Si hay algún sitio que todo español que pase cerca deba visitar, ese sitio es Empel. Lo ideal, claro, es hacerlo un 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, pero, a falta de otra ocasión mejor, cualquier día vale. El caso es ir.
En Empel se produjo un milagro que salvó a las mejores tropas españolas de una derrota segura. Vamos, hay quien trata de buscar explicaciones naturales al milagro de Empel, pero los relatos del suceso muestran que la helada fue insólita para la época del año, pero casi más insólita todavía fue la velocidad a la cual se descongeló el hielo, que únicamente estuvo presente el tiempo justo para permitir escapar a los dos tercios cercados por los herejes, y cuya pérdida hubiera puesto en gravísimo aprieto a Alejandro Farnesio, gobernador de los Países Bajos y, seguramente, el mejor militar de su época y que tal vez hubiera terminado con la guerra si Felipe II no lo hubiera requerido para demasiados menesteres al mismo tiempo.
Empel es un pueblecito situado, en 1585 y ahora, en las afueras de Bolduque. Para ir al lugar exacto de la batalla, hay que ir a Empel Viejo (Oud-Empel), lugar difícil de encontrar en la actualidad, por mucho GPS y navegador que ayuden al viajero. Empel (Nuevo) es un pueblo moderno y relativamente populoso, mientras que Empel Viejo es un lugar bastante inaccesible rodeado de caminos cortados y al que se llega tras dar más vueltas que una peonza. Pero, lo que es llegar, se llega.
Los actuales habitantes de Empel Viejo no parecen muy interesados en divulgar los atractivos turísticos del lugar. Da la impresión de que son gente adinerada que tiene casas notables y que usan para descansar, no para recibir visitas. Como holandeses que son, tampoco parecen muy orgullosos de lo que sucedió allí en 1585, que, al fin y al cabo, desde su punto de vista es una victoria de los malos. Además, la Segunda Guerra Mundial está mucho más cercana que las guerras de Flandes, y un recordatorio de los caídos durante la primera ha surgido con el propósito probable de difuminar lo sucedido en la segunda.
Sin embargo, Empel continúa siendo sobre todo un lugar de peregrinación de españoles, y más en particular la pequeñísima capilla de la Inmaculada Concepción que allí se ha erigido y donde hay un libro de visitas en el que, por supuesto, dejamos nuestra anotación. Hojeé un poco el libro, y prácticamente no había semana en la que no hubiera habido anotación, prácticamente todas en castellano.
No podía faltar la cruz de Borgoña en fondo blanco, la bandera bajo la cual lucharon los tercios que allí se libraron de una buena.
La crítica moderna se devana los sesos tratando de encontrar una explicación racional al milagro. Dicen varios que, muy probablemente, la tabla flamenca que encontró aquel soldado fue tan "oportunamente" encontrada, que podría pensarse que algún oficial la hubiera tenido entre sus bagajes y, para enardecer a una tropa muy desmoralizada, la hubiese enterrado en donde se pudiese hallar milagrosamente. Sea.
También se dice que, si bien no había helado antes un 8 de diciembre, no debe considerarse extraordinario que se levantase frío en tales fechas. Después de todo, no estamos hablando de julio, sino de diciembre, que es un mes de invierno, y en 1585 nos estábamos aproximando a la pequeña edad de hielo, de modo que, por infrecuente que se quiera el fenómeno, tampoco es como para tildarlo de milagroso. Sea.
Pero, repito y repetiré lo que sea menester, para lo que ya no hay explicación racional es para el fenómeno del deshielo que se produjo en cuanto los soldados españoles se pusieron a salvo. Los que lo hemos vivido sabemos que el deshielo, en particular si el hielo es de tal espesor que permitió a la tropa atravesar a pie la distancia que les separaba de Bolduque, es un fenómeno que se dilata no durante días, sino más bien durante semanas. Sin embargo, está certificado que el hielo se derritió en cuestión de horas, hasta el punto de que los buques holandeses pudieron volver a ocupar el canal casi inmediatamente, pero, ¡ay!, ya sin poder copar a los españoles.
En todo caso, se puede decir que de allí salió la Inmaculada Concepción como patrona de la infantería española, y así sigue hasta hoy y esperemos que por mucho tiempo, cosa que dependerá de que quienes tengan mando en plaza conozcan y, lo que es más, aprecien nuestra historia.
Entretanto, nosotros dejamos Empel y nos dirigimos a nuestro siguiente destino, teatro de una hazaña aún más conocida que la de Empel, aunque seguramente menos meritoria, y que fue inmortalizada por uno de nuestros mejores pintores, si no el mejor.
Tocaba el turno de Breda.
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