Las comparaciones son odiosas, sí, pero, cuando escribes un examen, y yo llevo varios cientos a mis espaldas, una de las cosas más apreciadas por los correctores es la capacidad de relacionar conocimientos, lo cual, en muchas ocasiones, nos lleva a comparar. Así que yo creo que eso de que las comparaciones son odiosas es una frase que utilizan sobre todo aquéllos que corren peligro de salir vapuleados de las comparaciones.
Por lo tanto, aquí va una comparación de dos países en que ha habido un atentado terrorista-islamista en sus respectivos aeropuertos principales. Los dos países son, como casi siempre, Bélgica y Rusia.
El otro día se produjo la dimisión de la ministra belga de Transportes, que es la señora de la foto, Jacqueline Galant, por haber hecho caso omiso de todos los informes que le decían que la seguridad del aeropuerto de Zavemtem era una calamidad. Para eso no era necesario, ciertamente, hacer informes, sino que bastaba con pasarse por allí, pero es cierto que en algún sitio tienes que empezar a controlar, y en ese sitio tienes una cola y aglomeraciones de gente sí o sí.
La señora de la foto es un típico producto partitocrático. Su padre era alcalde con los social-cristianos, y ella se pasó al Movimiento Reformador, el actual partido en el gobierno, liberal, masoncillo, y todas esas cosas que se les suponen. Entró de ayudante del entonces ministro de Asuntos Exteriores, y padre del actual primer ministro, Louis Michel, y medró rápidamente hasta sustituir a su padre como alcaldesa (y ahí sigue, por cierto, que los cargos no son incompatibles), y luego acceder al cargo de ministra de Transportes en el gobierno del hijo de su antiguo jefe. Algo sabrá de transportes, ciertamente, pero una cosa es construir un carril-bici en su pueblo y otra ocuparse de las líneas férreas y los aeropuertos de todo un país, aunque sea pequeñito, como lo es éste.
En Rusia, no se andan con chiquitas: el atentado similar tuvo lugar en 2011 en Domodiédovo, y quien ha pagado allí el pato ha sido el dueño del aeropuerto, Dmitry Kamenschik. Sí, el dueño. Allí, durante los salvajes años noventa, pasaron cosas de aúpa, y una de ellas de ellas fue que uno de los aeropuertos más importantes del país acabó en manos de, básicamente, una persona física, el de la foto, que era dueño de probablemente la principal agencia de viajes de Rusia entonces, East-Line (la de veces que les habré comprado billetes... era mucho más fácil que ir a Aeroflot). En lugar de meterse en el petróleo o en el aluminio, como otros, Kamenschik se dedicó al sector servicios, y hay que reconocer que, en Rusia, la aparición de su agencia de viajes fue un cambio muy agradable. No es de extrañar, viendo las alternativas, que los negocios le fueran de maravilla.
Kamenschik es muy probablemente un típico producto de la Rusia de los noventa, pero el tío se lo curró. cuando él tomó el mando, Domodiédovo era un completo estercolero, un pesebre infecto indigno, no ya de Moscú, sino de Salvacañete. En pocos años lo dejó impecable, superó claramente a Sheremetyevo, el aeropuerto de Aeroflot, que tuvo que renovarse o morir, y hasta ganó al gobierno tres juicios por la propiedad del aeropuerto. En Rusia, ganar, no tres, sino un solo juicio al gobierno tiene un mérito sin parangón alguno. Pues él lo logró.
Tendrá que ganar un cuarto, porque el asuntillo del atentado ha dado con sus huesos en... no, no en la cárcel, al menos no de momento. Está en arresto domiciliario, y se lo acaban de prolongar. Yo, personalmente, le deseo suerte. Porque ése, de transportes, sí que sabe un rato. En cambio, de detener terroristas suicidas decididos a todo no tiene ni idea, pero me temo que de eso no sabe ni él, ni prácticamente nadie.
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