¡Cómo pasa el tiempo! De hecho, pasa cualquier tipo de tiempo. El tiempo entre una entrada y la siguiente, que progresivamente se ha ido haciendo mayor, porque las ocupaciones se han ido haciendo también mayores, y porque la motivación es inversamente proporcional al aumento de las obligaciones.
Otra que se ha hecho mayor es la bitácora misma, que hoy cumple nueve años. Nueve, nada menos. En estos nueve años han pasado muchísimas cosas, y no sólo un cambio radical de escenario durante los dos y medio años más recientes, sino también un cambio bastante fuerte en muchas cosas. Los niños, Abi, Ro y Ame, que eran unos tiernos niñitos la mar de adorables, ahora son unos adolescentes respondones que más de una vez merecen ser enviados a galeras; yo mismo, que era un deportista bastante potable hasta hace poco, me voy a pasar en el mejor de los casos un par de años recuperándome de una lesión de rodilla. Y de Alfina mejor no escribo, que, si no, luego, todo son líos.
Para celebrar el aniversario, veremos una vez más un ejemplo de paso del tiempo. La primavera ha llegado a Bruselas y, lejos de lo que ocurre por las Españas, aquí transforma el aspecto de las cosas de manera inopinada. Uno mira un buen día, a principios de abril, por la ventana de su habitación, y ve la foto de un precioso árbol.
Un árbol peladillo, con un par de capullos incipientes. Pero, sólo tres días después, uno vuelve a mirar y el árbol no es exactamente igual.
Los capullos han empezado a explotar, y van creciendo otros. Y la cosa no termina ahí, porque, cuatro días después, volvemos a mirar por la ventana, y he aquí lo que aparece:
Cegador, ¿verdad? Quizá sea una lástima, pero al final los pétalos terminan por caer al suelo y el resultado es el árbol de la primera foto, sólo que revestido de hojas verdes.
Vamos a ver si a esta bitácora le va pasando lo mismo y, ya que está menos florida, al menos vaya resultando más frondosa.
Un saludo a los lectores que todavía queden, y esperemos tiempos mejores, que llegarán si Dios quiere (si no, no...).
Creo, y espero que haya gente ahí detrás de la pantalla a la que le pase lo mismo, que tu bitácora es una ventana por la que corre un soplo de aire puro y vigoroso. Gracias a ella he viajado a lugares y culturas que seguramente no voy a poder vivir en primera persona.
ResponderEliminarCreo que no clamas en el Desierto. Mantén la fe en nosotros, los silenciosos.
Gracias por tu generosidad y por mantener abierta tu ventana a los que pasamos por la vida.
Un saludo desde Vera.
Te seguimos leyendo desde los tiempos en que vivías en Rusia, Alfor. Lo que sí debo reconocer es que hablar de Rusia tenía un encanto que no tiene hablar de Bélgica. Me gusta Bélgica (aunque ya sabes que los flamencos son lo peor, no como los valones) pero no puedo evitar relacionarla con los eurocretinos de Bruselas.
ResponderEliminarSaludos
Anónimo de Vera, muchas gracias por los ánimos. Un abrazo y viva Vera (¿de Bidasoa?).
ResponderEliminarFernando, es cierto que en Bruselas hay mucho... mmm... eurocretino, y por eso mismo hay que andarse con muchísimo tiento, porque nunca sabes cuándo estás hablando con uno. O escribiéndote. :-)
Yo también te sigo leyendo. Es cierto que Rusia tenía su encanto, Bélgica es más país de patatas fritas y Atomium.
ResponderEliminarMi punto también son los críos y la manca de tiempo, noto que se va reduciendo cada día más y más.
Y buen deportista nunca he sido :)
Un saludo desde la Baja Franconia.
Seguimos leyéndote y vendrán más, tranquilo. Como ya se ha dicho, Rusia era más interesante que Bruselas, pero en Rusia nunca se hubiera producido una expedición punitiva sobre Flandes. Cada sitio tiene su aquél. Gracias
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