Claro, uno lee las entradas anteriores y le puede dar la impresión de que en Bélgica todo va manga por hombro y que no hay ningún profesional que merezca este nombre, y que pasa lo mismo con cualquiera que con los fontaneros en España, que para que te hagan un apaño tienes que presentar una instancia con meses de antelación.
Y no es así, como lo demuestra la continuación de la historia de la puerta del garaje.
Alicaído y poco consolado con el choteo que me había llevado con el jeta de la empresa de las entradas anteriores, no estaba en mis mejores momentos, cuando Alfina, un viernes por la tarde, entró en casa y me dijo:
- Ahí en la avenida he visto que estaban instalando una puerta de garaje y he apuntado el nombre de la empresa. Búscala.
- ¿Ahora?
- Sí, ahora.
Tras algo de resistencia, busqué la empresa y la encontré.
- Tiene una página web chula. Ah, y un formulario de contacto y un teléfono.
Ya puestos, llamé al teléfono, pero sólo pude hablar con el contestador. Para compensar, mandé una descripción de lo que queríamos mediante el formulario de contacto. Y Alfina y yo nos fuimos a hacer la compra, porque, siendo viernes por la tarde, no albergaba yo la menor esperanza de que quienquiera que fuese leyese lo que le había enviado antes del lunes, y no contaba con ninguna respuesta, si había suerte, antes de una buena semana. Eso si había suerte, porque, de no haberla, ni respuesta ni nada.
La tienda a la que fuimos es bastante grande, y el viernes por la tarde, momento típico de compras, con el sábado, había bastante gente. Estaba yo escogiendo los plátanos cuando oí un zumbido proveniente de mi teléfono y supuse que el enésimo pesado ofreciendo regalos por asistir a inauguraciones de tiendas que no me interesaban ni tantico había escogido mi número de móvil como blanco de sus ataques.
- Diga.
- He recibido hace un rato una llamada de este número.
- Ah, ¿sí?
- Soy de Doorsystems, nos ocupamos de puertas de garaje.
- Ah, ah, ah, síiiii, es verdad. He sido yo, he sido yo. También le he dejado un mensaje en la página web.
Alucinado me quedé con alguien que reaccionaba en menos de una hora. Ahora, con algo de perspectiva, estoy seguro de que no se puso al teléfono (fue la única vez), porque estaba instalando la puerta en la avenida él mismo, y soplar y sorber, no puede ser.
- Ah, también ha sido usted. Pues dígame qué necesita.
Le expliqué el caso, le dije que tenía fotos, y él me envió su dirección de correo para que se las enviara, y me dijo que también podía enviarle las medidas que yo tomara, y que con eso ya hacía un presupuesto.
El lunes por la mañana me llamó para preguntarme un par de cosas, y por la tarde ya tenía el presupuesto, más barato (y completo) que el figura de la otra empresa. Al día siguiente le dije que estábamos de acuerdo, ni se molestó en pedirme un adelanto, pasó un día a tomar las medidas exactas y se puso a producir la puerta. De vez en cuando escribía para preguntar alguna cosa, yo tardaba a veces un día en responder, y el tío llegó a leer correos y a responder en domingo por la tarde. A veces me daba vergüenza de que no le conseguía seguir el ritmo.
Antes del plazo que nos había indicado, nos dijo que la puerta ya estaba terminada y nos preguntó si podía pasar a ponerla. Y el día de la instalación estuvo al pie del cañón hasta las ocho de la noche, hasta completarla, y eso que había tenido una urgencia por la mañana y tuvo que llegar más tarde. Otro cualquiera hubiera aplazado la instalación hasta otro día para no pasarse currando hasta las tantas.
Me hizo firmar la aceptación de la puerta en su teléfono, y automáticamente el sistema generó la factura, que recibí por correo electrónico inmediatamente, y pagué a los diez minutos. Lo justo para ordenar la transferencia. Le mandé el justificante, y a las nueve y media de la noche aún me respondió dándome las gracias.
Así fueran todos, maldición, así fueran todos.
Ahora queda el siguiente punto: la puerta de entrada, también de 1957. Pero ésa es otra historia, y habrá que narrarla a su debido tiempo, porque hoy se me hace tarde.