dicen exactamente lo contrario (a ver si pongo la tele rusa un día de éstos), y aducen que Ucrania está petada de fascistas opresores del noble pueblo eslavo, mientras que Rusia simplemente quiere protegerse de que la OTAN ponga misiles en fila del otro lado de la frontera. Supongo que son formas de ver las cosas y que las dos valen lo que valen.

El problema de Ucrania es que está donde está, cosa que tiene mal arreglo. Ya con ese nombre algo de predestinación hay, porque lo podríamos traducir un tantico libremente como "ese territorio que está ahí en la frontera, al borde", lo cual es una definición no muy mala de "estado tapón", que se coloca entre dos potencias para que no haya frontera entre ellas, o sea muy corta, y así no haya demasiada guerra.

Lo de los estados tapón no es una novedad en absoluto, sino que es algo de toda la vida y, si no, basta con ver la imagen que ilustra esta entrada, y que muestra cómo se las ingeniaron los dos grandes poderes de Europa Occidental más o menos al comienzo del siglo IX, el Imperio Carolingio y el Emirato de Córdoba (en la imagen pone "Califato", lo cual es un error, porque para eso hay que esperar un siglo más) para no tener fronteras directas ni tentaciones de llegar directamente a las manos. Además, había más tapones, porque, por parte musulmana, en aquel tiempo el valle del Ebro era prácticamente independiente, de la mano de los Banu Qasi.

Un caso de libro de estado tapón es Bélgica, que ni siquiera debería estar existiendo, y si lo hace es, en primer lugar, por inercia, y en segundo porque Inglaterra se negó tras la Revolución de 1830 a que Francia se quedara con lo que hoy es Valonia, porque sí, llegó a haber una propuesta en este sentido. Total, como hablan francés, que se queden con nosotros, debió decir Talleyrand, que es más o menos el mismo argumento de los que intentan anexionarse territorios en los que se habla una lengua lo suficientemente similar, llámese Austria, el Donbass o Valencia.

Los estados tapón son necesarios, lo siento mucho. Por lo menos, Bélgica no es un lugar muy orgulloso de existir, hasta el punto de que se diría que son conscientes de lo poquita cosa que son, pero Ucrania parece otra cosa. Durante todo el siglo XIX los belgas fueron neutrales a tope, sin ponerse de parte ni de Francia ni de Prusia-Imperio Alemán, que eran las dos potencias que separaba. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las dos entraron en la OTAN, Bélgica mandó la neutralidad a freír espárragos y entró también, pero, para entonces, ya no tenía sentido que ahí hubiera un estado tapón.

La OTAN, por cierto, se creó para defenderse del comunismo soviético. Es verdad que, entretanto, el comunismo soviético no existe, al menos donde estaba, pero queda Rusia, que se sigue dando por aludida cuando la OTAN necesita un enemigo. Y eso que durante un tiempo, hasta el asuntillo de Crimea, por la sede de la OTAN, que por cierto está en Bruselas, había una nutrida delegación rusa con rango de aliados, cosa que me imagino que habrá terminado radicalmente.

El caso es que lo que hoy es Ucrania, aunque sea el país más extenso de Europa después de la propia Rusia y de que tenga cincuenta y pico millones de habitantes, no es más que un estado tapón y, lo que es más, siempre que lo ha sido todo ha ido razonablemente bien. Cuando ha pertenecido a alguno de los dos o tres imperios circundantes, ha habido tortas. Y, fuerza es reconocerlo, a lo largo de la historia ha pertenecido casi siempre a alguno de los imperios circundantes.

Cuando allí no había nada civilizado, era un territorio tapón entre el espacio ruso, normalmente bastante dividido, y lo que hubiera en el Sur, ya fuera el Imperio Bizantino o el Otomano. Hay un objetivo estratégico ruso no de ahora, sino desde el siglo X, que consiste en tener una salida al Mediterráneo; hay más objetivos rusos, pero ése es prácticamente eterno. La salida al Mar Negro, que es algo similar, la consiguieron tarde, pero la consiguieron, y la del Mediterráneo queda pendiente y sin prisa. Una de las causas de que Rusia apoye tanto al régimen sirio de El-Asad es que, sí, Rusia tiene una base militar en la costa siria, la cual, sí, está en el Mediterráneo.

Obviamente, los enemigos estratégicos de Rusia quieren exactamente lo contrario, esto es, que Rusia no tenga nunca una salida al Mediterráneo, y que no amplíe la que ya tiene al Mar Negro. El enemigo histórico más importante de Rusia no es Alemania ni Polonia, qué va, sino Inglaterra o el Reino Unido, según la época. Uno puede pensar que no, que en realidad los dos han sido aliados en las dos guerras mundiales, pero es que son las dos únicas veces que lo han sido prácticamente en toda la historia, con la posible excepción, y muy a regañadientes y después de una agresión, en las guerras revolucionarias y napoleónicas de principios del siglo XIX. La guerra de Crimea, no la de 2014, que no fue guerra ni nada, sino la de 1854, tuvo precisamente ese objetivo de no dejar que Rusia acogotara al Imperio Otomano, como iba camino de hacer, y obtuviera su salida al Mediterráneo. Observemos que el Reino Unido sí que tiene salida al Mediterráneo, como bien sabemos los españoles y saben los chipriotas, y no tiene ninguna intención de dejar de tenerla. Además, en el pasado, tenía Malta; y Grecia era prácticamente un protectorado suyo.

En este contexto, que haya un territorio que tapone las ambiciones de Rusia es algo fundamental, y supongo que Rusia sólo lo admite a regañadientes, eso sí, siempre que ese territorio, como Bélgica en el siglo XIX, sea neutral. Vamos, que ni pa ti ni pa mí.

Estos días estoy escuchando a gente decir que la retórica de los espacios de influencia, que es lo que Rusia dice que es Ucrania, no es propia del siglo XXI, y que hay que permitir a Ucrania que escoja libremente lo que quiere ser. Si dicha afirmación es sincera, y me temo que sí, ello sólo significa que estamos gobernados por una panda de almas de cántaro con menos vista que una fiambrera. Naturalmente que la retórica de los espacios de influencia corresponde al siglo XXI, salvo quizá en los mundos de Yupi en donde vive demasiada gente, y la prueba es que los mismos dirigentes que dicen que esa retórica está caduca son los mismos que quieren atraer Ucrania a su propia esfera de influencia, mediante la aceptación de unos valores supuestamente democráticos que corresponden a una definición de democracia que consiste en que quien manda es el partido político de turno, apoyado por una maquinaria manipuladora de la opinión pública. Así querrían que fueran todos los países.

En resumidas cuentas, que para que haya paz en la zona, a Ucrania no le va a quedar más remedio que aceptar su destino de estado tapón, exactamente el mismo que ha asumido Bielorrusia, otro que tal baila, y del que han escapado las repúblicas bálticas porque pillaron a Rusia en un momento de bajón que se le pasó hace mucho tiempo. 

¿Es malo ser un estado tapón? Tiene sus ventajas, y es cuestión de explotarlas. En este caso, a Ucrania no le costaría demasiado conseguir un acuerdo con las dos potencias vecinas, Rusia y la Unión Europea (vamos a considerarla como una potencia, y no como tres o cuatro), para obtener tránsito libre de personas, mercancías y capitales, que es más de lo que están dispuestas a concederse entre sí las dos potencias en cuestión. Por volver al ejemplo de Bélgica, ser un estado tapón durante el siglo XIX y parte del XX no ha redundado en su perjuicio: su industria se desarrolló (después de quedar como unos zorros tras la independencia, que es lo que tienen los secesionismos), se forró con un decentillo imperio colonial, le sacó partido a sus minas de carbón, como podría hacer Ucrania, y resultó siendo un país que no caía antipático a casi nadie, no como las potencias imperialistas de aquel siglo. Y eso que Bélgica, en la medida de sus posibilidades, fue más imperialista que nadie, por no decir directamente genocida.

Claro que también tiene sus desventajas, y es que tus vecinos te meten en líos diplomáticos cada dos por tres, presionándote por todos los lados, pero oye, es que es eso o la guerra. Yo creo que a Ucrania no le conviene mucho la guerra, aunque la ganara, y que más le vale calmarse y dejarse de accesos a la OTAN, que los carga el diablo, y concentrarse en convertirse en un país próspero, que podría serlo si no fuera porque, la verdad, después de haber experimentado Rusia y sus corrupciones, como puede leer cualquier en los primeros seis años de esta bitácora, no me puedo imaginar lo que puede ser Ucrania, que no dispone del petróleo y el gas de los rusos.

Desde el punto de vista histórico, porque el autor de esta bitácora se considera cada vez más geógrafo e historiador, y cada vez menos todo lo demás, lo que hoy es Ucrania perteneció en la Edad Media y albores de la Edad Moderna no a Rusia, sino a Lituania, o a la unión polaco-lituana que solemos conocer como Polonia para simplificar y que era muchísimo mayor que la Polonia actual, porque era como la suma de Polonia, Lituania, Bielorrusia y casi toda Ucrania, menos la costa del Mar Negro, que era otomana, y algún territorio de algo más al norte que era zona cosaca y que era técnicamente tierra de nadie, lo cual es otra definición de estado tapón. Pero a ésos pocos ya volveremos.

En esto, llegó el siglo XVII y sería el momento de hablar de Bogdán Jmelnitski. Pero no será hoy, que se hace tarde.

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