jueves, 3 de julio de 2014

Lamentos por la decadencia del género

Esta bitácora debe estar viviendo sus últimos estertores, a juzgar por la evolución que va llevando, con entradas cada vez más espaciadas, e incesantes promesas de continuidad 'para cuándo tenga algo más de tiempo', cosa que resulta que no sucede nunca. Ya sólo falta descubrir Twitter y darse cuenta de que con cuatro letras mal juntadas, con tal de que sea ocurrente, y a veces ni eso, va que chuta y además puedes juntar una foto y soltar cualquier brillantez sin el latazo que supone componer un relato o un discurso como Dios manda.

Tal es la evolución de la mayoría de las bitácoras que pasan por la blogosfera, y en este caso concreto por la rusosfera (sí, me sigo considerando parte de la misma, aunque ya vea los toros desde la barrera la mayoría de las veces). Cuando miro la barra de la derecha, que tiene telarañas de tanto tiempo que llevo sin actualizarla, no puedo evitar una mueca al ver el cementerio de ilustres blogueros en que se ha convertido. Sí, vale, hay un par que continúan vivos y con buena salud, frente a una mayoría que no merece a estas alturas más que recuerdos de lo que fueron y, todo lo más, algún responso.

El caso es que el género agoniza. No es ya esta bitácora, que ya lleva sus buenos ocho años dando el callo, no; es que las demás también parece como si hubieran perdido su atractivo. Y eso nos enseña lo rápido que cambian las cosas en el siglo XXI, porque el fenómeno de las bitácoras es algo que se popularizó entre 2003 y 2008, más o menos, cuando todo quisqui quería tener una, y hasta más de una, y que a partir de 2010 se ha ido apagando sin remedio. A mis hijos, por ejemplo, yo diría que les molesta lo negro, y desde luego prefieren cuatro garabatos en Facebook o unos cuantos caracteres en Twitter, y sanseacabó. Y, antes que leer, cosa aburrida como pocas, y seguir a las muchas buenas bitácoras que siguen campando por ahí, prefieren seguir a un youtuber y las ocurrencias que suelte delante de una cámara. Que estoy seguro de que los hay buenísimos (y malísimos, como en todos los sitios), pero la verdad es que no es lo mismo, no, señor.

A todo esto, había quedado en la última entrada en desvelar qué hacen los moscovitas para engatusar a las autoridades que les prohíben aparcar a sus anchas en el centro de la ciudad, que ya era hora, por cierto, de que se lo prohibieran. Digresión hecha, y como estoy en un tren y todavía tardaré algo en llegar, voy a ver si me da tiempo a redactar, porque, lo de publicar, como que es otra cosa.

2 comentarios:

  1. Alfor,

    tu, veterano, eres la luz que nos alumbra en la noche de los tiempos. Para mi tu bitácora sigue igual que el primer día, tienes menos tiempo porque tu situacion ha cambiado y ello se refleja en la cantidad de tiempo que tienes para escribir algo, aun así aquí sigues, creando contenido y estimulado las neuronas de aquellos que te leemos con mayor o menor asiduidad.

    Por aquellas bitácoras perdidas tendremos que reunirnos una vez al año y brindar por ellas con una buena cerveza belga.

    un saludo

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  2. Miguel, gracia por tu comentario, y sigue tú por muchos años. Lo de la cerveza vamos a sustituirlo por una sangría como Dios manda. Casera, por supuesto.

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