En esta bitácora, por muy agonizante que esté, se sigue la actualidad europea y mundial con interés. Hay muchos temas candentes, pero uno de ellos es indudablemente lo que está pasando en Grecia, que me ha recordado a algo que ya hace algún tiempo que pasó.
A finales de 1917, los bolcheviques se hicieron con el poder en el Imperio Ruso. Uno de los primeros problemas que se encontraron los flamantes comisarios populares es que estaban en guerra con los Imperios Centrales y que tenían un porrón de soldados en el frente. Los bolcheviques, entonces, no creían mucho en la guerra y esas chorradas. Ellos estaban por la autodeterminación de los pueblos, la revolución mundial y la hermandad de todo quisqui en general, y de los proletarios en particular. La guerra es un instrumento capitalista para sojuzgar a los pueblos.
Pasando ampliamente de los aliados, los bolcheviques acordaron un armisticio con los Imperios Centrales, y luego empezaron las conversaciones de paz con ellos. Para que nos pongamos en perspectiva, los bolcheviques eran los perroflautas de aquel entonces. El jefe de la delegación era Adolf Abramovich Joffe, un judío recién fugado de Siberia al que se le llenaba la boca hablándole del derecho de autodeterminación... nada menos que al conde Czernin, representante del Imperio Austrohúngaro, que no le debía escuchar muy embelesado; o Anastasia Bizenko, una terrorista que se entretenía durante las negociaciones charlando con el príncipe Leopoldo de Baviera, representante del káiser Guillermo, y contándole los detalles de cómo había asesinado a un gobernador general. Supongo que los representantes de los Imperios Centrales estarían en un estado intermedio entre la incredulidad, el flipe y el asco.
Pero todavía les faltaba lo mejor.
En enero de 1918, apareció un nuevo jefe de la delegación negociadora rusa. El flamante comisario popular de Asuntos Exteriores, León Trotsky. De momento, se puso en plan gallito, tanto que algún representante alemán se preguntó quién estaba ganando la guerra y si, en lugar de en Brest-Litovsk, estaban cerca de Berlín. Lamentablemente para Trotsky, los representantes alemanes repararon rápidamente en que estaban varios cientos de kilómetros dentro de las fronteras del Imperio Ruso, tal y como estaban esas fronteras antes de empezar la guerra, y que, si alguien estaba ganando la guerra, eran ellos, con lo que elevaron considerablemente el tono de su voz, y también el de sus demandas territoriales.
Trotsky, en uno de esos alardes mitineros suyos, se negó a aceptarlas, contra el parecer de Lenin. Lenin pensaba que la revolución en Alemania era cuestión de esperar un poco, pero que, de momento, el Káiser era demasiado fuerte y el gobierno soviético necesitaba algo de tranquilidad para imponerse en casa. De hecho, los bolcheviques habían perdido las elecciones de dos meses antes, cosa que habían orillado dando todo el poder a los círcul... digooo a los sóviets. El caso es que Lenin estaba dispuesto a firmar lo que fuera y a esperar a que Alemania estallase para recuperar los territorios que se perdieran.
Trotzky tuvo una actuación bastante teatral el 10 de febrero de 1918. Se levantó de la mesa de negociaciones, y dijo que no aceptaba las imperialistas condiciones de Alemania, pero que se negaba a continuar una guerra igualmente imperialista, así que unilateralmente declaraba el estado de guerra como terminado. Hala.
El plenipotenciario alemán tardó un poquito en comprender qué pasaba. No te rindes, pero te vas de la partida... ¿cómo? La huida de la realidad por parte de los bolcheviques pareció por un momento que tenía éxito y todo. Sin embargo, a los pocos días el mando alemán, la temida OHL, reaccionó y empezó la "Operación Puñetazo" (sí, sí, "Untermehmen Faustschlag", en original). Básicamente una ofensiva en todo el frente contra un ejército que ya no existía, con el objetivo fundamental de conquistar Ucrania y sus recursos naturales, y el secundario de tomar Petrogrado, que llegaron a bombardear. Lenin salió pitando de allí y se fue con su gobierno a Moscú, donde siguen él (debidamente embalsamado, por supuesto) y la capital de Rusia. Ucrania cayó, enterita, en un periquete. Los soviéticos volvieron con el rabo colgando a la mesa de negociaciones y el 3 de marzo de 1918 firmaron una paz aún peor, y ya es decir, que la que habían rechazado pocos días antes.
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A principios de 2015, Syriza se hizo con el poder en Grecia. Uno de los primeros problemas que se encontraron es que estaban intervenidos y que tenían un porrón de deudas...
¿Alguien quiere continuar?