La palabreja no la había oído jamás hasta mi llegada a este bendito país que me acoge. Une 'brocante' no es sino un rastro o mercadillo donde se venden (y, por lo visto, también se compran) todo tipo de trastos que yo considero totalmente inútiles, pero que a alguien le parecen lo suficientemente atractivos como para incorporarlos a su propiedad.
Los belgas, en general, tienen bastante sitio en casa. Bélgica es un país de una extensión reducida y de una densidad de población muy elevada, pero el terreno está razonablemente dividido entre los habitantes y, así, todo el mundo sale a bastante espacio, no como en Moscú, que estábamos todos apretujados. Es raro que haya belgas sin un sótano bien espacioso, y aun los relativamente pocos que viven en pisos suelen disponer de un trastero que les permite guardar todo tipo de cosas en desuso. No es extraño, pues, que tengan cosas, supongo que por si la guerra. Y es que, pensarán ellos, nunca se sabe cuándo los alemanes van a volver por sus fueros y se van a desmandar otra vez.
En el año largo en que estuvimos visitando casas para acabar comprando una, pudimos ver algunos agujeros ejemplares. Recuerdo una, ocupada por un hombre separado abandonado tanto por su mujer, como por sus hijos, que ya se habían hecho mayores. Evidentemente, la casa se le caía encima, pero es que además se había echado novia y había decidido hacer vida nueva y romper con todo lo anterior, casa incluida. La casa estaba habitable, aunque no nos gustó lo suficiente como para hacer una oferta por ella, pero el sótano era un lugar insondable que daba grima ver, atestado de objetos inclasificables.
Así vimos varios lugares. He de decir que, en lo tocante a sótanos, nosotros estábamos lejos de ser un ejemplo a seguir. Ya en Moscú, en que teníamos la enorme fortuna de vivir en una casa con sótano y trastero, algo insólito, los llenamos hasta los topes, y trajimos a Bruselas, con la mudanza, cachivaches de todo tipo, que habíamos ido transportando por las diversas viviendas que fuimos ocupando en Rusia y que fueron cayendo en desuso. La mudanza desde Moscú ocupó el doble del volumen que hubiera podido tener, y menos mal que ésa nos la pagaron.
De hecho, durante los dos años y pico que ocupamos nuestra primera vivienda en Bruselas, antes de comprar esta casa en la que escribo, mi obsesión estuvo consistiendo en reducir el volumen de la próxima mudanza (ésa no nos la pagaban). No había manera. Todos los objetos, hasta los más inútiles, tenían un valor sentimental para alguien, así que la reducción del volumen fue bastante limitada, y muchos bultos nos han seguido hasta aquí y a saber el tiempo que se quedarán con nosotros.
No está en mi cultura, pero eso los belgas lo solucionan a base de brocantes. Aquí cabe distinguir entre los mercadillos, que ocupan durante los fines de semanas las plazas de Bruselas, y las brocantes, más esporádicas. Mercado, o mercadillo, son palabras que pueden llamar a engaño a un español. Yo, por ejemplo, me figuro como mercadillo al que hay en mi pueblo, o los que hay en Valencia en Músico Ayllón o en Convento Jerusalén, con un alto porcentaje de gitanos, y mucho menor de payos, entre los vendedores, anunciando el género a voz en grito, con regateos y policías municipales dando vueltas por allí, por si acaso. Ya, ya sé que, además, están los rastros, donde uno se encuentra dependientes muy formales que exponen los fines de semana el género que también venden en su tienda el resto de la semana, pero no es lo primero que se me viene a la cabeza.
En Bruselas, no.
En Bruselas los vendedores no son gitanos, o no lo parecen, y tampoco creo que haya muchos por aquí. Pueden ser magrebíes más que proporcionalmente, pero también hay otros extranjeros de Europa Occidental, y también muchos belgas ¿Y por qué hay tantos belgas? Porque desde niños les acostumbran a las brocantes y no les importa pasarse días de pie vendiendo lo que tienen a mano.
Una brocante es, pues, un mercadillo ad-hoc, y cada vecindario que se precie tiene la suya. Un buen día (sí, más vale que sea bueno) un organizador pide los permisos correspondientes al municipio, y ya sabe que puede cortar la calle que le convenga. A continuación, se anuncia la brocante como es debido y ¡hala! la gente empieza a apuntarse para vender sus cosas y sacarse unas perras vaciando el trastero.
Lo primero que hay que hacer es pagar al organizador por el derecho a ocupar nueve metros cuadrados, o así, de espacio público. Luego, el día D, uno extiende su chiriguito y a vender. He visto desde sitios muy organizados con lonas y mesas, hasta el más básico de lienzo por el suelo, como un vulgar mantero.
El caso es que las brocantes proliferan enormemente, y en ellas se venden trastos que yo no querría ni regalados, pero que a los belgas les chiflan. Lo que para mí es un cachivache infecto de nula utilidad, para muchos belgas es un objeto 'vintage' de altísimo valor, y la prueba es que no sólo hay mercadillos y brocantes, sino muchísimas tiendas dedicadas a muebles y objetos viejos y de dudosísimo gusto, pero que supongo que la gente compra. Basta darse un garbeo por Marolles, entre Jeu de Balle y Chapelle, para ver tiendas a cual más curiosa.
Sí. Los belgas no tiran nada, o prácticamente nada, y aun eso con gran dolor de su corazón. Y en eso son de admirar y me traen algunos pensamientos a la cabeza, pero escribiré sobre ellos otros día, porque hoy se hace tarde.
Aquí en Extremadura, nos tenemos que ir al mercadillo de los sábados de Estremoz, a 60 kilómetros de la frontera. Te puedes encontrar una Pila (de lavar) hecha de un bloque de mármol de unas canteras cercanas, muebles -viejos, antiguos, "vintage", y horteras-, la típica sopera portuguesa de la hoja de berza, planchas de hierro, radios, cepillos, vajilla de distintas épocas, despertadores...
ResponderEliminarY aunque no compres nada, por lo menos en Portugal se sigue comiendo bastante bien y te vuelves con un buen menú entre pecho y espalda.
¿No era en una brocante donde compraba Tintín la maqueta del Unicornio? :)
ResponderEliminarHe estado últimamente un par de veces en Bruselas, y me he acordado de ese tebeo al pasar por el mercadillo de Marolles.
José Manuel, ¡menos mal que nos queda Portugal! :D
ResponderEliminarBeloemigrant, efectivamente, ahí es, quizá en la misma Marolles, un lugar que yo también frecuento los domingos por la mañana, aunque más bien por la iglesia de la plaza, donde hay misa en español.