lunes, 11 de abril de 2016

El dibujante

Si en algo son profesionales los belgas, es como dibujantes de historietas o de tebeos, que así debería decirse 'comic' en castellano. Ahí sí: ahí destacan por encima de cualquier otro país. Los pitufos salieron de aquí, al igual que el Marsupilami, Gastón Elgafe, Spirou... y Tintín, que es el más antiguo y seguramente el más representativo.

Tintín es un caso especial. Creo que leí todos los álbumes -menos el primero, 'Tintín en el país de los sóviets', que creo que ni siquiera estaba publicado en castellano- cuando tenía trece o catorce años; entonces mis gustos no eran muy sutiles, y los tebeos que leía eran los de Mortadelo y Filemón y otros por el estilo, normalmente del mismo autor, que, qué le vamos a hacer, son graciosos, sí, pero de una gracia un poco bestia.

Así pues, mi primera lectura de la serie de Tintín no me impresionó demasiado. Pero, entretanto, las cosas han cambiado mucho. Durante las pasadas Navidades, en plena vorágine de obras interminables en la casa que habíamos comprado, con su correspondiete llanto y rechinar de dientes, y con la paciencia por debajo de los mínimos vitales, cayó en mis manos de nuevo la obra de Hergé, la fui leyendo con otros ojos y ¡Dios mío, qué diferencia! vivir en Bélgica ha cambiado totalmente mi perspectiva y, por ende, también mi visión de Tintín. Ahora lo aprecio muchísimo, y no sé si eso tiene que ver con mi progresiva madurez como persona, o con reconocer en alguno de los personajes de Hergé la purísima realidad belga, cosa que a mis tiernos catorce años ni siquiera pensaba que llegaría a experimentar algún día.

Probablemente, Hergé estaba bastante descontento de la realidad que lo rodeaba. Su vida es un rosario de contradicciones y de situaciones alejadas de lo que posiblemente hubiera preferido. Géorges Rémi, que tal era su verdadero nombre (su seudónimo son sus iniciales, con el apellido delante, como es habitual aquí), es un ejemplo de libro de la actitud de 'pienso una cosa, pero hago otra'. Supongo que, en España, hubiera sido político pepero.

Hergé, como casi toda Bélgica en 1907, año en que nuestro dibujante vino al mundo, nació y fue educado católico, y pasó toda su juventud militando en organizaciones católicas. Tintín apareció en una publicación juvenil de la Iglesia con un ánimo anticomunista no disimulado en absoluto, basta con ver el primer álbum. Pero, a partir de la segunda mitad de la década de los cincuenta del siglo pasado, la vida privada de Hergé dejó de estar de acuerdo con su religión. Se separó de su esposa, que era hija de uno de sus primeros editores, y se arrejuntó con una de las coloreadoras de su estudio, Fanny Vlaeminck, casi tres décadas menor que él, con la que no se puso casar (civilmente, eso sí) hasta otro par de décadas más tarde. Hoy, esto no escandaliza a nadie, yo diría que por desgracia, pero, en el momento en que sucedió, supongo que sí que desagradaría a la sociedad belga más conservadora. La cuestión para Hergé es que él mismo era un destacado miembro de esa sociedad conservadora, y esa contradicción entre los valores cristianos de fidelidad que había profesado y la realidad de su vida privada le ocasionó una serie de problemas y de angustias interiores, que le llevaron a recibir ayuda profesional.

En esta situación, Tintín era un desahogo imprescindible. Tintín era un claro trasunto de lo que Hergé había sido educado para llegar a ser, luchando por el bien y derrotando villanos, en un contexto donde el sexo, que es lo que había hecho fallar a Hergé, estaba totalmente ausente. Se ha destacado muchas veces que no hay caracteres femeninos en Tintín, fuera de Bianca Castafiore, que es otra cosa, y se ha apuntado a cierta misoginia de Hergé. Yo no la creo probable. Los caracteres femeninos en Tintín simplemente no aparecen, ni para bien ni para mal, y yo quiero pensar que si no lo hacen es porque Hergé, siendo Tintín su propio trasunto, no quiso entrar a imaginar cómo resolvería Tintín sus relaciones con el sexo opuesto, algo que a él mismo evidentemente le atormentaba.

Sea como fuere, Tintín me encanta. Muchos de sus álbumes, tras un comienzo en una ciudad que evidentemente es Bruselas, se desarrollan por el ancho mundo, pero hay uno, precisamente uno de los últimos, en que Tintín no sale de Bélgica y, si Tintín es el desahogo de Hergé, no cabe duda de que Hergé tenía problemas parecidos a los que hemos estado teniendo nosotros.

Pero hoy ya se hace tarde, así que pasaremos a ver esa obra en la próxima entrada.

2 comentarios:

  1. Hola, soy Fernando, desde Vera (Almería).
    Perdón por entrar como anónimo, pero es que no sé cómo, me sale como cuenta de Google la de mi hija... (eso por no crear perfiles personales para toda la tropa).
    ¡Magníficas entradas desde Bruselas! ¡Felicidades!
    Desgraciadamente, creo que Bélgica te está afectando piscológicamente demasiado. Así que si te fuera posible, deberías pedir traslado en cuanto puedas a algún país paradisiaco (no, Panama, no). España creo que está bastante bien.
    Sigue remando. Yo remo también, y creo que muchos remamos contigo.

    Fer

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  2. Fernando, bienvenido y gracias. Lo del traslado a España me lo pensaría, pero claro, ahora que nos acabamos de mudar tras ímprobos esfuerzos, como que no. Trataremos de superar los problemas psicológicos, que, lo que no mata, engorda.

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