jueves, 1 de mayo de 2014

El número nacional (II)

(Viene de aquí)


El número personal prometía ser un dato sencillo de encontrar. Envié a la comuna el correo electrónico que me habían pedido, en la confianza de que, como me habían prometido, me responderían al día siguiente.

Al día siguiente, no me había llegado ningún correo con el número, así que decidí hacer mía la frase 'quien no llora, no mama' y llamé de nuevo.

- Departamento de registros de población, dígame.

Esta voz, femenina, parecía diferente a las de las veces anteriores. De hecho, sonaba a persona avinagrada y con dolor de muelas y menopausia al mismo tiempo.

- Vera usted, ayer hice una petición de mi número de registro personal por correo electrónico, y me dijeron ustedes que me responderían hoy, pero no he recibido nada.

- Claro.

- ¿Y por qué?

- No le vamos a dar el número por correo, así como así. Lo que haremos será enviarle una factura para que pague usted las tasas y, cuando lo recibamos, le enviaremos el número. Aunque lo más fácil sería que viniese usted aquí y pagara las tasas aquí mismo, y se llevara el número.

- ¿Cómo? ¿Que tengo que pagar para que me digan un número con el que ustedes me identifican? Eso no puede ser.

- Sí que puede ser, claro que puede ser. Claro que tiene que pagar las tasas para que nosotros le demos el número.

- Pero eso es imposible. Es un número que me identifica a mí. Tengo derecho a acceder al mismo.

- No es imposible. Usted quiere que nosotros le demos un servicio, pero hay que pagar por el mismo.

La conversación, por llamarla de alguna manera, siguió aproximadamente por esos derroteros. La funcionaria de la comuna de Uccle erre que erre defendiendo su tasa, y yo con mis argumentos jurídicos, pero poco efectivos en este contexto, sobre mi derecho al acceso a mis datos de carácter personal. Al final me tuve que resignar a que me enviasen el papelito con las tasas y a retratarme.

Al día siguiente, sin embargo, pensé que, puesto que en tres llamadas diferentes me habían atendido diferentes funcionarios, con criterios diferentes y con respuestas diferentes, no sería mala idea seguir intentándolo, a ver qué pasaba. Así pues, marqué nuevamente el número del registro de población, que a estas alturas casi me sabía de memoria.

- Departamento de registro de población.

Esta vez la voz era masculina, como las dos primeras veces.

- Buenos días. Verá. Resulta que tengo que rellenar un formulario, para el cual me piden el número de registro nacional, y no lo tengo. Les envié un correo el lunes, y me dijeron que me responderían al día siguiente, pero ya es jueves, y yo tendría que enviar el formulario mañana como muy tarde, y claro, estoy preocupado.

- Claro. De eso se ocupa mi compañera, pero está de baja.

"El dolor de muelas, seguro."

- Pobre, lo siento mucho.

Menos mal que la hipocresía se percibe mal por teléfono.

- El caso es que necesito ese número pronto ¿No podríamos arreglarlo de otra manera?

Cuántas veces no habré formulado esa pregunta en Rusia, Señor.

- Sí, venga. Dígame su fecha de nacimiento y su dirección, y se lo busco ahora mismo y se lo digo.

Se lo dije, casi sin creérmelo.

- ¿Es usted Alföur von Bichwieseng?

- Sí, sí, ése mismo.

- Vale, ya tengo su número. Tome nota.

Me lo dictó, tomé muy buena nota, le di las gracias más cordiales que pude, y colgué. Y naturalmente, copié el número el distintas partes, lo pegué en mi tarjeta de identidad, e hice voto de no olvidarlo nunca más y, de paso, de dar un corte de mangas con peineta incluida en cuanto viera en mi buzón la carta de la comuna pidiéndome que pagara la tasa.

Lo cierto es que la carta, dos meses después, todavía no ha llegado. Y yo ya me había olvidado del asunto cuando, inopinadamente y cuatro semanas después de estos sucesos, encendí el ordenador y me encontré con un correo electrónico de la comuna.

"De acuerdo con su solicitud, le envío su número de registro personal: 12.345.678.90"

Uccle me mata. Y su comuna es la puntilla.

2 comentarios:

  1. Divide y vencerás.
    Me recuerda a una de las prueba de Asterix!

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  2. Danferesp, sí, la de los burócratas. Claro que en tiempos de Asterix no había teléfonos.

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