A quien haya leído la gran mayoría de las entradas de esta bitácora le puede parecer que el autor de las mismas, yo mismo, es un tipo amargado que no hace sino quejarse, y que no está contento en ningún sitio. Se quejaba amargamente de Rusia, aunque le veía las ventajas culturales, vale, y ahora no hace sino despotricar de Bélgica y de los belgas. Si tan mal está allá donde va, dirá el lector, que se vaya a España y se deje de monsergas.
Estos últimos días he estado releyendo las entradas belgas de esta bitácora, que son aproximadamente las últimas doscientas, porque ya se sabe que como Rusia no hay nada en lo tocante a cosas sorprendentes y curiosas, y aquí hay mucha menos materia que suspenda el ánimo, como no sea hasta qué punto se puede despreciar al cliente impunemente en este país. Y, así, si en Moscú escribía a troche y moche, aquí los temas son más limitados y las entradas mucho más espaciadas, también porque aquí estoy mucho más ocupado de lo que jamás estuve en Moscú.
La conclusión a la que he llegado después de tanto leer es que antes escribía mejor, vale, y además que si estoy tan ocupado es porque en esta bendita ciudad no hay más remedio que apañárselas uno solo si quiere hacer cosas. Y, además, que la mayoría de las entradas son de lo más plañidero y quejica, y que no parece sino que esto es un sinvivir y un valle de lágrimas. Bueno, de lágrimas no sé, pero llover ya os digo que llueve.
Y no es para tanto.
Porque, si lo fuera, ¿a santo de qué iba a tener Bélgica la densidad de población que presenta, que ni de lejos se le acerca la española? Tanta gente no debe estar equivocada, y yo mismo tampoco, así que algún motivo tendremos para permanecer por estos pagos a pesar de la morriña que nos embarga cuando pensamos en la horchata y el arroz a banda.
La ventaja más evidente de estar por aquí es el vil metal, fuerza es reconocerlo. Que no os engañen: el residente de aquí que blasone de que no le mueve el dinero para permanecer en Bruselas, o es un hipócrita, o es, no sé, sacerdote, por lo menos...
Pero tiene que haber más, y ¿qué mejor lugar para escudriñarla que esta bitácora, reconvertida de sección de quejas en alabanzas a este jardín del Edén?
Lo iremos viendo, lo iremos viendo, ahora que me parece que estoy algo más desahogado.
O no...
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